viernes. 19.04.2024
sanchez_feijoo_Interior

Primero. De la misma forma que, salvo a la ultraderecha, a nadie se le ocurriría decir que la guerra civil en España y la carnicería posterior la empezó el gobierno de la República, alzando al ejército contra el gobierno legalmente constituido, salvando las distancias, a pocos se le ocurrirá, con el paso del tiempo, decir que el deterioro institucional que sufre España lo inició el gobierno de izquierdas bloqueando la renovación del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional, y la mayoría coincidirá en que tal desastre lo inició el PP tras los atentados del 11M (2004), con la teoría de la conspiración de un supuesto contubernio entre ETA, los autores intelectuales del horrible atentado de Atocha y la oposición política, acusando a la izquierda de dar una suerte de golpe de Estado en complicidad con otros poderes del Estado, sustituyendo asimismo a partir de entonces los argumentos políticos por unas acusaciones desproporcionadas de "Gobierno ilegítimo y desmembrador de España" que nos han venido acompañando, con el catalizador que ha supuesto para la derecha la moción de censura y luego la derrota electoral con el gobierno de coalición socialcomunista y sus apoyos parlamentarios independentistas y filoetarras, hasta el día de hoy.

Segundo. Defensor autoproclamado de la democracias en el mundo, a los Estados Unidos a menudo se les ha considerado gendarme y guardián de las esencias de los valores occidentales, pero quizá resulte más apropiado preguntarse si en su historia no sobresalen otras cosas más representativas y menos confesables: su apoyo a las dictaduras de Latinoamérica y en el mundo árabe, las mentiras con las que justificó la guerra de Irak, junto a su permanente discriminación racial interna con los derechos civiles convertidos en el permanente campo de batalla. Estigmas que dieron lugar, en una fecha reciente, el 6 de enero de 2021, a que un presidente nacional populista como Trump asestase un golpe a las instituciones democráticas, nada menos que con un asalto al Capitolio, e intentase consolidarlo mediante todo tipo de presiones y excusas con objeto de manipular los resultados electorales y evitar los recuentos, en un intento de hacerse pasar por víctima, siendo por el contrario el villano.

Es bien sabido que cuando se aprende a dar los primeros pasos, se acaban dando los siguientes, y eso es lo que pasó con el PP, que tras ver que perdía su oportunidad de volver a ser el partido del gobierno, se entregó a un radicalismo hueco y reaccionario, y a vivir de la memoria de los atentados de ETA y de aquel pasado de crímenes horrendos, a los que luego añadió el memorial de agravios del Procés y la huida hacia adelante de los nacionalistas, con los que Anar hablaba catalán en la intimidad, y su incapacidad para el diálogo, la negociación del Estatut y el pacto territorial.

El PP, tras ver que perdía su oportunidad de volver a ser el partido del gobierno, se entregó a un radicalismo hueco y reaccionario

Después de todo lo anterior, el hombre que "no venía a crispar", el líder que traía fama de "gestor", Feijóo, se ha convertido en el heredero de las deudas históricas del PP, de sus lazos con la ultraderecha y la corrupción, y en una caricatura de Aznar y Casado, sometido por los poderes que se arrogan la dirección última de la estrategia de la derecha, los que de verdad mandan desde fuera de los órganos del partido y a veces desde el Estado profundo, y ha traído crispación y frustración a raudales con momentos más clamorosos ("el gobierno está en llamas"), si cabe, que los de sus predecesores.

El hombre que "no venía a crispar", el líder que traía fama de "gestor", Feijóo, se ha convertido en el heredero de las deudas históricas del PP

En el contexto actual, caracterizado por un gobierno de coalición de las izquierdas que se siente cómodo cuando se habla de la economía y el empleo, y una derecha que está, por eso mismo, en fuera de juego, porque la política económica está repleta de datos positivos y con buenas cifras de creación y de calidad del empleo, este contexto, decíamos, es especialmente propicio, no solo para demostrar que la izquierda supera a la derecha en gestión de la economía, sino también para mostrar la superioridad de las democracias sobre las autocracias y las dictaduras, que no pasan precisamente por uno de sus mejores momentos: por un lado, con la derrota de Bolsonaro frente a Lula y con los malos resultados de los seguidores de Trump en las elecciones de mitad de mandato en los USA, por otro por la invasión injusta e ilegal de Ucrania por Putin y la situación de estancamiento, y en tercer lugar por el papel de China en la pandemia, con la crisis de su estrategia del cero covid íntimamente unida a su modelo autoritario y al desarrollo de las tecnologías de control y sin embargo su desarrollo fallido de vacunas y de vacunación, que han dejado sin inmunidad a más de un tercio de la población de más edad y más vulnerable. La última de Orbán: la transferencia de la propiedad de una veintena de universidades públicas a fundaciones privadas.

La política económica está repleta de datos positivos y con buenas cifras de creación y de calidad del empleo

Tercero. Empieza 2023 y seguiremos hablando de la supremacía de un sistema político sobre el otro (democracias / autocracias), de una globalización que está sufriendo una importante desaceleración, de los fenómenos climatológicos extremos como evidencia de la emergencia climática y, también, de otro de los temas de moda: de cómo la inteligencia artificial sigue favoreciendo a las autócratas, gracias a sus legislaciones más permisivas en relación con la vigilancia de los ciudadanos. Mediante la inteligencia artificial será más fácil conocer nuestros gustos y preferencias y, por consiguiente, los dictadores la utilizarán para controlar más a sus sociedades. Dicho lo anterior, es irrefutable que, en el terreno de los hechos, la inteligencia artificial, por cuya supremacía pugnan China y Estados Unidos, se asocia ya en la actualidad, lo queramos o no, también a la superioridad económica y militar.

La revolución tecnológica tampoco revierte en pro de los ciudadanos siguiendo un modelo social y político transparente y horizontal

Es importante destacar que la digitalización en su conjunto, en su vertiente más disruptiva, más allá del espejismo inicial de democracia participativa, ha verticalizado, y lo seguirá haciendo, el flujo de información. En esencia, es así como hemos llegado hasta aquí y, hay que reconocer que esto es así, también, en nuestras democracias occidentales, muchas de cuyas instituciones se han verticalizado por la tecnología digital, de manera que la revolución tecnológica tampoco revierte en pro de los ciudadanos siguiendo un modelo social y político transparente y horizontal. En este sentido, tanto el gobierno progresista en este último año de legislatura y en la presidencia española de la UE, como la Comisión y el Parlamento Europeo no deberían dejar de profundizar en la calidad de la democracia y de los servicios públicos, combatiendo su famoso "déficit democrático" con la máxima transparencia.

Entre corrientes de fondo y turbulencias al inicio de 2023