viernes. 26.04.2024
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Pleno del Congreso de los Diputados

Los votos decidirán el próximo 28 de mayo qué gobiernos serán posibles en los 8.131 municipios existentes en España y en las 12 Comunidades Autónomas que afrontan elecciones (todas, excepto Andalucía, Castilla y León, Cataluña, Galicia y País Vasco). Ese mismo día, también se elegirán cientos de representantes políticos en otras instituciones y entidades territoriales: los Cabildos insulares de Canarias; las Juntas Generales del País Vasco; los Consejos insulares de Mallorca, Menorca e Ibiza; las Asambleas de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla; el Consejo General de Arán; alcaldes y alcaldesas de pequeños municipios con concejos abiertos y alrededor de 3.500 alcaldes o alcaldesas pedáneas de las Entidades de Ámbito Territorial Inferior al Municipio. 

Alrededor de 23 millones de votantes (de un total de 36,6 millones con derecho a votar) participarán en esta gran movilización democrática y elegirán cerca de 72.000 representantes políticos, entre los cientos de miles de candidatos que han incluido sus nombres en las listas electorales y se ha comprometido en la defensa de sus programas o propuestas. Los votos decidirán qué partidos, coaliciones y personas podrán constituir los gobiernos de las instituciones del Estado más próximas a la ciudadanía. También, qué prioridades guiarán la acción política de miles de equipos de gobierno en el ejercicio de sus más que notables competencias y en la recaudación y gestión del dinero público asociado a esas competencias.

Las elecciones del 28M suponen la primera etapa de un largo periodo electoral que durará hasta finales de año

Aunque se repiten cada 4 años desde hace décadas, las del 28M no son unas elecciones más. Suponen la primera etapa de un largo periodo electoral que durará hasta finales de año y acabará decidiendo si se mantiene la opción de mejorar la acción política desarrollada por el Gobierno de coalición progresista que ha presidido Pedro Sánchez o se impone la alternativa de un gobierno derechista encabezado por Feijóo o por Ayuso, cargado de ánimos de revancha y que centra sus objetivos en derogar el “régimen sanchista” y revertir los avances realizados en esta legislatura en materia social y económica, derechos y libertades. Por muchas vueltas que se le den o por mucha imaginación que se le eche, no hay más opciones ni otra alternativa.  

Las encrucijadas del periodo electoral

La importancia de los resultados electorales del 28M proviene, sin duda, del mucho poder institucional que está en disputa, la gran cuantía de los presupuestos públicos que están en juego y su conexión con las transiciones estructurales que están en marcha y con el reforzamiento o deterioro de bienestar que pueden ofrecer o quitar a la ciudadanía. Pero sus consecuencias van más allá. Proporcionarán también un termómetro del estado de ánimo de la sociedad y dibujarán un mapa más preciso que cualquier encuesta de cómo se traducen los afanes sociales en respaldos a las muy diferentes opciones políticas que representan a una ciudadanía muy plural, razonablemente preocupada y crecientemente tensionada.

A la luz de ese mapa político, los partidos tendrán la oportunidad de redefinir las grandes líneas de sus políticas de comunicación y, en un horizonte más estratégico, los proyectos de país y de Europa que propugnan. A las fuerzas progresistas sólo les vale reforzar su cooperación. Y en el caso particular de las fuerzas que hemos convenido en situar a la izquierda del PSOE, negociar y definir con claridad los rasgos principales de la plataforma que les permita sumar fuerzas, votos e inteligencia. Sólo así, si suman, podrán contribuir a derrotar a las derechas en las elecciones generales.    

En materia de concentración del voto y de alianzas, las fuerzas retardatarias de las derechas van varias leguas por delante de las izquierdas

Los resultados del 28M también proporcionarán nuevas evidencias de la capacidad destructiva de energías y conciencias que conlleva las pugnas cainitas entre socios y los relatos que las justifican. Lejos de conseguir una reafirmación partidista o unos gramos más de poder institucional, las descalificaciones y los ataques sumarios entre partidos que comparten alianzas y el mismo o parecidos espacios políticos generan sectarismos, melancolía y desmovilización.   

Las derechas, por el contrario, ya han alcanzado un alto nivel de integración y comparten esfuerzos en la tarea de inflamar la polarización política y social que necesitan para que su guerra cultural y su mundo de verdades alternativas tomen asiento en la sociedad y dificulten un debate público mínimamente racional. Para ganar posiciones institucionales, a las dos opciones de la derecha les vale cualquiera de las versiones en las que se puede concretar su victoria electoral: gobiernos en solitario del PP que contarían, sin duda, con el apoyo de la ultraderecha o gobiernos de coalición derechista entre PP y Vox. No es igual, aunque sus efectos serían parecidos. En materia de concentración del voto y de alianzas, las fuerzas retardatarias de las derechas van varias leguas por delante de las izquierdas.

