martes. 16.04.2024

La clase media en México: Extraterrestres e ideología

Por César Morales Oyarvide | Lo que suele decirse en México sobre la clase media me recuerda a una de las aventuras de Los 4 Fantásticos, el equipo de superhéroes creados por Stan Lee y Jack Kirby. Específicamente, a un monstruo extraterrestre al que combaten en el número 271 del comic, en 1984.

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@MaxEstrella84 | Lo que suele decirse en México sobre la clase media me recuerda a una de las aventuras de Los 4 Fantásticos, el equipo de superhéroes creados por Stan Lee y Jack Kirby. Específicamente, a un monstruo extraterrestre al que combaten en el número 271 del comic, en 1984.

En esa ocasión, Reed Richards (Mr. Fantastic) cuenta la historia del ataque a nuestro mundo de Gormuu, un guerrero del planeta Kraalo, de color verde y varios metros de altura. El invasor extraterrestre era prácticamente invulnerable a las armas terrícolas e incluso, cuando se le atacaba con “energía radiante”, aumentaba de tamaño.

 Afortunadamente, Richards descubrió que esta aparente ventaja podría ser su única debilidad: al examinar una de las huellas de Gormuu, que extrañamente tenía un enorme perímetro pero muy poca profundidad, Mr. Fantastic llegó a la conclusión de que la criatura crecía sólo en volumen, pero su masa permanecía estable. Por ello, la solución para neutralizar la amenaza era atacarle con más “energía radiante” y hacerlo crecer hasta el punto en que se volviera inofensivo: así, Gormuu se volvió más grande que la Tierra y menos denso que el espacio circundante, lo que lo convirtió, en una “insustancial y decididamente inofensiva nota al pie en la historia de la era atómica”.

La clase media y Gormuu: más grandes, ¿más vulnerables?

La idea que en México predomina sobre la clase media se parece a este temible extraterrestre: en 2009, a contrapelo de toda estadística oficial, hizo fortuna entre algunos opinadores profesionales la fantasía de que México se había convertido ya -o estaba en la senda, prácticamente inevitable, de convertirse- en un país clasemediero: la tradicionalmente raquítica clase media mexicana se volvió de repente, al menos en el discurso, un ente de enorme tamaño. Sin embargo, algunos hechos recientes sugieren también que esta clase media en apariencia titánica es -o al menos, se piensa- fragilísima, como si al aumentar de tamaño no hubiese crecido en fuerza, al igual que Gormuu. Las reacciones ante la última reforma fiscal, aprobada el año pasado, son elocuentes: tanto la propuesta de un modesto aumento en el impuesto sobre la renta al último decil de ingresos  como la de un gravamen a las colegiaturas de las escuelas privadas se recibieron con indignación y alarma pues, se dijo, enterrarían a la clase media sin más trámite.

Esta aparente contradicción me interesa como síntoma de la ligereza que en ocasiones ha exhibido el debate en torno a este tema. No es algo exclusivo de México -y tampoco es el único problema-. Apunto algunos más.

Un particularismo cuestionable

Un problema clásico de los estudios sobre la clase media es la propia definición de su objeto. Como señala Ezequiel Adamovsky en Nueva Sociedad («Clase media»: reflexiones sobre los (malos) usos académicos de una categoría), el problema es que, mirada de cerca, la clase media parece más un “gradiente de clase” que una “clase en sí”.

Pongamos por caso el consumo cultural: si bien la mayoría de los estudios buscan demostrar que la clase media es un ente completamente distinto de las clases alta y baja lo cierto es que los datos muestran más un continuo en la adquisición de este tipo de bienes según el nivel de ingreso que cortes abruptos que demuestren la existencia de “universos separados”.

