domingo. 28.04.2024
Foto: Elvira Megías

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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx

Viernes 23 de febrero de 2024, una noche muy especial en el marco del ciclo Andalucía Flamenca del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM). Los protagonistas de esta ocasión fueron nada más y nada menos que los Sordera, una de las sagas de cantaores más importantes del flamenco. Una dinastía gitana que hunde sus raíces en el siglo XIX y que, desde su legendario cantaor Paco la Luz, ha ido creando un legado de artistas muy importantes e innovadores, siendo Manuel Soto Monje (1927-2011) uno de sus máximos exponentes. No obstante, el legado de estos gitanos provenientes de Jerez de la Frontera se ha mantenido siempre muy activo, con figuras actuales del cante tan decisivas como Enrique Soto, Vicente Soto o la hija de este, Lela Soto, heredera directa de esta particular forma de entender el flamenco.

Esta sensación de tradición y legado estuvo muy presente durante la hora y media que duró el concierto en la Sala de Cámara del Auditorio Nacional de Madrid, bajo el título "La casa de los Sordera, herencia cantaora", título que homenajea al famoso disco de 1997. Así, Vicente, Enrique y Lela Soto, acompañados de la guitarra de Vicente Santiago y Antonio Malena, y con los cantes y jaleos de Ángel Peña y Manu Soto, dieron un ejemplo de cómo el flamenco puede mirar al futuro sin olvidar el enorme legado que lleva en su ADN.

"La casa de los Sordera, herencia cantaora" fue la evidencia de que el flamenco es algo que se lleva en la sangre y que el cante es un arte en continua evolución

Fue una noche para lucirse y en la que los tres cantaores tuvieron tiempo de brillar en solitario, pudiendo dejarse llevar por el duende flamenco en los palos que ellos consideraban necesarios. Excepto en los bises finales, concebidos como una fiesta gitana para darlo todo, no cantaron juntos en ningún momento, dejando claro que en esta estirpe cada uno tiene una forma de entender el Cante Jondo.

Foto: Elvira Megías

Vicente Soto, patriarca actual del clan, muy elegante en la cita y siempre con su emblemático chasquido de dedos como compás, se mostró en todo momento muy emocionado por la cita, recordando al auditorio que gran parte de su carrera y arte se ha desarrollado en Madrid. Su cante rasgado y lleno de sentimiento se extendió por todo el patio de butacas, con momentos especialmente profundos, con una forma muy particular de dejarse llevar por bulerías y tangos. Dos momentos brillaron de manera especial: su homenaje a Antonio Machado, con un "caminante no hay camino" lleno de magia y de libertad, y especialmente la recta final homenajeando al Titi de Triana, gitano de raza y solera al que conoció cuando era joven y que ha tenido un papel clave en su forma de entender el flamenco.

Su hermano Enrique Soto también tuvo tiempo de demostrar que ha mamado talento desde muy pequeño, cantando por soleares y llegando a su mejor momento en cantes mineros de esos que se clavan y ya no se te sueltan. En su intervención se acordó mucho de Cádiz y su bahía, dejando claro el orgullo que sienten por su tierra y que a la postre se ha marcado en su Cante Jondo. No obstante, para el que suscribe, uno de los momentos más emotivos de la noche fue la participación de Lela Soto, ejemplo de que el clan de los Sordera está en continua evolución, con un arte que no solo le viene de su padre y su tío, sino que además se ha transmutado gracias a la herencia de su madre Luisa Heredia, bailaora de raza.

Así, los momentos de Lela Soto se articularon desde la sinceridad más evidente, admitiendo la cantaora que para ella era un día muy especial y que recordaría el momento y la oportunidad hasta su muerte. Y es que pocas veces pueden ser tan especiales, siendo arropada por su familia, y demostrando que su voz puede muy bien recoger el pasado y el futuro, con cantes que pueden homenajear a La Niña de los Peines, para acto seguido apostar por un duende de puro siglo XXI.

Finalmente, "La casa de los Sordera, herencia cantaora" fue la evidencia de que el flamenco es algo que se lleva en la sangre y que el cante es un arte en continua evolución. Los Sordera miran hacia el futuro sin olvidar el enorme linaje que los acompaña. Y esto es algo que se siente en cada canción.

Foto: Elvira Megías

La casa de los Sordera, herencia cantaora