lunes. 29.04.2024

“Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos? [...] Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso” (Monólogo de Shylock en El mercader de Venecia, de Shakespeare).

Recreación de Shylock, usando Stable Diffusion, bajo licencia CreativeML OpenRAIL++
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La inflación no es moral, ni inmoral ni tan solo amoral, es el resultado de una lucha.

La moral del capitalismo

Nos vemos libres, por lo tanto, para volver a algunos de los principios más seguros y ciertos de la religión y virtud tradicionales: que la avaricia es un vicio, que la práctica de la usura es un delito y el amor al dinero es detestable, que aquellos que siguen verdaderamente los caminos de la virtud y la sana sabiduría son los que menos piensan en el mañana. Una vez más debemos valorar los fines por encima de los medios y preferir lo que es bueno a lo que es útil. Honraremos a todos cuantos puedan enseñarnos cómo podemos aprovechar bien y virtuosamente la hora y el día, la gente deliciosa que es capaz de disfrutar directamente de las cosas, las lilas del campo que no trabajan ni hilan.” (John Maynard Keynes, padre de la macroeconomía, “Las posibilidades económicas de nuestros nietos”, 1938, citado por Nuccio Ordine en “La utilidad de lo inútil”. La negrita es mía)

Al saber de la muerte del filósofo Nuccio Ordine, volví a releer su libro “La utilidad de lo inútil”, que no sé si es su mejor libro, pues sólo le he leído éste, pero si que merece estar en esa lista que todo quisque tenemos sobre la decena de libros que deberían ser leídos por todos los infantes antes de obtener el diploma de bachillerato. Esta lectura, hecha a pesar y gracias a tan triste y fatal noticia [1], casi coincidió con la que poco antes había realizado de una entrada del -alguna vez mencionado- blog del amigo Jaume Munné, cuyo título, “No és la inflació: és la cobdícia”, ubica claramente la crítica al actual proceso inflacionario en el espacio de la moral, desdeñando de alguna manera que exista una lógica económica capitalista en el incremento desorbitado de precios (“No és l’economia, no és la inflació. És la cobdícia d’uns quants que no en tenen mai prou i que sempre en volen més”, la negrita es suya) focalizando, sin embargo, en ese pecado nefando, la codicia, la motivación y el fundamento de la inflación:

Los datos revelaron en marzo que en Estados Unidos las ganancias corporativas fueron más altas en 2021 que en cualquier año desde la década de 1950. En Estados Unidos este fenómeno se ha llamado greedflation, o inflación de la codicia. Es decir, aumentar los márgenes de beneficio mediante incrementos en los precios innecesarios y engañosos. Quienes utilizan este concepto, acusan a las corporaciones de haberse vuelto muy avaras y de estar detrás de las desorbitadas subidas de precios.” [2] (Jaume Munné, blog citado)

Atacar al capitalismo por inmoral, incluso desde las propias entrañas del capitalismo, Banco Central Europeo [3], o desde sus más acérrimos defensores intelectuales, Keynes, no nos es extraño. Y que no sirva de nada, tampoco: el capitalismo, como la naturaleza, no es moral, ni inmoral ni tan solo amoral.

La inflación no es moral, ni inmoral ni tan solo amoral, es el resultado de una lucha

La moral del crimen

Crimen, según la RAE, es un delito grave, es decir, un quebrantamiento grave de la ley. El Estado Democrático, con el uso legítimo de la violencia, nos debe proteger contra los criminales, pero no porque el crimen sea una inmoralidad, sino porque está en el contrato social que el Estado deviene legítimo en su creación y en su ejercicio si y sólo si tiene por objeto dar seguridad a la ciudadanía. Que no siempre esté a la altura de esta exigencia no la invalida, sino que, precisamente por criticar esa carencia, la refuerza.

El Estado de Derecho, siguiendo a Hume y su afán de no caer en la falacia naturalista, no condena una acción por la intuición inmediata que podamos tener de que es mala, sino que se obliga a sí mismo a justificar por qué esa acción es condenable. Para un Estado Democrático de Derecho, en su función de dar seguridad material a la ciudadanía, la moral de un acto le es totalmente indiferente. El Derecho es insensible a las categorías morales, le da igual que un crimen se guíe por la avaricia o la codicia, o que la avaricia y la codicia guíe un acto por otra parte legal. No entra en valoraciones psicológicas del actor (psiquiátricas, sí), y para nuestra protección como ciudadanos debemos decir: ni debe.

Y si en el ejercicio del derecho está claro que la intuición inmediata sobre la categoría moral de un hecho es irrelevante para nuestra seguridad, que no lo esté en el ejercicio de la economía, siendo ésta tan fundamental para la consecución de esa seguridad material de la ciudadanía, no es algo baladí.

Dedicaré el resto del presente texto a contestar tanto la cita traída por Nuccio Ordine como la tesis que sustenta Jaume Munné: ni avaricia ni codicia son categorías que, al ser aplicadas a problemas económicos, nos permitan entenderlos, primero, para después tratar de resolverlos.

