jueves. 28.03.2024
León con gafas, para leer Don Quijote, en conmemoración del IV centenario de la muerte de Cervantes en abril de 2016. (Wikipedia)
León con gafas, para leer Don Quijote, en conmemoración del IV centenario de la muerte de Cervantes en abril de 2016.

¡Qué horror! ¡Qué cansancio! ¡Qué monotonía! ¡Qué aburrimiento! ¡Siempre igual, siempre lo mismo! Como en el blues. Cuando parece que acaba: Turn around. Vuelta a empezar. Y otra vez lo mismo. Como el hilo sin fin. Como el cuento de la buena pipa. Y así cuarenta años.

Hubo gentes de mi generación que lucharon generosamente contra la Dictadura y que en la transición en seguida “se olieron la tostada” y abandonaron. Otros, cuarenta años después seguimos presos del encantamiento de la democracia. Seguimos atentos al panorama político viendo cómo se alternan en el poder, cómo aparecen fuerzas nuevas y cómo desfallecen y se desvirtúan. Seguimos y seguiremos ilusionándonos, aún incrédulos, con la última novedad. Con la misma esperanza del que juega a la Lotería. Que al menos nos toque la pedrea. Pero nada y ¡hasta el próximo sorteo! Otros cuatro años oteando el paisaje y viendo en los telediarios con cabreo cómo las palabras y los hechos, de unos y otros, van por caminos que no se encuentran. Cómo la política es puro tacticismo para conservar o mantener lo que llaman el poder y no es otra cosa que el servicio al poder. Cómo lo justifica todo. Cómo ese pragmatismo concreto agota la acción política sin que tenga cabida ni la ética, ni la estética y ni siquiera la estrategia. Los principios son los finales. El medio y el largo plazos, son ya mismo, la inmediatez.

Habrá que tragarse el sapo de que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos

Y llega el momento del voto, que agota la actividad política exigible del ciudadano y que solo sirve para cargarle la culpa del mal funcionamiento democrático. En el peor de los casos. Porque si estamos de buenas habrá que tragarse el sapo de que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. Lo que cierra el paso a la crítica y la mejora. ¡Y nos quedamos tan orondos! Y en ese momento advertimos que el electorado se comporta como los pájaros. Huye o migra de un partido a otro, pero sin razón aparente, sin congruencia, sin que haya justificación del cambio. Al menos los pájaros migran por razones climáticas o huyen en desbandada por los tiros de los cazadores. Porque el electorado no “es”, fluye. No se casa con una idea, sino que la adopta como amante por una jornada electoral, todo lo más un fin de semana. Y así quienes votaron al PP ahora votan VOX o al revés, quienes votaron a C’s ahora votan a VOX o al PP o al PSOE o se abstienen, quienes votaron al PSOE ahora votan PP o UP o al revés.

Y si se analiza fríamente llegarán conmigo a la conclusión de que así acontece porque todos son o, a resultas, acaban siendo lo mismo. Al menos sustancialmente y en última instancia. VOX nació del PP y es carne de su carne y sangre de su sangre y muchas de sus diferencias (europeísmo, Comunidades autónomas…) son de attrezzo porque no es previsible que en algún momento pueda alcanzar la mayoría precisa para reformar la Constitución. Son tan lo mismo, que el PP introduce a conveniencia a VOX en sus Gobiernos y acepta sus postulados programáticos. Eso sí adornándose por verónicas. Y lo mismo, puede decirse de PP y PSOE. La alternancia clásica de la Restauración en España (conservadores frente a progresistas). Si les cito a Lambán, Fernández Varas, García Page o Barbón estarán conmigo en que son intercambiables con algunos barones del PP y que entre unos barones y otros dentro del mismo o de diferente partido, las diferencias son muchas veces cosméticas.

Los unos son marcas blancas de los otros, o los otros de los unos. Que nunca se sabe. Y todos son marcas blancas del Sistema.

Por no extenderme, me cuesta trabajo ver las diferencias en las políticas esenciales entre PP y PSOE poniendo el Estado, como no puede ser de otra manera, a disposición del Gran Capital (la Banca, Eléctricas, Energéticas, etc.).

