martes. 19.03.2024

El próximo año 2023 se celebrarán las elecciones locales, autonómicas y generales en un contexto interno e internacional muy delicado, sin que podamos prever el alcance y la profundidad de las grietas económicas, sociales o geopolíticas abiertas en los últimos años. Las urnas volverán a ejercer de agrimensoras de la superficie electoral ocupada por cada fuerza política y, muy probablemente, reflejarán dos acontecimientos asociados: el PSOE mantendrá la preponderancia en el espacio progresista y de izquierdas, pero Sánchez no podrá formar ni presidir el nuevo Gobierno de España con el único apoyo del grupo parlamentario socialista.

Esas premisas ayudan a percibir con claridad el problema clave a resolver por el conjunto de las fuerzas progresistas y de izquierdas: no basta con el ascenso electoral del PSOE para prolongar y mejorar en la próxima legislatura la acción política gubernamental a favor de las grandes mayorías sociales, la transición energética y la extensión y protección de derechos, oportunidades y libertades de la ciudadanía, sin exclusiones de ningún tipo. Será imprescindible también que las fuerzas políticas y sociales situadas a la izquierda del PSOE se recuperen. No hay proyecto de país inclusivo, plural y democrático que no pase por el reforzamiento electoral del PSOE y del resto de grupos parlamentarios progresistas y de izquierdas y por su confluencia en un nuevo gobierno de coalición. Todo lo demás es contingente.

En unas condiciones extraordinariamente adversas, el actual Gobierno de coalición progresista ha hecho bien su trabajo. En su gestión, ha habido insuficiencias, errores, disputas internas injustificables y faltas de coherencias entre lo dicho y lo hecho o entre los fines aireados y los medios aprobados para conseguirlos, pero el saldo hasta ahora es claramente positivo.

El PSOE y Sánchez han sabido capitalizar los aciertos de la acción política gubernamental y los errores cometidos por las derechas camorristas

El PSOE y Sánchez han sabido capitalizar los aciertos de la acción política gubernamental y los errores cometidos por las derechas en la oposición de algarada y camorrista que practican. Al PSOE le basta con señalar los contenidos y logros de la mayoría de las medidas políticas aprobadas y de las que aún restan por aprobar y aplicar en el tramo final de la actual legislatura para disputar al PP la posición de partido más votado. Pero no es bastante para seguir gobernando.

Las fuerzas de izquierdas que comparten con el PSOE el Gobierno de España, en cambio, se han debilitado por previsibles acosos externos y por deméritos propios evitables que concluyeron en la dimisión de Pablo Iglesias como vicepresidente del Gobierno y la renuncia formal a todos sus cargos orgánicos en Podemos. La recuperación del espacio político de izquierdas que aspira a seguir gobernando junto al PSOE e influyendo en la definición de las políticas gubernamentales es fundamental para que el esfuerzo reformador a favor de la mayoría social realizado en la actual legislatura no se agoste prematuramente.

No parece posible avanzar en esa recuperación si Podemos no hace bien las tareas que le incumben: reparar parte de los vínculos perdidos o deteriorados con organizaciones, sectores sociales y personas que se han ido distanciando de su proyecto político; confirmar, sin plantear condiciones inasumibles, el liderazgo que se ha ganado con su buen hacer Yolanda Díaz, como ministra de Trabajo y vicepresidenta segunda del Gobierno; contribuir a la construcción de un habitable espacio político y, sobre todo, social de encuentro, más ancho y sólido que el que hoy supone Podemos y que tampoco puede ofrecer Unidas Podemos tras una implosión de la confianza mutua entre sus componentes que no parece reversible. Esas deberían ser las tareas más relevantes del momento, pero no lo son. Repasen las prioridades, los hechos y los mensajes de Podemos o de Pablo Iglesias en el último mes y comprobarán que tienen poco que ver con esas tareas.

Predominan, en cambio, una visión y una práctica extremadamente miopes que contraponen las tareas de recuperación de Podemos con las orientadas a impulsar el conjunto del espacio político progresista que apuesta por seguir gobernando en coalición con el PSOE para desarrollar políticas de protección social y extender y consolidar derechos, oportunidades y libertades. No parece razonable que la recuperación de Podemos se vea asociada a un intento de maniatar o diluir el liderazgo de Yolanda Díaz y condicionar su capacidad de decisión en las tareas de ensanchar la influencia del conjunto del espacio político en el que se inscribe Podemos y de ampliar el perímetro del espacio social que se quiere activar, con el que se pretende establecer un diálogo más fluido y al que se aspira a representar electoralmente.