La inflación es la acción y el efecto de la lucha de clases, lucha en la que se dirime la apropiación del excedente

La inflación es pura economía [política]

La inflación, bien podría decir Sraffa, no cabe en la categoría de lo moral. La inflación es mera economía, pero ¿qué es, si no es codicia ni avaricia, la inflación? Es pura economía [política] o también es pura política económica.

En un artículo previo en este diario (“Inflación. Mistificación, mito y realidad”, Nuevatribuna, 04/06/2022) desarrollé, basándome en la teoría económica de Piero Sraffa, qué fundamenta un proceso inflacionario. Apoyado en la teoría sraffiana, sostenía, y sostengo, que “la inflación, es decir la fijación de precios al alza, es la herramienta que tiene el Capital para, a través de la pérdida del poder adquisitivo de los haberes salariales, extraer rentas de la sociedad en su propio beneficio.

La teoría de distribución de rentas de Sraffa queda reflejada en una ley con formulación matemática:

r = R (1 - w) (SraffaProducción de mercancías por medio de mercancías, pág. 42)

Donde R es la productividad total de un sistema [(Producto – Insumos) / (Insumos)], r es la rentabilidad sobre los costes que obtiene el Capital [(Beneficios después de impuestos) / (Insumos)] y w es la parte de la renta excedente, expresada en “tanto por uno”, que representa la participación del resto de la sociedad (de forma directa, salarios, o de forma indirecta, impuestos que generan servicios públicos, pecuniarios o no) en la renta generada por el sistema económico.

Si los precios suben entonces, según la ley expuesta por Sraffar (beneficios netos) sube y w(salarios más impuestos progresivos) baja. Si w (o bien los salarios o bien los impuestos progresivos o bien los dos) sube, los precios (relativos) bajan y r baja.

Es decir, y concretando, la inflación es la acción y el efecto de la lucha de clases, lucha en la que se dirime la apropiación del excedente.

Estrategias para contener la inflación

Dos estrategias. La primera, convencer moralmente a los capitalistas para que no se muestren ni codiciosos ni avariciosos. La dificultad de esta estrategia viene dada en que, aunque la inflación estuviera motivada por un problema moral, que no lo está, ni la sociedad ni mucho menos el estado de derecho tiene herramientas para cambiar la moral de un individuo, fuera de usar prácticas dignas de un sistema totalitario. Aún más: a poco que nos miremos críticamente (como miramos a los otros), veremos en nuestras acciones y opciones de consumo algo, y no poco, de esas dos miserias morales, lo que nos da idea de lo muy extendidas que están, y lo muy difícil de su erradicación. Esas miserias están en nuestra naturaleza, y por lo tanto, están en la naturaleza del Capitalismo.

La segunda, crear las condiciones políticas necesarias para dificultar en lo posible la aparición de procesos inflacionistas [4]. Es decir, crear condiciones políticas, sociales y laborales que dificulten que la codicia y la avaricia del Capital, que siempre estarán al acecho, se aprovechen de la debilidad de la otra parte para extraer rentas en su beneficio. Así de sencillo es decirlo. Hacerlo, mas que complicado, es complejo, tanto por las barreras mentales que deben ser superadas incluso, o especialmente, en las mentes de los progresistas, tanto políticos como economistas, como por los numerosos frentes en que dichas condiciones políticas, sociales y laborales deben ser creadas. Una pista: la inflación es el resultado de unas determinadas políticas, las de las derechas, y por ello se puede revertir con otras determinadas políticas, las de las izquierdas.

Crear condiciones políticas, sociales y laborales que dificulten que la codicia y la avaricia del Capital se aprovechen de la debilidad de la otra parte para extraer rentas en su beneficio

La civilización es un constante apartarse de lo peor de la naturaleza, aquello que hace que, según nos recuerda Hobbes, “homo homini lupus”, para seguir advirtiéndonos que la muy natural ley del más fuerte hace que vivir sin cortapisas lo natural nos aboque a una vida “solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta”. Como hemos dicho, el Capitalismo es, en este sentido, muy natural -y por ello muy vendible, muy comprable-, mientras que las ideas progresistas son, también en este sentido, artificiales y por ello difíciles de construir, de implantar y de mantener: requieren una reflexión de difícil venta. Y fáciles de destruir (no hace falta más que leer y oír a la ciudadanía que da la razón a PP y a Vox en sus planteamientos ante las próximas elecciones generales del 23J o ante la formación de ejecutivos coaligados locales o autonómicos) cuando sus enemigos alcanzan el poder político.

¡Es la Política, #@#*!

Desde la óptica de la teoría econométrica sraffiana, debemos decir que no es cierto que el poder económico modele al poder político, sino que quien tenga el poder político (sin desmerecer que el poder económico parte con ventaja) podrá hacer caer el fiel de la capacidad de negociar en favor de su clase. Esta afirmación también es empíricamente contrastable en dos sentidos. Primero, cuando día a día vemos que el Capital, que tiene el poder económico, y sabiendo que ni de lejos es suficiente, lucha y batalla sin cuartel, y no siempre con buenas artes, por detentar poder político, porque es el que importa.

