viernes. 29.03.2024

@jgonzalezok@gab2301 | Si hay algo que manifiesta de forma simbólica la actitud del gobierno de Bolsonaro respecto a la cultura, es su decisión de acabar con el ministerio correspondiente, reduciéndolo a una simple secretaría, primero dentro del ministerio de Ciudadanía, después del de Turismo. Acompañó esta operación con un brutal recorte de presupuesto, censura y una política de nombramientos que proporcionó alguno de los personajes más infaustos de su nómina de funcionarios. La idea del gobierno fue desde el principio que todo el aparato cultural estaba en manos de la izquierda, emprendiendo una especie de guerra santa para imponer su visión ultraconservadora y negacionista. En su promesa de liberar al país “de las amarras ideológicas”, hay que entender que el bolsonarismo considera ideología cualquier postura idealizada por la izquierda. 

La secretaría de Cultura tuvo seis titulares, pero destaca el caso del dramaturgo Roberto Alvim, que asumió en noviembre de 2019 haciendo un llamamiento a artistas conservadores para crear “una máquina de guerra cultural. Afirmó que era necesario promover una renovación completa de la clase teatral brasileña, por estar “radicalmente podrida” y por pregonar “sus nefastas agendas progresistas, denigrando nuestra sagrada herencia judeo-cristiana”.

Duró poco en el cargo, hasta enero de 2020. Salió después del escándalo por el mensaje que pronunció al lanzar el Premio Nacional de Fomento a las Artes: “La Patria, la familia, el coraje del pueblo y su profunda ligación con Dios amparan nuestras acciones en la creación de políticas públicas. Las virtudes de la fe, de la lealtad, del autosacrificio y de la lucha contra el mal serán alzadas al territorio sagrado de las obras de arte”, señaló, con música de Richard Wagner de fondo.

La idea del gobierno fue emprender una especie de guerra santa para imponer su visión ultraconservadora y negacionista

Pero lo peor llegaría cuando añadió: “El arte brasileño de las próximas décadas será heroico y será nacional. Estará dotado de gran capacidad de compromiso emocional y será igualmente imperativo, puesto que estará profundamente vinculado a las aspiraciones profundas de nuestro pueblo, o no será nada”. Ahí directamente copió al ministro de Propaganda de Hitler, Joseph Goebbels, que había dicho: “El arte alemán de la próxima década será heroico, será férreamente romántico, será objetivo y libre de sentimentalismo, será nacional con gran pathos (emoción) e igualmente imperativo y vinculante, o no será nada”. 

Otro de los titulares de la secretaría fue el actor Mario Frías, denunciado por ir armado y amenazar a funcionarios. Durante su gestión se negaron recursos para un festival de jazz en base a la Ley Rouanet -de incentivo a la Cultura, que da beneficios fiscales a empresas que financien proyectos en dicho sector-, con el argumento de que existía el riesgo de malversación de recursos públicos, ya que “el objetivo y finalidad mayor de toda música no debería ser ningún otro a no ser la gloria de Dios y la renovación del alma”. 

En lo que pareció una competición de disparates, el presidente de FUNARTE (Fundación Nacional de las Artes), Dante Mantovani, defendió el terraplanismo y afirmó que “el rock incentiva las drogas, que activan el sexo libre, que activa la industria del aborto, que activa una cosa mucho más pesada, que es el satanismo”. 

Otro funcionario que se destacó por sus posiciones extremistas fue Sérgio Camargo, que presidió la Fundación Palmares hasta marzo de este año. Aunque él mismo es negro, dijo que la esclavitud fue terrible, pero beneficiosa para sus descendientes, añadiendo que los esclavos tenían una vida casi de ángeles en Brasil y que hoy los negros de Brasil viven mejor que los negros de África. “No hay salvación para el movimiento negro. ¡Precisa ser extinguido! Fortalecerlo es fortalecer a la izquierda”, dijo también. 

