jueves. 25.04.2024
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Resulta llamativa la forma en que, a lo largo del pasado año, han glosado el centenario del PCE algunos de sus dirigentes: parece como si a ese siglo le faltaran varías décadas. Muchas loas a la República, a las Brigadas Internacionales, a la heroicidad del Quinto Regimiento, a la Pasionaria, pero cuando se entra en los años sesenta, silencio; solo generalidades. Nada sobre la política que defendía el PCE mientras luchaba: la Reconciliación Nacional, la Alianza de las Fuerzas del Trabajo y de la Cultura, la Amnistía General, el Pacto por la Libertad, el Diálogo con los cristianos, etc.

Se comprende que no celebren aquello de lo que reniegan, pero igual de legítimo es que quienes creemos que en esos años el PCE escribió las mejores páginas de su historia, las reivindiquemos abiertamente, estemos o no aún en sus filas.

En sus inicios el comunismo no arraigó en España y cuando llegó la República en abril de 1931, mientras el pueblo abarrotaba la Puerta del Sol, los escasos comunistas gritaban contra la “república burguesa”. Hacia 1933, aplicando un giro de la Internacional Comunista, el PCE, liderado por José Díaz, impulsó junto a los socialistas y los republicanos de izquierda la política antifascista que desembocó en la creación y victoria del Frente Popular.

El PCE, con luces y sombras, jugaría desde entonces y hasta el final de la Guerra Civil un papel importante que ha sido reconocido por los historiadores. Tras la derrota, intentó (al igual que el PSOE) en los años primeros sostener la guerrilla del maquis: después, casi en solitario, se centró en la reconstrucción del movimiento obrero.

En junio de 1956 cuando Dolores Ibárruri era la secretaria general el PCE lanzó la Política de Reconciliación Nacional. La Declaración del Comité Central fue muy clara y basta con leer este extracto:

“Una política de venganza no serviría a España para salir de la situación en que se encuentra. Lo que España necesita es la paz civil, la reconciliación de sus hijos, la libertad”. (…) El Partido Comunista considera que sobre esta base puede cancelarse el pasado. Ello significa que el Partido Comunista desea que se inicie una nueva etapa en la historia de nuestro país, donde no se persiga a los hombres por lo que fueron ayer”.

El PCE era consciente de que la dictadura se había consolidado en los años cincuenta y con esa nueva política, sin renunciar a los ideales de emancipación e igualdad, pudo hacer una oposición más eficaz.

La emigración del campo a las ciudades y el desarrollismo industrial generaron una nueva clase obrera y el PCE, no sin dificultades por la imagen que de él difundía el Régimen, trató de conectar con ella con un discurso alejado de la guerra. Lo mismo podría decirse en relación a la juventud y a los círculos intelectuales. Desde los sucesos de la universidad en 1956 o las huelgas mineras de 1962, y hasta el final de la dictadura, la organización del partido estuvo detrás de todos los brotes de protesta.

El PCE dio un apoyo decidido a las Comisiones Obreras que, aunque nacieron de forma autónoma, no hubieran sobrevivido a la represión que se desató contra ellas sin su cobertura

El PCE dio un apoyo decidido a las Comisiones Obreras que, aunque nacieron de forma autónoma, no hubieran sobrevivido a la represión que se desató contra ellas sin su cobertura. Dedicó en cada zona cuadros muy valiosos (Lobato, Sánchez Montero, Díaz Cardiel en Madrid; Juan Menor en Sevilla; Amador Martínez en Ferrol; etc.)  para ayudar a la principal fuerza de la lucha obrera. Los militantes sindicales actuaban abiertamente y estaban muy vigilados y por eso era el partido clandestino quien armaba los contactos entre provincias, quien garantizaba la seguridad de las reuniones e imprimía la propaganda de Comisiones. El balance de las sentencias de los tribunales (sobre todo el TOP entre 1964 y 1976) muestra que los militantes del PCE y de CCOO fueron los que más condenas acumularon, aunque también sufrieran represalias otros grupos.

Durante una larga etapa el PCE estuvo dirigido por Santiago Carrillo, bien dirigido en mi opinión. Le acompañaban políticos de la talla de López Raimundo, Sánchez Montero, Inguanzo, Manuel Azcárate,  Pilar Brabo, Ignacio Gallego entre otros. Carrillo se pasó de autoritario y cometió errores (el último el de salirse del PCE para crear su propio grupo)  pero mientras estuvo al frente, el PCE era respetado dentro y fuera del Parlamento.

A muchos radicales del momento me gustaría verlos en el lugar del pactista Carrillo aguantado, sin tirarse al suelo, aquel 23-F de 1981 en las Cortes, con los guardias civiles apuntándole con ametralladoras. Desde 1982 el PCE ha tenido media docena de secretarios, pero solo Gerardo Iglesias y Paco Frutos tenían que ver con la cultura comunista y con el movimiento obrero.

La última contribución positiva del PCE fue la creación de Izquierda Unida en 1986 impulsada por Nicolás Sartorius, Gerardo Iglesias y Cristina Almeida. IU fue muy útil frente a la deriva social-liberal del felipismo pero no fue capaz de afianzarse. A Izquierda Unida primero la desnaturalizaron y después la disolvieron en el magma de los populismos.

¿Dónde se habrían situado los dirigentes actuales cuando el PCE condenó la invasión de Checoslovaquia en 1968; cuando creó con monárquicos y liberales la Junta Democrática en 1974; o en los pactos para la transición política entre 1976 y 1978?  El borrado de aquellas páginas sugiere que  estarían más cerca de los grupos de extrema izquierda que entonces tachaban al PCE de “revisionista”.  

Está claro que el partido de ayer no va a volver, pero todavía valdrían algunas de sus recetas. Se echa en falta una fuerza centrada en los problemas principales de los trabajadores (sin por ello desentenderse de nuevas causas sociales también justas); que se desmarque de los nacionalismos  insolidarios; que se preocupe de que las medidas sociales del gobierno como el Ingreso Mínimo Vital y otras prestaciones lleguen a quienes las necesitan y no sean bloqueadas por el corporativismo  y  la burocracia de las administraciones.
 

Curiosidades de la historia...

El Partido de ayer