jueves. 28.03.2024
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La organización piquetera Barrios de Pie comenzó a recorrer hipermercados del conurbano bonaerense para pedir bolsones de comida, “en solidaridad con las familias humildes para pasar unas fiestas dignas”

@jgonzalezok | La organización piquetera Barrios de Pie comenzó a recorrer hipermercados del conurbano bonaerense para pedir bolsones de comida, “en solidaridad con las familias humildes para pasar unas fiestas dignas”. Plantearon también su situación al jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, pidiendo un bono de fin de año para los trabajadores de cooperativas, beneficiarios de planes sociales y jubilados, considerando que el aumento de precios ha licuado los salarios “y el Estado tiene que hacer una transferencia directa para paliar la situación”.

El jueves, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) disidente, marchará entre la Casa Rosada y el Congreso, a lo largo de la Avenida de Mayo, para exigir un bono a fin de año para los empleados estatales, con el que compensar la pérdida de valor de sus salarios. Y el 26 de noviembre se anuncia otra protesta en la Plaza de Mayo, esta vez de movimientos de izquierda como el Polo Obrero y el MST (Movimiento Socialista de los Trabajadores).

Aunque el gobierno de Cristina Fernández no quiera admitirlo, hay preocupación por el fantasma de los saqueos a fin de año. Cuando afronta el último tramo de su mandato –elecciones primarias en agosto, definitivas en octubre de 2015- su principal preocupación es evitar acabar como todos los gobiernos desde la recuperación de la democracia, en 1983. Alfonsín, Menem y De la Rúa dejaron la Casa Rosada de forma traumática, con graves crisis sociales y económicas. Los tres gobiernos kirchneristas que siguieron a la crisis del 2001 -uno de Néstor y dos períodos de Cristina Fernández-, vivieron un proceso de recuperación, esplendor con crecimiento a tasas chinas y decadencia, que amenaza con acabar también de manera dramática.

Superar con éxito el fin de año es un desafío para todos los gobiernos argentinos, sobre todo en épocas de crisis como la actual. Los convenios colectivos se negocian a principios de año, por lo que a esta altura la inflación ya se comió los aumentos y hay una pérdida evidente del poder adquisitivo, que los expertos sitúan entre el 6 % y el 7 %. En el verano austral, en combinación con las fiestas navideñas, se disparan siempre los precios. Y el descontento social se ve alimentado también por los tradicionales cortes de luz, fruto de años de abandono de las infraestructuras.  

El pasado año hubo rebeliones policiales en numerosas provincias, facilitando de esta forma los saqueos a supermercados en las zonas carenciadas. No era la primera vez que se producían este tipo de pillajes, pero el último año tuvo el agravante de las policías provinciales acuarteladas por sus propios reclamos salariales, que produjeron al menos 13 muertos –nunca se supo la cifra real- y con la sensación de que se deterioraba de forma grave la gobernabilidad del país.

El gobierno dispuso que gendarmes –originalmente destinados a guardar las fronteras-, y las distintas policías, federal y provinciales, estén disponibles en los meses de diciembre y enero, suspendiendo sus vacaciones. Y hasta el Ejército podría ayudar en la logística, según una nota reciente del diario Perfil. Las provincias más conflictivas son Buenos Aires, con su populoso conurbano, Santa Fe y Córdoba. En estos casos por el alto índice de bolsones de pobreza y la alta concentración urbana. Pero hay otras provincias de menor tamaño donde la crisis es más grave aún y puede saltar la chispa.

El gobierno, que ya empezó a tomar medidas en el área de seguridad, y que podría anunciar nuevas partidas de ayuda social, no parece estar dispuesto a otorgar el bono que le piden incluso los sindicatos afines. Con una inflación real del 40 %, el gobierno se aferra a su desprestigiado Indec (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), que calcula una inflación de menos del 25 % para el 2014. Si fuera cierta esta cifra, los trabajadores le habrían ganado a los precios, pero la realidad es bien distinta. Especialmente para los que se ven afectados por el impuesto a las Ganancias: sueldos equivalentes a 616 dólares brutos en el caso de solteros, o a 852 dólares los casados con hijos. En este caso el deterioro salarial puede llegar al 14 %. 

Otra señal de la crisis es que se calcula que este año el consumo caerá entre un 2 % y un 3 %., la mayor caída en los últimos 10 años. Las cifras oficiales han tenido que admitir también un deterioro en las cifras de empleo. La caída en las tasas de actividad está empujando a muchos trabajadores a salirse voluntariamente del mercado de trabajo ante el factor desaliento. 

Asimismo hay una caída en la producción industrial del 6,4 %, comparando octubre de este año con el del 2013. Es la octava bajada consecutiva interanual. Los sectores de manufacturas –sobre todo automovilísticas- y la construcción, son los principales protagonistas de la crisis, pero también se nota fuertemente en el comercio y los servicios.

Las perspectivas para el 2015 no son nada esperanzadoras. El FMI señaló los crecientes desequilibrios económicos: inflación elevada, brecha cambiaria e incertidumbre por la persistente confrontación con los acreedores que no aceptaron los canjes de deuda, a los que el gobierno prefiere llamar, simplemente, fondos buitre. Este litigio tiene impacto negativo en la actividad económica del país al generar incertidumbre. 

Dijo Krugman a su paso por Buenos Aires que Argentina tiene un problema con su déficit, que sería demasiado grande aún sin el problema de los fondos buitre: “Argentina sería menos vulnerable si su política fiscal estuviera mejor controlada”

Un informe de la consultora Econométrica, firmado por Ramiro Castiñeira, augura un 2015 muy complicado. “Sin crédito ni soja, la recesión se acentúa”, es su pronóstico. El crédito solo volverá si hay un arreglo con los fondos buitre, a partir de enero. Y el precio de la soja, principal producto de exportación de Argentina, está muy lejos de la cotización de hace solo algunos meses.

Pero el diagnóstico más inesperado para el gobierno de Cristina Fernández es el del premio Nóbel de Economía, Paul Krugman, citado muchas veces por la presidente y que en el pasado apoyó las políticas del gobierno argentino. Dijo Krugman a su paso por Buenos Aires que Argentina tiene un problema con su déficit, que sería demasiado grande aún sin el problema de los fondos buitre: “Argentina sería menos vulnerable si su política fiscal estuviera mejor controlada”. Una clara referencia al descontrolado gasto público.

También añadió Krugman que fue bueno para el país aplicar políticas no ortodoxas después de la crisis del 2001, pero que la heterodoxia duró demasiado: “Es bueno preocuparse por la justicia social, por la desigualdad, por el estado de los trabajadores, por el destino de los pobres, pero debe hacerse de una manera muy realista. No significa que siempre debamos ser ortodoxos en la economía pero, a veces uno sí tiene que ser algo ortodoxo”.

Argentina empieza a preocuparse con posibles saqueos