La Fundación Palmares fue creada en 1988 con el objetivo de promover y apoyar la integración cultural, social, económica y política de los afrodescendientes e implementar políticas públicas para dinamizar su participación en el proceso de desarrollo sociocultural brasileño. Antes de dejar el puesto, Camargo ordenó retirar de la lista de homenajeados por la institución a personajes como Benedita da Silva, primera mujer y negra que fue elegida gobernadora del Estado de Río de Janeiro por el PT; Marielle Franco, mujer negra y lesbiana, concejal de Río por el partido de izquierda PSOL que fue asesinada por milicianos; y el propio Zumbi dos Palmares que, en la segunda mitad del siglo XVII lideró el más importante quilombo del país, donde negros esclavizados que habían logrado huir vivían en comunidad y libres, en regiones apartadas. 

En los tres primeros años de gobierno de Bolsonaro hubo al menos 211 casos de censura, desmonte institucional del sector y “autoritarismo contra la cultura”. El número surge de una investigación hecha por el Movimiento Brasileño Integrado por la Libertad de Expresión Artística, una coalición de organizaciones no gubernamentales que se creó en 2020 para observar y actuar en casos de género. 

Además de la eliminación de políticas culturales, fueron varias las acciones del presidente para socavar leyes aprobadas en el Congreso y el Senado con recursos para la Cultura

Además de la eliminación de políticas culturales, fueron varias las acciones del presidente para socavar leyes aprobadas en el Congreso y el Senado con recursos para la Cultura. La Ley Paulo Gustavo (nombrada en honor de un artista tremendamente popular, que murió de Covid) destina recursos para mitigar los daños ocasionados en el sector cultural por la pandemia. Otra ley de incentivo a la cultura, bautizada con el nombre del compositor Aldir Blanc, también muerto en la pandemia, fue considerada “inconstitucional” y “contraria al interés público”, por parte del gobierno. 

La política de patrocinio para actividades culturales por parte de empresas estatales, que era tradicionalmente importante, cayó en picado con Bolsonaro. Un reportaje de Folha de S. Paulo del 4 de agosto de 2019 afirmó que en la Caixa Económica Federal se empezó a observar las redes sociales de artistas que podrían beneficiarse de apoyo para sus proyectos, teniendo en cuenta su posición política o sus críticas al gobierno. La Superintendencia del banco estatal habría dado instrucciones para evitar proyectos que tratasen temas relacionados con la dictadura militar o la diversidad sexual. 

La censura del gobierno a proyectos con temática LGTB y el autoritarismo fue justificada por el presidente afirmando que no había censura, solo preservación de los valores cristianos. Cuando la Agencia Nacional del Cine (Ancine) decidió suspender proyectos preseleccionados que incluían temática raciales o LGTB, se pudo escuchar al propio presidente ufanándose de haber vetado dichos proyectos y justificando la medida: “Hacer una película sobre negros homosexuales en el DF (Distrito Federal), confieso que no lo entiendo. Otro (proyecto) que va a la basura”. Y seguía, refiriéndose a otra producción: “La película es sobre una monja lesbiana, otro que va a la basura”.

“No vamos a perseguir a nadie, pero Brasil cambió. Con dinero público no veremos más cierto tipo de obras. Eso no es censura, eso es preservar los valores cristianos”, dijo el presidente. Para dirigir Ancine Bolsonaro había anunciado que quería indicar un nombre “terriblemente evangélico”, que tuviese la Biblia debajo del brazo, y que supiera de memoria 200 versículos de la Biblia. 

La posición de Bolsonaro con la Cultura se puede sintetizar con la reacción que tuvo tras el grave incendio en la Cinemateca, que destruyó parte del acervo del cine brasileño: “Ok, y ahí, ¿qué quieren que haga?”, señaló con su habitual falta de empatía. 

Bolsonaro provocó un apagón cultural en Brasil