viernes. 29.03.2024

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@jgonzalezok | Ingeniero civil que nunca ejerció, de 56 años, Mauricio Macri va por su tercer matrimonio. Como un típico argentino, tiene psicoanalista, aunque también desarrolló cierta relación con el budismo. Es hijo de uno de los más importantes empresarios del país, Franco Macri, uno de los proveedores del Estado en los 90 y, por tanto, integrante de lo que en su momento se llamó la patria contratista. Aunque trabajó en las empresas familiares, con especial responsabilidad por ser el hijo mayor de seis hermanos, pronto decidió que no quería depender de un padre como el suyo, exigente, absorbente y extremadamente rígido, que nunca estuvo de acuerdo con sus decisiones. Es más, su progenitor llegó a hacer declaraciones de apoyo al gobierno de Cristina Kirchner.  

Hace unos días Daniel Scioli afirmó: “se vota entre un creído de Barrio Parque –uno de los barrios más caros de la capital argentina- o un trabajador del pueblo”. La realidad es un poco diferente: aunque Macri siempre tuvo resuelta su vida, Scioli también, ya que su familia tuvo una cadena de tiendas de electrodomésticos y su padre llegó a ser propietario del canal 9 de televisión.

La entrada en la vida pública de Macri no fue a través de la política, sino del deporte. Fue presidente de Boca Juniors, el club de fútbol con más popularidad e historia del país. Bajo su mando, entre 1995 y 2007, el equipo logró grandes éxitos deportivos, que sin duda le ayudaron a consolidar su imagen popular. Fueron en total 16 títulos, entre torneos locales e internacionales: ganó cuatro veces el Torneo Apertura y dos el Clausura, además de cuatro Copas Libertadores, dos Copas Intercontinentales, dos Copas Sudamericanas y dos Recopas Sudamericanas.

Un hecho que lo marcaría de manera muy profunda se produjo el 24 de agosto de 1991, cuando fue secuestrado por la conocida como banda de los comisarios, que en los 70 habían integrado un Grupo de Tareas de la dictadura. Permaneció en cautiverio durante 14 días en una casa del barrio porteño de San Cristóbal.

En la campaña se le adjudicó ser el representante del neoliberalismo salvaje y de haber estado con la dictadura, afirmaciones que no tienen sustento, como demuestran sus ocho años como alcalde de Buenos Aires. El propio Macri anunció un enfoque económico desde el desarrollismo. Sí estuvo cercano en su momento al menemismo –al igual que Scioli e incluso los Kirchner-, pero no fue hasta el 2002 que fundó el PRO, un partido hijo de la crisis del 2001, igual que el kirchnerismo.  

El politólogo José Natanson, director de la versión local de Le Monde Diplomatique, sostuvo en una columna de Página/12 que asimilar el macrismo con la derecha autoritaria y con la década de convertibilidad era un error. En este sentido, resaltó que el PRO era posterior al neoliberalismo, destacando el hecho de que el partido reivindicaba un papel activo del Estado en la economía.

Es un partido que se aleja en muchos aspectos de los tradicionales: pone énfasis en la gestión, la solución de los problemas: “PRO no tiene un discurso antipolítico, sino post ideológico, en el que la política no tiene que ver con el conflicto entre grandes ideas de nación, sino con la buena gestión, con una gestión honesta, con los buenos planes, las buenas políticas y las buenas personas”, dijo por su parte Sergio Morresi, uno de los autores de un libro sobre el partido de Macri.

Gabriel Vonmaro, investigador del CONICET, dijo hace tiempo al diario La Nación que el PRO había sabido conectar con una sensibilidad de una parte importante de la ciudadanía porteña “que es no peronista o antiperonista, relacionada con los modos de vivir la ciudad: una ciudad verde, que se disfruta, con shows multitudinarios, bicisendas, un imaginario de ciudad que se cree y se quiere cosmopolita. La gestión de PRO se conecta con el boom inmobiliario, el crecimiento de las clases medias y los años de expansión del consumo”.

Macri compitió por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires en 2003, pero perdió en segunda vuelta frente a Aníbal Ibarra. Ganó en 2007 y renovó en 2011. El consultor de imagen ecuatoriano Jaime Durán Barba se convirtió en su principal asesor. Dijo en una entrevista que, cuando conoció a Macri, vio una persona muy inteligente, pero sin formación política, lo que encontró estupendo, aunque le faltaba acercarse a la gente.

Y ese es un cambio evidente. Pasó de ser una persona distante, desconfiada con los extraños, a desarrollar empatía con la gente. Después de haber llevado una vida de verdadero playboy, en los últimos años recorrió el país, tocó el timbre de miles de hogares para hablar con la gente y logró revertir esa imagen. Cambio que incluyó afeitarse el bigote, que le hacía muy parecido a Freddie Mercury.

En el 2010 fue acusado de asociación ilícita por haber montado un esquema de escuchas ilegales contra su ex cuñado, Néstor Leonardo, y el dirigente de la comunidad judía Sergio Burstein. En marzo de 2014 el juez Casanello decidió que no había pruebas suficientes contra él, pero la causa no se archivó.

También se le acusa de favorecer con licitaciones de obras públicas a su mejor amigo, Nicolás Caputo, aunque Macri asegura que fueron obras anteriores a su gobierno. Esto es parcialmente cierto, ya que una de las empresas del amigo de Macri, efectivamente, no tuvo nuevas obras, pero hay otra, en la que tiene un 50 % de las acciones que sí las consiguió.   

En el 2011, cuando Cristina ganó con el 54 % de los votos, no se quiso presentar, ante las encuestas que tenían muy claro el resultado. Su asesor ecuatoriano, Jaime Durán Barba, le dio un argumento contundente: “Ganarle a una viuda es casi imposible y ganarle a una viuda con una economía en crecimiento es directamente un milagro”. Aprovechó entonces su gestión en la ciudad para apuntarlo políticamente, con la vista puesta en el 2015.

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