martes. 19.03.2024

Desde hace ya décadas el Partido Popular, y tras la salida de Fraga, se encomendó a dirigentes de lo que se viene llamando eufemísticamente “bajo perfil”. Fraga era todo lo contrario. El prototipo del fascista español. Incomparable. Salvo quizás con Don José Calvo Sotelo, aquel que, durante la República, encabezara Renovación Española. Y como tal, irrepetible.

Él no necesitaba banderitas en la muñeca ni en los slips. Acuérdense del bañador de Palomares. Aquellos sí que eran fascistas, y no los de hoy en día. Que son como de tebeo. De Roberto Alcázar y Pedrín. Y algunos ni siquiera. Tocan de oído. Lo que no les quita mala leche. Ni peligro.

De los de bajo perfil, el primero fue Hernández-Mancha, ¿se acuerdan de él? No era, aparentemente, mucha cosa. Nada en comparación con Fraga. Un personaje al que era de plena aplicación lo del chiste de la despedida del duelo en que el interpelado con la frase hecha de “no somos nadie”, replica aquello de “eso lo será Ud., que yo soy Abogado del Estado”. Era lo único que hacía de él “alguien”, en términos políticos. Ahí empezó el embelesamiento del PP, y Ciudadanos y Vox, por los Abogados del Estado.

En un contexto de creciente ignorancia y falta de formación, los Abogados del Estado venían teóricamente a aportar todo aquello de lo que carecía la clase política de derechas. Una pátina de saberlo todo, aunque fuese por oposición, de memorieta. ¡Qué peñazo! Hoy afortunadamente solo nos quedan Martínez Almeida y Edmundo Bal. Creo que, afortunadamente, por poco tiempo. Ambos. Pero del pobre Hernández Mancha, como del “Finado Martínez” de Pepe Iglesias el Zorro, “nunca más se supo”. Como los mensajes de Control al zapatófono de Maxwell Smart en la serie Superagente 86, él mismo se autodestruyó en tres segundos.

A él le sucedió Aznar, un personaje odioso desde el inicio, prendado de sí mismo e insoportable del todo desde que visitó a Bush hijo, del que dicen los americanos que ha sido el Presidente más tonto de la historia de los Estados Unidos. Lo que parece ser especialmente meritorio. Más insoportable desde que empezó a hablar el castellano con acento tejano. Ya sé que es subjetivo, pero permítanme recordarles que el sujeto soy yo. Y si además me acompaña en la opinión Doña Cayetana, pues tanto mejor. Siempre me cayó bien esta señora, aunque nunca supe por qué. Me reafirmo.

Y a Aznar le sucedió nuestro peculiar George Bush hijo, M.R. que, por no saber, no sabía ni sus iniciales. Como político fue una desgracia, el ejecutor de la política ultraliberal más salvaje, pero hay que ver lo que nos hizo reír. Cuentan que, a Aznar, cuando pidió consejo para nombrar su sucesor, el oráculo le respondió “cualquiera menos Rajoy”. Desafortunadamente, no debió oír lo de “cualquiera menos...”. Pero, a fin de cuentas, la cosa para el Partido no salió mal del todo. Podría haber salido peor, si hubiera oído la frase completa y hubiera designado a Rato. Los oráculos fallan tanto como yo rellenando el euromillones. Pero escriben recto sobre renglones torcidos.

Casado llegó a la Presidencia del PP solo y desamparado. Peor todavía. Mal acompañado por su amigo Teodoro. Como un niño huérfano y pobre de novela de Dickens. En realidad, nadie le quería. Pero sus dos rivales se odiaban como solo dos hermanas pueden llegar a odiarse (Dostoyevski, Los Hermanos Karamazov), hasta consentir quedarse ciegas a cambio de que la otra quedara tuerta. Ambas fallecieron sobre el tatami político, dando opción al desgraciado Casado. Que pasaba por allí.

Y tras los desamores de Casado y esa señora de que Uds. me hablan, que siguieron a los amores que entre ambos previamente existieron, (hablo de amor, que no de sexo que sería cosa suya), Casado fue desahuciado de Génova y sustituido por Don Alberto. Un señor que, durante años, además de cultivar su amistad con contrabandistas/narcotraficantes, se dedicó a la generosa tarea sindical de reivindicar su propia fijeza como Técnico en la Xunta. Pese a sus estudios en Derecho, el pobre andaba un poco desorientado sobre cómo se adquiere en este país la condición de funcionario de carrera y la inconstitucionalidad de su planteamiento frente a los principios de igualdad, publicidad, mérito y capacidad.

¡Los muy cabrones están leyendo a Galbraith!

