viernes. 29.03.2024
mauricio macri

@jgonzalezok / El pasado lunes, 23 de noviembre, el presidente electo de Argentina protagonizó un hecho insólito en los últimos doce años. Al día siguiente de su victoria celebró una conferencia de prensa, en la que todo el mundo pudo preguntar, con el tiempo suficiente para preguntas y respuestas, y sin agresiones verbales o cuestionamientos a los periodistas. Ni Néstor Kirchner ni Cristina Fernández se sometieron como presidentes a ese contacto, excepto con periodistas amigos, y en muy contadas ocasiones. La justificación es que ellos se comunicaban directamente con el pueblo, sin necesidad de intermediarios.  

Macri ya adelantó que no hará uso de la cadena oficial y que su contacto con la población será a través de entrevistas o conferencias de prensa. Cristina Fernández usó la cadena nacional en más de 150 ocasiones en ocho años, con el récord este año, en que fueron 44. Aunque la ley dice que este mecanismo está reservado para situaciones graves, excepcionales o de trascendencia institucional, la presidente las utilizó para todo tipo de inauguraciones –de obras públicas y privadas- y para largos discursos de auto elogio, con dos clásicos que no podían faltar: ataques furibundos a la prensa no alineada y a la oposición. En su último discurso, este 30 de noviembre, acusó a la prensa de montar una estrategia comunicacional “para mantener en la ignorancia a los argentinos” sobre las obras que hace el gobierno.

Cuando el próximo día 10 Mauricio Macri reciba de manos de la presidente la banda y el bastón de mando, se retornará a otra práctica que es común en todos los gobiernos del mundo, pero que los Kirchner prefirieron ignorar. Habrá reuniones de gabinete o consejos de ministros. Tanto Néstor como Cristina se reunían bilateralmente con los ministros de turno, pero no fue posible un trabajo en equipo, con posibilidad de intercambio de opiniones. Los ministros, simplemente, recibían órdenes.

El estilo de trabajo de Macri, por el contrario, pasa por escuchar mucho a sus colaboradores e incluso cambiar de idea si éstos lo logran convencer. “Los que conocen muy bien cómo funciona el presidente electo aseguran incluso que si su equipo está convencido de una decisión opuesta a la de él y lo argumentan bien, es capaz de apoyar a sus funcionarios”, escribió Paola Juárez en el portal Infobae. Eso sí, las reuniones no son largas, al igual que sus discursos.    

El futuro jefe de Gabinete, que en teoría es el ministro coordinador o una especie de Primer Ministro, será Marcos Peña. Y parece que va a ser el primero que cumpla con la función que establece la Constitución de 1994, cuando se creó esa figura. Fue una concesión que logró el presidente Raúl Alfonsín en el Pacto de Olivos, que firmó con Carlos Menem. Éste quería, básicamente, reformar el artículo que le permitiese la reelección, mientras que Alfonsín aspiraba a moderar el hiperpresidencialismo. Se aprobó la figura del jefe de Gabinete, aunque a partir de ahí ninguno tuvo realmente ningún poder. En la época de los Kirchner fueron meros portavoces.

El presidente electo es ingeniero y tiene, por tanto, una mente metódica. En la historia argentina, al menos de las últimas décadas, todos los presidentes fueron abogados, incluyendo a Cristina Fernández. Los hombres de derecho son mucho más propensos a la palabra y la retórica, mientras que Macri parece más inclinado a los hechos y a la búsqueda de soluciones.

El presidente electo es muy riguroso con la puntualidad, contrariamente a los Kirchner, que llegaron a hacer esperar a varios jefes de Estado, provocando situaciones diplomáticamente incómodas. En febrero del 2009, por ejemplo, con motivo de su visita oficial a España, Cristina Fernández llegó cuarenta minutos tarde a la cena que le ofrecían los Reyes en el Palacio Real. Antes, Néstor Kirchner ya había hecho esperar al rey Juan Carlos durante el Congreso de la Lengua en la ciudad de Rosario. En las reuniones del G-20 también saben de la impuntualidad de Cristina, que en varias ocasiones no apareció en la foto de familia por llegar tarde. Y ninguno de los dos acudió –sin dar explicaciones- a la gala que la reina Beatriz de Holanda les había preparado en el Teatro Colón, durante su visita a Buenos Aires, en 2006.

Macri parece que va a ser muy cuidadoso para no mezclar sus negocios privados con el Estado y no haya conflicto de intereses, para que no se reproduzca la situación actual, que ha generado sospechas y numerosas y graves acusaciones judiciales contra la familia presidencial. El presidente electo anunció que se constituirá un “fideicomiso ciego” para que se ocupe de su patrimonio, como hacen los presidentes en EEUU. Macri no tendrá conocimiento sobre el manejo de sus bienes y la administración de su patrimonio la ejercerá un tercero, con lo que nunca podría tener posibilidad de actuar con información privilegiada.

En su última declaración jurada de bienes, Macri aseguró que tenía haberes por 52 millones de pesos, aproximadamente unos 3,5 millones de dólares al cambio negro. La presidente, Cristina Fernández, es aún más rica. Declaró 64 millones de pesos, aproximadamente unos 4,2 millones de dólares, descontando ya la mitad de lo heredado de su marido, que tuvo que repartir entre sus dos hijos, Máximo y Florencia. La fortuna de los Kirchner comenzó antes de su llegada a la presidencia, pero desde que se instalaron en la Casa Rosada creció un 843,25 %. Este crecimiento está bajo sospecha y hay varias causas abiertas en la justicia.

La Justicia está tratando de averiguar, por ejemplo, cómo es que un contratista del Estado –Lázaro Báez-, que es a la vez amigo y socio de la familia presidencial, contrató miles de habitaciones de los hoteles de los Kirchner, supuestamente para alojar a empleados que trabajaban en obras situadas a varios cientos de kilómetros de distancia. O por qué Aerolíneas Argentinas, empresa estatal, también contrataba habitaciones en dichos hoteles. En muchos casos no se habrían utilizado los alojamientos, poniendo en evidencia un presunto lavado de dinero.

Pero las verdaderas diferencias entre la presidente que se va y el que llega se empezarán a ver a partir del 10. Ya se discute en torno a las medidas de ajuste que pueda anunciar el nuevo gobierno. El que será jefe de Gabinete, Marcos Peña, le dijo al diario Clarín que “el ajuste es lo que hicieron los últimos cuatro años, no hay que esperar un paquete de ajuste. Tenemos que encarar los desafíos económicos con un proceso de generación de empleo, vamos a tomar medidas que no se tomaron por desidia o falta de capacidad”. En cualquier caso, desde el campo del derrotado candidato Daniel Scioli se reconoce que hay que tomar medidas para hacer frente a una situación económica que llega exhausta al final del mandato de Cristina Fernández. Los contrastes habrá que buscarlos en la eficiencia y la confianza que logre contagiar el gobierno de Macri en la población, los actores sociales y los inversores. 

Macri y Cristina, algo más que dos estilos diferentes