De cara a las elecciones generales, el hipotético escenario de un gobierno de gran coalición entre el PP y el PSOE no puede sostenerse ni en las políticas de alianzas que pregonan los partidos llamados a coaligarse ni en las preferencias de la ciudadanía que señalan todos los sondeos. La situación puede, no obstante, verse modificada en los próximos meses si la situación internacional se agrava, sea por la escalada de la guerra de Ucrania, el estallido de una nueva crisis financiera en Europa o la reaparición de dificultades mayores en el abastecimiento energético de la Unión Europea. Tales situaciones podrían aumentar las posibilidades de una gran coalición que hoy es muy improbable.

El PP avanza, tras engullir la mayoría del voto de Cs, mientras Vox mantiene sus posiciones y resiste la presión del PP

Estas son las encrucijadas básicas que iluminarán las urnas el próximo 28M. Los votos desvelarán con qué fuerza soplan los vientos a favor de las fuerzas autoritarias y derechistas y los apoyos de la ciudadanía a sus programas cargados de propuestas excluyentes, insolidarias y negacionistas de consensos científicos básicos. Las izquierdas y las fuerzas progresistas no han perdido, ni mucho menos, sus opciones, pero no pueden descuidarse ni caer en ensoñaciones que no inciden en lo posible ni parten de la cruda realidad: el PP avanza, tras engullir la mayoría del voto de Cs (convertido ya en un residuo irrelevante en fase terminal), mientras Vox mantiene sus posiciones y resiste la presión del PP. Sin olvidar que la normativa electoral concede mucha ventaja a los grandes espacios electorales que concentran sus votos en pocas opciones y los transforma en escaños sin pérdidas importantes.

En tal situación, es suicida que las fuerzas progresistas sigan empleando parte de sus energías en descalificaciones y ataques estériles que buscan la reafirmación partidista frente a sus actuales socios o potenciales aliados, pero acaban perjudicando al conjunto del espacio electoral de izquierdas. Sólo mediante la cooperación podrán ganar apoyo electoral, seguir gobernando a favor de la mayoría social y mantener el impulso de los necesarios cambios estructurales que apenas han comenzado a desarrollarse.

Las fuerzas que se sitúan a la izquierda del PSOE no deberían perder de vista lo esencial: su suma en una plataforma común es imprescindible para convertir sus apoyos electorales en escaños e impedir la vuelta atrás.  

La gobernabilidad va a depender de unos pocos cientos o miles de votantes que aún no han decidido por quién votarán o si van a votar. Así lo indican los sondeos electorales. Hay millones de votantes que no van a ejercer su derecho a votar o que aún no tienen claro si votarán y qué papeleta elegirán.

Para el 28M, las encuestas muestran también la existencia de fuerzas de izquierda que le disputan al PSOE la condición de primera fuerza electoral progresista en muchos municipios y, en menor medida, comunidades autónomas de especial peso y relevancia, como las alcaldías de Barcelona, Madrid y Valencia o la presidencia de la Comunidad de Madrid. Esas fuerzas se llaman Barcelona en Comú, Compromís o Más Madrid y sus cabezas de lista son, por méritos propios, Ada Colau, Joan Ribó, Rita Maestre y Mónica García. Se trata de fuerzas políticas progresistas de nuevo tipo que han sido capaces de preservar su apoyo social y su peso electoral y conseguirán porcentajes de votos de 2 dígitos.  

Señalar estos buenos ejemplos permite destacar la heterogeneidad de situaciones que viven las opciones situadas a la izquierda del PSOE: en unos casos disputan la hegemonía al PSOE; en otros, pugnan por alcanzar el 5%. Todo es importante, pero no representan lo mismo. Lo que demuestra, de paso, que es posible obtener buenos resultados electorales en condiciones tan poco propicias como las actuales.  

Las implicaciones de los resultados electorales del 28M   

En poco más de una semana veremos si los resultados electorales confirman las posibilidades que señalan las encuestas y, a partir de esos datos, podremos observar el mapa político tal y como es, no en función de ensoñaciones o presunciones sobre lo que debiera ser o nos gustaría que fuera. En la mayoría de las instituciones territoriales en disputa con las derechas, las opciones a la izquierda del PSOE tendrán un papel aparentemente secundario, aunque determinante: armar coaliciones progresistas que, en general, estarán encabezadas por el PSOE y tendrán como propósito el impedir que las derechas del PP y Vox gobiernen y apliquen políticas contrarias a los intereses, necesidades o preferencias de la mayoría social. Es tan importante ser conscientes de la situación de declive o estancamiento de las izquierdas como de la necesidad de identificar sus causas y de encontrar los revulsivos que permitan afrontarlas y remontarlas cuanto antes.  

Así las cosas, lo más probables es que tras el 28M las incertidumbres subsistan. No parece que el mensaje de las urnas vaya a ser suficientemente nítido o explícito y pueda desencadenar cambios inmediatos en las estrategias políticas de las principales fuerzas y coaliciones políticas. La digestión de los datos va a ser larga y la simple constatación de los insuficientes apoyos electorales obtenidos no podrán sustituir las complejas tareas políticas por hacer. En especial, las de clarificar y desarrollar la plataforma electoral común de la izquierda del PSOE.

