martes. 23.04.2024

Argentina está ahora mucho más cerca de compartir podio con las pseudodemocracias gobernadas por tiranos, en donde el hambre y la miseria campan a sus anchas

Corría el año 2014 y los medios de comunicación reproducían en forma de titular las falacias con las que la por entonces oposición pretendía acumular votos. “Por este camino, vamos derecho a convertirnos en Venezuela”, decía Mauricio Macri respecto de las políticas del kirchnerismo, mientras que  los suyos hacían eco del vaticinio siempre que tuvieran al alcance de su boca un micrófono amigo.

La mesiánica visión apocalíptica del ahora oficialismo se instaló en forma de latiguillo popular, y caló hondo en quienes -ayunos de criterio propio- suelen repetir criterios ajenos como si fuesen elucubrados luego de un análisis sesudo. De esta manera, radicalizado por su propia ignorancia, el votante se dirigió hacia las urnas desconociendo qué intencionalidades existían detrás de aquella insana comparación con la cual el macrismo conquistó la confianza de los más incautos.

Hoy, restando seis meses para el fin de la gestión Cambiemos, aquel oscuro presagio pareciera haber mutado tanto que bien cabría asegurar que ahora es Venezuela la que no desea convertirse en Argentina. En Venezuela, los recursos obtenidos producto de las reformas tributarias son invertidos en programas sociales. En Argentina los recursos obtenidos producto de las políticas aplicadas que perjudicaron al mercado interno y a quienes con él se vinculan, fueron invertidos en maniobras especulativas.

El resultado de la gestión de Mauricio Macri es una Argentina con el peor índice de pobreza de los últimos diez años. Durante su campaña electoral el propio Macri pidió ser juzgado por su “capacidad  para reducir la pobreza”. A poco más de tres años, el macrismo ha generado más de 5 millones de nuevos pobres. Y la cifra va en aumento. La inflación, según sostenía el actual presidente, era algo muy simple de resolver; sin embargo también en este sentido el retroceso ha sido colosal. El país multiplica hoy por 12 la tasa de inflación de los países vecinos, y es el segundo en el ránking de los países de Latinoamérica con mayor inflación.

Los servicios ya son considerados bienes de lujo. La tarifa de gas, desde que asumió Macri, acumula un alza de 750 por ciento, la de electricidad 1640, la del agua 512, la de combustibles 206, la del transporte público 217 por ciento. Más de 25 Pymes (Pequeñas y medianas empresas) cierran diariamente, la actividad industrial cayó un 13, 3 (el peor nivel en 16 años), los despidos en el sector público y privado se cuentan por miles; y el desempleo, según un informe del Fondo Monetario Internacional, se incrementará un 10,9 por ciento en el transcurso de este año.

El derecho a la salud también ha sido avasallado por las políticas económicas instrumentadas por el gobierno de Macri mediante la quita de medicamentos a jubilados y de pensiones por discapacidad. Y en este contexto el presidente argentino aún tiene la desfachatez de mencionar a Venezuela como el ejemplo de país en donde no se respetan los Derechos Humanos. La represión a través de las cual Macri pudo instaurar el modelo neoliberal deja imágenes que no se corresponden con países libres y democráticos. La persecución y estigmatización de opositores, por no mencionar las operaciones mediáticas y judiciales de las que éstos son objeto, son una práctica constante desde que Macri está en el poder.  

A estas alturas, y observando las consecuencias de un modelo que encaja únicamente mediante el uso de la fuerza, la represión y la violencia mediática, bien podría decirse que definitivamente Macri ha logrado alejar de la consciencia colectiva el fantasma de Venezuela. Argentina está ahora mucho más cerca de compartir podio con las pseudodemocracias gobernadas por tiranos, en donde el hambre y la miseria campan a sus anchas.

Argentina, el país que no quería parecerse a Venezuela