viernes. 29.03.2024
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Guillermo Moreno.

@jgonzalezok / Pasaron solo 24 horas desde los anuncios de cambios en el gabinete, que incluyeron a las carteras de Economía y Agricultura, el Banco Central y el Jefe de Gabinete, cuando se anunció la renuncia de Guillermo Moreno, el personaje político más pintoresco, influyente y amado/odiado de esta década kirchnerista. A pesar de detentar un cargo menor, Secretario de Comercio Interior, su influencia se hizo sentir mucho más allá de sus competencias formales. Fue un soldado del kirchnerismo que ejecutó las tareas menos agradecidas, y a él se deben algunas de las decisiones más polémicas.

Había entrado al gobierno de Néstor Kirchner como Secretario de Comunicaciones, pero desde el 2005 ocupó la Secretaría de Comercio Interior. Es en ese momento en que la inflación se despierta y Moreno es el encargado de perpetrar la medida que más daño ha hecho a la credibilidad del gobierno. Se hace cargo del INDEC (Instituto de Estadísticas y Censos), echa a los principales funcionarios e impone una nueva metodología para medir la inflación. A partir de ahí, ni los argentinos –que lo sienten en su bolsillo- ni los organismos internacionales creen las cifras que proporciona el organismo, hasta ese entonces muy bien considerado por su competencia técnica.

La manipulación de las estadísticas no solo se limitó al índice de inflación. También a los indicadores sobre pobreza e indigencia –que oficialmente ya casi no existen- o el PBI. Con subidas salariales por encima del 20 %, los índices oficiales de inflación hablan de 10,5 % en el último año. Cifras que por sí solas son suficientes para desmontar los datos oficiales.

Para acallar cualquier opinión en disidencia, multó a numerosas consultoras y asociaciones de defensa del consumidor, que publicasen índices diferentes a los oficiales. En algunas ocasiones los sacó del registro de asociaciones.

Al tiempo que se intervino el INDEC, Guillermo Moreno impuso verbalmente un congelamiento de precios que no se cumplió, a pesar de su amenaza de expropiar supermercados y lanzó diversos planes para todos -Milanesas para Todos, Pescado para Todos, o Ropa para Todos-, que se limitaron a llevar algún camión por alguno de los barrios de Buenos Aires, con mercadería a precios de fantasía. Anunció una nueva tarjeta de crédito para hacer frente a las tradicionales, que nunca llegó a ser una realidad. Y cuando algunos productos se disparaban, llamaba personalmente a los empresarios para exigirlas de manera poco sutil que contuvieran los precios.

Otra de sus obsesiones fue el dólar. Fue uno de los autores intelectuales del llamado cepo cambiario, que impide al ciudadano normal comprar divisas para cubrirse frente a la inflación. Intentó acabar con el mercado paralelo e ilegal del dólar y puso numerosas trabas a las importaciones, incluyendo a los países vecinos, logrando llevar al MERCOSUR a un callejón sin salida. Y también está en su historial el último plan de blanqueo de capitales, que pretendía atraer 4.000 millones de dólares, pero que no llegó al 3 % del objetivo.

Pero no solo intervino en las importaciones, para ahorrar dólares, también actuó sobre las exportaciones y en sectores clave de la economía, como la carne o el trigo, llevando a los mismos a una crisis impensable para el que fuera conocido como el granero del mundo y el de la mejor carne. Hoy hay países como Paraguay que exportan más carne vacuna que Argentina.

Desde su secretaría se impulsaron las principales acciones contra el Grupo Clarín. La fachada y el interior de la dependencia han estado en los últimos años cubiertas con carteles contra el principal enemigo mediático del gobierno, fundamentalmente con la consigna Clarín Miente. Impulsó un informe sobre Papel Prensa, empresa que fue comprada durante la dictadura por Clarín, La Nación y La Razón, y que según la versión oficial fue sacada en la mesa de torturas de las manos de la viuda de David Graiver, su propietario y financista de los Montoneros. La versión no se ha probado, pero ha servido para atacar al Grupo Clarín.

Llegó al extremo de exigir a los grandes supermercados y tiendas de electrodomésticos que no pusieran publicidad de sus ofertas en los medios gráficos, con lo cual mataba dos pájaros de un tiro: privaba a los medios que considera opositores de una importante fuente de ingresos y alimentaba la idea de que no había inflación, por lo cual no se necesitaba publicitar los precios.

Pero, más allá de sus polémicas decisiones de política económica, hubo un estilo Moreno de conducirse. Acudió a la intimidación, los gritos y la humillación de muchos de sus interlocutores. Llegó a la provocación física, como la vez que acudió a una asamblea de Papel Prensa con guantes de boxeo, un casco e impidió que se votara, imágenes inolvidables que pueden verse en YouTube. Tenía su propio grupo de choque que imponía su ley en las oficinas del INDEC y que le servían de guardaespaldas.

Moreno ha sido premiado con el puesto de agregado comercial en la embajada argentina en Italia, pero la diputada Graciela Ocaña ha pedido que la Justicia impida su salida del país, al tener causas judiciales pendientes. Horas antes de anunciarse su renuncia, se presentó en Tribunales en el marco de la causa que lo investiga por abuso de autoridad, en relación con las multas a consultoras privadas que publicaban datos sobre inflación diferentes a los oficiales.

En cualquier caso, la salida del funcionario pondrá contentos a muchos gobiernos extranjeros y a sus diplomáticos en Buenos Aires, pero hay que tener en cuenta que los cambios anunciados el lunes, con el ascenso de Axel Kicillof al frente del Ministerio de Economía, no despejan las dudas en el sector exterior. El joven ministro tendrá ahora todas las competencias, ya no tendrá que soportar que Moreno lo llame pibe, pero su nombramiento supone profundizar el modelo, y no hay indicios de solución a los principales problemas de la economía argentina. La primera reacción de la Bolsa de Buenos Aires, tras conocerse los cambios en el gabinete, fue una bajada del 6,5 %. 

Renunció Guillermo Moreno, el funcionario más polémico del Gobierno argentino