Contamos ya, de cara a las elecciones generales, con las líneas maestras de Sumar, como maqueta o prototipo de esa plataforma común, y del liderazgo, simpatías y confianza ganados por Yolanda Díaz gracias a su gestión como vicepresidenta y ministra del Gobierno de coalición progresista. Ambos factores son los pilares básicos de una propuesta organizativa, política y social a la que sólo le falta la adhesión de la dirección estatal de Podemos para seguir desarrollándose.

¿Es posible la inclusión de Podemos en Sumar? Este interrogante provoca una incertidumbre radical, porque no admite ningún cálculo de probabilidad y la respuesta no depende de la opinión o las preferencias de la ciudadanía progresista. Hay indicios que permiten conjeturar que se puede conseguir. Y lo más importante no es vaticinar lo que pueda ocurrir, sino hacer lo posible para que pueda ser. Se trata de una propuesta de suma positiva que beneficiaría a todos los componentes de Sumar y al conjunto de las fuerzas llamadas a sostener y participar en el nuevo Gobierno de coalición progresista. No hay que valorar únicamente lo que puede aportar la dirección estatal de Podemos con su adhesión a Sumar, sino también los daños que puede ahorrar la división y los muchos ruidos que acarrearía, contribuyendo a radicalizar una confrontación política evitable y a justificar un resistencialismo y testimonialismo simbólico ajenos a la acción política posible. 

La consolidación de una plataforma política y social progresista y abierta como la que representa Sumar permitiría remontar la situación, ya que ofrece una propuesta electoral suficientemente potente, lo que podría activar y atraer al voto de izquierdas, y suficientemente explícita en sus propuestas y política de alianzas, lo que daría confianza al electorado de que los votos a Sumar se convertirían en escaños e impedirían la pesadilla de que se constituya un gobierno derechista.   

¿Y si la dirección de Podemos prolonga en demasía su pulso para conseguir mayores cuotas de poder en Sumar y frustra el impulso que puede abrir un acuerdo a la izquierda del PSOE?

¿Y si la dirección de Podemos prolonga en demasía su pulso para conseguir mayores cuotas de poder en Sumar y frustra el impulso que puede abrir un acuerdo a la izquierda del PSOE? Supondría un grave tropiezo. En las manos de Podemos está, fundamentalmente, evitarlo. Y en las manos de Sumar, garantizar que no haya obstáculos innecesarios a su incorporación. Si la dirección de Podemos decide finalmente no integrarse en Sumar, debería quedar suficientemente claro que se debe a una valoración particular que no aprecia las oportunidades que ofrece Sumar para conseguir un mayor peso electoral y parlamentario o a que aprecia que el momento político no exige todo lo posible por renovar el Gobierno de coalición progresista.

En la izquierda del PSOE existen dudas estratégicas que convendría esclarecer cuanto antes. A un lado, una orientación basada en el resistencialismo y el atrincheramiento político frente a la ofensiva derechista, de cara a una nueva etapa en la que la guerra cultural y mediática tendría un papel decisivo en la tarea de acumular fuerzas durante un largo periodo de tiempo. Al otro, las opciones que defienden la necesidad de dotarse de forma inmediata de una plataforma común y desarrollar un campo de alianzas lo más amplio posible que permita dirigirse a la mayoría social, derrotar electoralmente a las derechas y dar continuidad al Gobierno de coalición progresista.

Lo normal y lo racional es que concluya cuanto antes una pugna que no tiene ni ofrece ningún futuro

Por muchas razones o relato que se esgriman, nada justificaría que Podemos no se incorpore al empeño y al proyecto de Sumar y al diálogo y la negociación pendientes destinadas a concretar, en pie de igualdad con el resto de fuerzas que ya han expresado su adhesión a Sumar, las normas de funcionamiento, la composición de las listas o los ejes de la comunicación política común en las elecciones generales.

Nada justifica, en ningún caso, que se mantenga una posición de confrontación abierta y sin una mínima autocontención entre los actuales socios del Gobierno de España o contra los actuales o potenciales componentes de Sumar. Ni por parte de Podemos ni de ninguna otra fuerza progresista o de izquierdas.

Las riñas que se han vivido en los últimos meses, que ya han ocasionado daños notables que aflorarán en los resultados electorales del próximo 28M, no llevan a ninguna parte ni añaden nada a las tareas y objetivos del momento.

Lo normal y lo racional es que concluya cuanto antes una pugna que no tiene ni ofrece ningún futuro. Mientras tanto, sólo cabe desear que el trabajo que desarrollan las decenas de miles de activistas que sostienen las campañas municipales y autonómicas de todas las opciones progresistas sea lo más fructífero posible. Y que sus esfuerzos puedan culminar, tras las próximas elecciones generales, en la construcción de un nuevo Gobierno de coalición progresista.    

Elecciones del 28M y momento político