El pobriño no debía estar muy seguro de poder aprobar unas oposiciones como Fraga, como Hernández Mancha, como Aznar, como Rajoy, como Cospedal, Sáenz de Santamaría, Martínez Almeida, Olona… Incluso la innombrable sacó por oposición la plaza para la web del Pecas. Bueno, de lo último no estoy seguro (que las sacara). Que en paz descanse (el Pecas). Al final, parece ser que le convencieron de que había un procedimiento y las sacó. Las oposiciones ni son tan difíciles ni tan objetivas. Y, en su caso, es de imaginar que concurriera avalado por el mismísimo Fraga, que era la reencarnación unipersonal en Galicia de la otrora Casa Civil del Caudillo.

A resultas de todo ello, el actual plantel, si no empiezan a mover palancas, es para que desciendan de categoría. A segunda. Y si no son capaces de ganar todas las elecciones relevantes, habrá que seguir intentándolo (¿Moreno Bonilla? ¿Liz Truss/Ayuso?) Y si las pierden (¡y son capaces!) ni les cuento. Ahí tienen a la innombrable que no debe saber lo que es una expectativa de voto del 46%, según encuestas amigas, y que nada más conocerla, empieza a dilapidar. Podría usar como himno de su campaña aquella canción que decía “qué guapa que soy, qué ritmo tengo. Toma que toma”. Ya veremos hasta cuándo. Cada vez me convence más que cuánto más liviana y frívola se manifieste Elizabeth/Isabel, tanto más probable será que alcance su objetivo. Lo da el terreno, como las malas yerbas y las patatas.

Y todo ello es fruto de ese creciente deterioro de los equipos directivos y su incapacidad de seguir el paso de las derechas europeas, más pragmáticas y menos ideologizadas (¿?). Piensen que ahora el PP, a costa de la autarquía nacional-católica del Spain is different, ya había asimilado lo del ultraliberalismo y el neoconservadurismo, se había integrado en el club de fans de Thatcher, Trump y Berlusconi y había aprendido a pronunciar Friedman, Milton Friedman. Y ahora resulta que, inopinadamente el mundo gira a la izquierda. Vean América. Y hasta las derechas europeas han girado con el mundo y ahora defienden subidas de impuestos, impuestos a los ricos, limitación de los beneficios e intervencionismo en el mercado. ¡Los muy cabrones están leyendo a Galbraith! Y han dejado a Núñez Feijóo solito con la Sra. Meloni, Vox y los ultras de su partido. Destruyendo Estado y servicios públicos.

Quizás también influya que, por ejemplo, entre los tories hay auténticos millonarios mientras que en España tienen que apañarse con personajes de medio pelo. Una clase media que una tía mía definía como “la que gana lo mismo que los de abajo, pero tiene que aparentar lo mismo que los de arriba”. Gentes que no saben y sólo se intentan imaginar cuáles son los intereses de los ricos. De los de verdad. Por eso en nuestro país pesan tanto las manos muertas. La Monarquía, la Iglesia, el Ejército y los Jueces. Porque sin ser los ricos, podrían representarlos. Aventuran que entre los de medio pelo y los ricos solo hay diferencias cuantitativas. Tremendo error. Ni tienen los mismos intereses, ni hay una relación de representación.

En el PP se han venido aplicando los principios de que sube más lo que menos pesa y flota mejor lo más ligero. Y, bajo estos principios, ahí tienen a Núñez Feijóo, a esa señora que se deja llamar Cuca, a Bendodo, ese macho alfa, cruce de pura raza ibérica entre Arenas y Zaplana… (Por cierto ¡¿este último no estaba muriéndose?! De momento, está haciendo bueno el dicho popular de “ni cenamos ni se muere padre”). Y a la incalificable e innombrable Sra. Presidenta de la Comunidad de Madrid. En realidad, los globos aerostáticos se elevan y los barcos flotan por la diferencia de densidad, el mismo principio aplicado al aire o al líquido elemento. El de Arquímedes.

La falta de gente con estudios, por lo menos Rajoy tenía un primo catedrático, hace que desconozcan que lo liviano sube fácilmente, pero las tormentas lo alejan igual de fácil, “qual piuma al vento”, hasta los confines de la Tierra. Y que las hojas flotan sobre las aguas, pero eso es poco útil cuando bajan revueltas. Porque, para mantenerse a flote, no basta pesar poco. Porque un globo o un barco, lo que necesitan no es poco lastre, que, incluso, puede ser desaconsejable. Sino un piloto o un capitán prudente. Feijóo no es prudente. Simplemente, es inconsistente, translúcido... Desenfocado, como el personaje de Mel interpretado por Robin Williams en “Desmontando a Harry”, para muchos la mejor película de Woody Allen, que se mira en el espejo y no se reconoce. Y lo que es peor: ¡los demás tampoco! Y al revés.

La derecha descentrada, desnortada y sobre todo descerebrada