Otro ejemplo: el caso de los valores. En una investigación de 2011 (Is there such thing as middle class values? Class differences, values and political orientations in Latin America), Luis F. Lopez-Calva, Jamele Rigolini y Florencia Torche intentaron medir la especificidad de los valores y las orientaciones políticas de la clase media latinoamericana a través del análisis de encuestas realizadas en 7 países: Argentina, Brasil, Colombia, México, Perú, Guatemala y Chile. Su conclusión fue que si bien existía una importante correlación entre valores,  orientaciones políticas y nivel de ingreso, no podía establecerse un nexo de causalidad.  Más importante aun es que dicha investigación no revela un particularismo clasemediero sino un cambio gradual en los valores a medida que aumentan los ingresos. Es decir, que no hay prácticamente especificidades ni saltos cualitativos: los valores y orientaciones de la clase media simplemente se encuentran entre los de la clase alta y la clase baja. Sólo en dos casos el estudio encuentra una singularidad de clase media: en el “apoyo a derechos individuales” y en la “tolerancia social”.

Política e ideología de clase media

Exista la clase media como categoría o no, la creciente aspiración por sentirse “de clase media” es real: la mayoría de los mexicanos se consideran de clase media, pese a que las estadísticas oficiales señalan que alrededor de la mitad de la población es pobre. La autopercepción supera por mucho a lo que cabría esperar de estimaciones económicas, algo que también ocurre en otros países latinoamericanos.

El problema con este predominio subjetivo es que su resultado, la homogenización de la sociedad bajo una sola etiqueta, “de clase media”, tiene una pesada carga ideológica. Y no es extraño: el hablar de clase media nos refiere a una categoría social, al menos desde Aristóteles, con un claro carácter normativo, asociada con la moderación y la virtud (por oposición a los extremos, que serían sitio del vicio y el exceso). Y poco importa que la evidencia histórica contradiga este juicio de valor. Piénsese en el reciente protagonismo político de las clases medias en América Latina, tan alejado de la visión tradicional que las ubica como fuente de estabilidad y racionalidad política: como señala el profesor Ludolfo Paramio, se trata de un protagonismo a menudo vinculado a movilizaciones "desestabilizadoras” que llegan a estar animadas por lo que este autor llama una "lógica destituyente". Así la oposición a Chávez o Maduro en Venezuela, a Fernández en Argentina o a Roussef en Brasil. Por no hablar de las experiencias previas que, especialmente en América del Sur, muestran que no puede darse por sentado que el comportamiento político de las clases medias sea naturalmente democrático.

A pesar de este comportamiento político -tornadizo, por decir lo menos- la potencia normativa de la idea de la clase media goza de buena salud. En última instancia, como señala desde The Guardian el periodista Richard Seymour, el discurso en boga  de la hegemonía de las clases medias es otro “fin de la historia”, un fukuyanismo repetido. Resulta apropiado, en ese sentido, que sea el propio Francis Fukuyama uno de los grandes defensores de la idea de una revolución de clase media global, encarnada durante el año pasado lo mismo en las protestas de Brasil que en las de Turquía.

Para esta interpretación, las “protestas de clase media” alrededor del mundo aparecen como medios para fortalecer el actual estado de cosas: buscan perfeccionarlo, extenderlo o profundizarlo, pero no cambiarlo. Las clases medias habrían dejado atrás su natural apático y se habrían vuelto revolucionarias, sólo que el límite de su ambición rebelde sería consolidar el “consenso neoliberal”.

Lo que se oculta y permanece: la desigualdad

Quizá lo más problemático de la universalización subjetiva de la clase media sea que en contextos de pobreza mayoritaria -como el de México- puede llegar a ocultar la permanencia de una de las características más tristemente célebres de América Latina: la desigualdad. Desigualdad que es terreno fértil para el crecimiento de sociedades enfermas, disfuncionales. Llegados a este  punto, la reciente experiencia mexicana ofrece una última lección: en medio de una discusión fiscal y en sociedades desiguales, el discurso clasemediero acaba siendo usado como un dique contra las políticas redistributivas, como el escudo retórico de la insolidaridad.

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