jueves. 28.03.2024

@jgonzalezok@gab2301 | A solo dos semanas de las elecciones generales en Brasil, en las que el presidente Jair Bolsonaro intentará un segundo mandato, el mandatario decidió hacer un viaje internacional, abandonando durante varios días la campaña. Con dos escalas: Londres, para asistir al funeral de Isabel II, y Nueva York, para concurrir a la Asamblea General de la ONU. Un cálculo político arriesgado, considerando que todos los sondeos indican su derrota. El viaje fue la última tentativa de Bolsonaro para revertir el aislamiento internacional al que fue relegado y de volver a casa con la imagen de un líder reconocido por sus pares. Su equipaje de vuelta, sin embargo, llegó pleno de críticas internas y externas por su desempeño inadecuado. 

En las dos escalas Bolsonaro no consiguió mantener siquiera un contacto de alto nivel. En Londres, horas después de llegar al país de luto por la muerte de la reina, hizo campaña política como si estuviese en Brasilia. Primero, con un insólito discurso proselitista desde el balcón de la embajada brasileña para un grupo de partidarios, seguido por la puesta en escena de una visita a un puesto de gasolina, para demostrar que el combustible está más caro que en Brasil.

Bolsonaro fue inmediatamente criticado por la prensa británica por no respetar el luto del país. “El presidente usó su viaje para el funeral de la reina para mostrar a su país lo caro que estaba el combustible en Londres”, escribió The Times. En Brasil se viralizó un vídeo en el que un ciudadano británico aborda a un grupo de bolsonaristas que gritaban delante de la representación brasileña en Londres. “Ustedes están en Inglaterra, demuestren algún respeto, es el día del funeral de la reina”, dijo.

El papel internacional de Bolsonaro contrasta con el gran prestigio que tuvieron dos de sus antecesores: Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inacio Lula da Silva

El aislamiento de Bolsonaro se repitió en Nueva York, donde solo figuraron en su agenda entrevistas bilaterales con los presidentes de Ecuador y Polonia, es decir, actores marginales incluso desde el punto de vista de las relaciones económicas bilaterales. 

El papel internacional de Bolsonaro contrasta con el gran prestigio que tuvieron dos de sus antecesores: Fernando Henrique Cardoso y Luiz Inacio Lula da Silva. Lula es hoy el favorito en las encuestas para las elecciones del 2 de octubre

La política exterior desastrosa del presidente brasileño fue vaticinada por su primer ministro de Exteriores, Ernesto Araújo. El día 22 de octubre de 2020, Araújo afirmó: “El Brasil de hoy habla de libertad a través del mundo. Si eso nos convierte en un paria internacional, entonces seamos un paria”. Habían transcurrido veintidós meses de su presidencia -casi la mitad del período- y el gobierno de Bolsonaro ya había conseguido hacer de Brasil un país marginal en el escenario mundial.

Nada mostró con más evidencia a dónde había sido llevado el país -que hasta entonces era conocido por tener una diplomacia sumamente profesional-, que la reunión que el G20 celebró en Roma los días 30 y 31 de octubre de 2021. Ahí fue evidente que Brasil se había convertido en un país aislado, después de haber conseguido ser una potencia emergente. Y que Bolsonaro era una figura considerada tóxica por sus pares.

Ninguno de los principales líderes mundiales quiso el menor contacto con el presidente brasileño. En un descanso de las sesiones, donde los dirigentes mundiales aprovecharon para tener contactos informales, Bolsonaro deambuló solo por la sala casi todo el tiempo que duró el receso y la conversación más larga que pudo entablar fue con los camareros que le sirvieron una bebida, a los que trató de hacer alguna broma. 

Al final tuvo unos minutos con alguno de los dirigentes que le acercaron sus ayudantes, como el turco Erdogan y el argentino Alberto Fernández, al que había atacado duramente en el pasado. Pero la mayor parte del tiempo se mantuvo de pie junto a asesores, a los que parecía preguntar quiénes eran algunas personas de la sala, señalando con el dedo, para finalmente sentarse en un rincón.

Se impuso un sesgo ideológico ultraconservador y negacionista, provocando serios conflictos diplomáticos con la mayoría de sus vecinos y con sus principales aliados comerciales

El mismo Araújo sostenía que antes del gobierno de Bolsonaro, Itamaraty -por el nombre del palacio sede del ministerio de Exteriores- se caracterizaba por seguir conceptos “ultrapasados, superficiales, satisfecho con la propia fama”. En su discurso inaugural, Bolsonaro había dicho: “Vamos a liberar Itamaraty”, señalando que iba a remover la ideología de la política exterior de Brasil. 