Debe tenerse en cuenta, además, que la tarea se ha complicado sobremanera por la aparatosa escenificación de los desencuentros con Yolanda Díaz y con el PSOE realizada por Pablo Iglesias en las últimas semanas. Puede tratarse, como sostienen algunos, de un simple error reversible o de una doble llave de judo que no busca derribar, sino reconducir la actuación de unos socios que se consideran potenciales rivales. Con una percepción muy diferente, otros analistas temen sea una estrategia diseñada con el claro objetivo de limitar la libertad de movimientos y el liderazgo de Yolanda Díaz, condicionar sus decisiones y asegurar que Podemos seguirá jugando un papel dirigente decisivo en el Gobierno de coalición progresista que pueda formarse tras las elecciones generales. Ya veremos.   

Un programa a corto plazo de acción política progresista viable y un proyecto de país para esta década requieren del apoyo de una amplia mayoría social y electoral y de la cooperación entre el conjunto de fuerzas progresistas que consideren que la acción política institucional es susceptible de ser utilizada para mejorar la vida de la mayoría social y el conjunto de la ciudadanía. En esa tarea no caben exclusiones ni condiciones que perjudiquen el trabajo de ensamblaje y cooperación de todos sus componentes potenciales.

La izquierda del PSOE tiene por delante una obra descomunal e inédita de ingeniería política que puede ser dinamitada con relativa facilidad por propios y extraños

La izquierda del PSOE afronta una delicada operación de escucha, diálogo, discreción y concesiones que, en opinión de la mayoría, sólo está en condiciones de conducir Yolanda Díaz, la líder que ha asumido ese objetivo y concita mayores simpatías y apoyos para llevarlo a cabo. Si esta hipótesis fuera correcta, sería obligado reconocer cuanto antes esa posición de liderazgo que se ha ganado Yolanda Díaz y dejar que trabaje en esa dirección con la suficiente libertad de movimientos y la correspondiente asunción de responsabilidad por los resultados que vaya alcanzando. Pero también exige que sean considerados y atendidos los legítimos intereses de cada una de las partes que comparten esfuerzos en el objetivo común de asegurar la continuidad de un gobierno y unas políticas progresistas que mejoren y profundicen la labor comenzada en enero de 2020 por el actual y legitimo Gobierno de España.

Ahora, la izquierda del PSOE tiene por delante una obra descomunal e inédita de ingeniería política que puede ser dinamitada con relativa facilidad por propios y extraños y que, por ello, necesita grandes dosis de responsabilidad, acierto y suerte para ser culminada.

En el esfuerzo de generosidad y ensamblaje capaz de curar heridas y superar rencillas que hay que realizar, la labor y la responsabilidad de los órganos de dirección existentes en las distintas fuerzas políticas son primordiales. Pero simpatizantes y activistas no pueden contentarse con observar la escena o sumarse a los coros de plañideras, aplaudidoras u odiadoras de los distintos alineamientos partidistas que van y vienen al calor de una actualidad efímera. Hace falta adoptar una visión a medio y largo plazo si se quiere contribuir a sumar y exigir sentido común y responsabilidad a todas las personas y organizaciones que participen en el complejo proceso que apenas inicia su camino y que necesita para crecer y madurar de todos los cuidados posibles.

En los últimos días he mantenido ocasionales y amigables conversaciones con miembros de los diferentes componentes del espacio político y social por ensamblar que me han transmitido unas gotas de optimismo y, pese a las apariencias del instante, un ambiente más abierto al diálogo y al disenso, menos colérico y crispado que en los últimos meses. Lo que autoriza a pensar que se ha reforzado la corriente de opinión propicia a la delicada operación de ensamblaje que conduce Yolanda Díaz. Ojalá se confirme. Y ojalá que los líderes que solo perciben los retrocesos particulares que puede ocasionar el avance del conjunto ganen en prudencia y no pretendan ajar la compleja operación que pretende Sumar con el liderazgo de Yolanda Díaz.

Las pugnas que afectan periódicamente al Gobierno de coalición y las que de forma recurrente sacuden el espacio político situado a la izquierda del PSOE deberían amainar y situarse en un marco de cooperación más sólido que impida que cualquier diferencia ponga en cuestión la imprescindible continuidad de la colaboración. Ni siquiera los desencuentros que se van a producir en torno a próximas candidaturas y campañas municipales y autonómicas deberían desembocar en un recrudecimiento de las tensiones. Esas labores de defensa consciente de la colaboración y del sosiego forman parte de una tarea colectiva en la que nadie puede escurrir el bulto.

No sólo están en juego siglas y nombres, sino toda una época y un proyecto progresista inclusivo, solidario y democrático de país y de Europa.

La necesidad de Sumar