Claramente se ha advertido con la actual crisis energética e inflacionista en que el PSOE ha rehuido las políticas fiscales y la creación de una Empresa Nacional que rompiera el actual oligopolio, únicas presumiblemente eficaces. Las medidas adoptadas por el PSOE son intercambiables con el PP (reducción de impuestos a beneficio de los correspondientes oligopolios y subvenciones al consumo, a beneficio de los mismos). Se anuncia para enero de 2023, cuando Iberdrola haya consolidado los 4.000 millones de beneficios anunciados por Sánchez Galán, un impuesto a las Energéticas que pasará del 15 al 25, sin que sepamos qué pasará con las exenciones y bonificaciones porque lo cierto es que actualmente pagan entre el 3 y el 15%, mientras un modesto servidor de Uds. con mucho dolor paga un porcentaje próximo al 40%. Es difícil saber quién privatizó más. Si Felipe o Aznar.

Y lo mismo en cuanto a la política armamentista y militarista: compiten PSOE-PP a ver quién es más servil a los intereses del Imperio y quién ofrece más. De momento si Aznar nos metió en una guerra, Sánchez nos ha metido en otra en la que nuestra participación real es si cabe mayor. Si los del PP tuvieron su Tarajal, los del PSOE han “resuelto bien” lo de Nador con sus hasta ahora reconocidos 23 asesinados, por más que estos ministrillos de izquierdas se empeñen en hablar de “fallecidos”. Y el abandono de los saharauis, a lo que el PP ni siquiera se atrevió. Y en todo esto, y en lo demás, tampoco los “míos” pasan de la crítica, la petición de explicaciones, o “los procesos de escucha” etc. en clara complicidad con el PSOE como lo acredita que voten con éste en contra de la comparecencia de Pedro Sánchez ante las Cortes por “lo de Nador”. Parole, parole, parole… Mucho pico.

Finalmente, si hablamos de políticas sociales, excúsenme por recordarles que, hasta la Reforma de 2012 del PP, el peor recorte de los derechos y pensiones de los trabajadores se lo debimos a Rodríguez Zapatero. Y ahí tenemos la ratificación y consolidación de la Reforma Laboral de Rajoy de 2012 por una supuesta Contrarreforma que perpetúa los efectos más negativos de aquella. Ahora resulta que es un éxito de creación de empleo. Claro está que es así si contamos como empleado a quien trabaja un mes en las Rebajas de El Corte Inglés, a quien cuatro meses como fijo de obra en la construcción, o tres horas al día en una Empresa de limpiezas, o quince días en la campaña de la fresa o un mes en la Hostelería. Si esto es así es posible que cuadremos el círculo y haya en España más empleados que habitantes. Mentiras estadísticas.

Ya lo dijo Rato “Es el mercado, amigos”. Y yo se lo traduzco. “Es el Sistema” (los intereses del Gran Capital subyacentes en la estructura social que trucan en su favor el funcionamiento de la democracia, convirtiéndola en algo que sólo puede ser formal y no puede ser profundizada porque sería incompatible con tales intereses). Es la partitocracia que, en estos días decía el paleontólogo Arsuaga, niega la democracia. “No elegimos ni al alcalde”, decía. Ni al presidente de la Comunidad, ni al del Gobierno, añado.

Causa extrañeza que los más pobres en Andalucía se hayan abstenido, o que lo hayan hecho en Francia tres de cada cuatro jóvenes menores de 25 años. Podemos culpabilizarlos. Inútilmente porque todos sabemos que si participaran quizás se modificaran las mayorías parlamentarias, pero en ningún caso se afectaría a los intereses del Gran Capital ni se modificarían las grandes líneas políticas. Es una clara consecuencia del hastío y el aburrimiento. Lamentablemente se sitúan fuera del sistema, pero no contra el sistema. Porque, aunque pretendan confundir a los antisistema con los gamberros que queman contenedores, la única forma de ser demócrata es ser antisistema.

La democracia, la política, el poder, el Estado y el sistema
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