Pero lo que hizo fue lo contrario, imponer un sesgo ideológico ultraconservador y negacionista, provocando serios conflictos diplomáticos con la mayoría de sus vecinos y con sus principales aliados comerciales. 

Identificado visceralmente con el ex presidente de Estados Unidos Donald Trump, respaldó las acusaciones del americano contra el proceso electoral. Y tardó 38 días en aceptar la victoria de Joe Biden y enviar un protocolar saludo al nuevo presidente. Fue el último de los grandes países en felicitarlo. La identificación de Bolsonaro con Trump se advierte también en la preferencia por las relaciones bilaterales frente al multilateralismo y en la pauta de costumbres. 

Bolsonaro llegó a indicar a uno de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro, sin ninguna experiencia diplomática, para el cargo de embajador en los EEUU, pero acabó desistiendo por falta de apoyo en el Senado, donde tendría que ser ratificado su nombramiento. 

En el caso de China, el primer socio comercial desde 2009 y que le vende el insumo para fabricar la principal vacuna usada en el país contra el Covid 19, durante meses hubo una inusitada arremetida contra el gobierno de Pekín, con acusaciones que causaron asombro. Solo la paciencia y el pragmatismo de los chinos evitaron que el conflicto escalase. 

Bolsonaro culpó a China por la pandemia, insinuando que el país oriental había desatado una guerra biológica. Uno de sus hijos, el diputado federal Eduardo Bolsonaro, llegó a declarar: “Quien siguió el tema de Chernobyl va a entender lo que sucedió, sustituya la central nuclear por el coronavirus y la dictadura soviética por la china”. El presidente llegó a asegurar que el país no compraría la vacuna china contra el Covid 19: “La de China no la compraremos, es mi decisión. No creo que dé la seguridad suficiente a la población. En China, lamentablemente, ya existe un descrédito muy grande por parte de la población, incluso porque, como muchos dicen, ese virus habría nacido allí”.

En su primer año de mandato, Bolsonaro causó asombro al hacer comentarios groseros sobre la apariencia de la primera dama de Francia, Brigitte Macron. Al comentar un mensaje en una red social que comparaba imágenes de ella y de la primera dama de Brasil, Michelle Bolsonaro, el presidente ironizó: “No humilles, tío, ja, ja, ja, ja (traducción aproximada de Não humilha, cara, KKKK). El presidente Emmanuel Macron respondió: “Pienso que las mujeres brasileñas sienten vergüenza al leer esto, viniendo de su presidente, además de las personas que esperan que él represente bien a su país”. 

En el ámbito latinoamericano, tampoco faltaron conflictos, motivados por razones ideológicas. Es el caso, previsible, de Venezuela, Nicaragua, Cuba, Bolivia y Argentina. Con este último país, la situación es más complicada teniendo en cuenta que ambos son parte del MERCOSUR y, en el caso de Argentina, tiene a Brasil como su principal socio comercial. Las agresiones verbales de Bolsonaro al presidente Alberto Fernández y a su vice, Cristina Kirchner, fueron contestadas desde el Río de la Plata, en un ejercicio mutuo de falta de apego a los usos diplomáticos. 

La deforestación acelerada de la Amazonia llevó a los países que financian el Fondo Amazonia a congelar los recursos

Con la comunidad internacional, el principal foco de conflicto instalado por Bolsonaro tiene que ver con sus posiciones negacionistas sobre el cambio climático y su falta de compromiso con los acuerdos internacionales para frenar el calentamiento global. La deforestación acelerada de la Amazonia llevó a los países que financian el Fondo Amazonia a congelar los recursos en diciembre del año pasado. Dicho fondo, creado en 2008, con aportes de Noruega y Alemania, tiene como objetivo financiar proyectos que ayudan en la preservación de los bosques y el combate a la deforestación. Para destrabar estos fondos se le exige a Brasil tres condiciones, que no cumple: un modelo de gobernanza que sea aceptable para los países donantes, un plan convincente de reducción de la deforestación y la presentación de resultados concretos en el combate a la misma.

El capítulo final es para las relaciones que Bolsonaro privilegió con países y dirigentes autoritarios: en Europa, Hungría y Polonia; en Oriente Medio, los emiratos del Golfo Pérsico. Y la Rusia de Putin. Todos países que sustentan valores caros a la extrema derecha y que desafían las instituciones. 

Bolsonaro convirtió a Brasil en un paria internacional