Segundo, la capacidad que el gobierno de coalición PSOE-UP, y en concreto el Ministerio de Trabajo bajo el liderazgo y la dirección de Yolanda Díaz, ha demostrado [5] que desde la acción política se pueden modificar para bien las condiciones económicas (con algún susto, eso sí, como el voto loco que sirvió para aprobar una contra-reforma laboral) de la clase asalariada [6], así como la defensa de ésta en medio de las crisis provocadas por la pandemia del covid-19 o por la invasión rusa de Ucrania ¿Alguien duda de que si el poder político hubiera estado en manos del PP, tanto las respuestas ante crisis de la pandemia, la invasión rusa de Ucrania o los últimos cambios laborales hubieran tenido un signo radicalmente distinto, y por supuesto peor, para los intereses de la clase asalariada? Es la política la que manda sobre la economía. Y sólo haciendo política ocurre que cada clase defiende sus intereses. Y si nosotros no hacemos política, otros vendrán y la harán, y no a nuestro favor.

La lucha de clases es política, y su realidad queda argumentada, como ciencia, con las premisas econométricas de Sraffa: es el combate agonal por la apropiación del excedente entre el salario excedente (ex-post) y el beneficio.

El Ministerio de Trabajo bajo el liderazgo de Yolanda Díaz, ha demostrado que desde la acción política se pueden modificar para bien las condiciones económicas

Políticas para contener la inflación

¡Es la economía, estúpido!”, fue el archiconocido eslogan que se hizo famoso en la campaña a la presidencia de Bill Clinton. Y tenía mucha razón. Según el último barómetro del CIS [7], páginas 6 a 20, de los diez principales problemas la ciudadanía española ubica los económicos en los tres primeros lugares (crisis económica, 33,6%, paro, 33,5% y calidad de empleo, 16,0%), seguidos de la vivienda (13,3%), la sanidad (11,9%), los políticos (10,9%), la educación (7,8%), el Gobierno (6,7%), los problemas de la juventud (6,7%) y la desigualdad (5,5%).

Si nos atenemos a las políticas que el gobierno de coalición ha llevado adelante, veremos que, en el sentido de fijar objetivos, han sido un acierto, deviniendo en conquistas sociales de mucho valor y mucho aprecio.

¿Qué más se puede hacer para, en lo concreto, contener la inflación?

Me permitirá el amable lector que me haya seguido hasta aquí que trufe el texto con un diagrama que, no por conocido, siempre me sorprende:

(Gasto corriente, no incluye el gasto en inversión. Fuente: OCDE)
(Gasto corriente, no incluye el gasto en inversión. Fuente: OCDE)

En EEUU se da una verdadera inflación de precios en el mercado (sí, allí es un mercado capitalista prácticamente puro) de la sanidad.

El gasto medio per cápita, excluyendo la inversión, que tiene el ciudadano estadounidense más que triplica el del ciudadano español. El del alemán casi duplica el del español ¿Significa eso que la sanidad en los EEUU es tres veces mejor que la española y casi dos veces mejor que la alemana?

Significa que, en ausencia de una potente oferta pública, el mercado, ante un tema tan insoslayable como la salud, impone el precio con un solo límite, la obtención de la máxima ganancia posible. Es decir, que infla los precios hasta la extenuación de la capacidad de pago, y cuando no, pues te mueres.

Y Alemania ¿su sanidad es dos veces mejor que la nuestra? Teniendo en cuenta que los importes de este diagrama reflejan principalmente los salarios, ya que las inversiones están excluidas, y que el salario medio en Alemania era en 2020 era de 51.000 €/año y el de España estaba en los 26.028 €/año [8], la diferencia, sin anularse [9], en todo caso se desmagnifica. En EEUU el salario medio fue el 2020 de 52.107 €/año ¿Alguna duda sobre el impacto que en el coste de la sanidad tiene la existencia de una sanidad pública? ¿Alguna duda sobre el porqué de que las derechas, tanto nacionales como autonómicas, van detrás de privatizar la sanidad?

El poder político, aunque limitado por mil vallas, es el que en última instancia puede accionar y desequilibrar en un sentido u otro el poder de negociación de los actores sociales

A la luz de este ejemplo, un verdadero caso de éxito, una potente vía, política una vez más y respetando la existencia de un mercado libre de bienes y servicios, es la de disponer de un oferente institucional potente para cada mercado.

No se trata de nacionalizar ningún mercado (mención a parte merece la excepción de los necesariamente monopolistas, cuyo estudio desborda el presente artículo), sino de ofrecer una alternativa institucional que emule la historia de éxito de la Sanidad Pública española [10].

Una asentada red de entidades financieras comerciales públicas [11], un potente mercado público de viviendas de alquiler (actualmente situado en 2,5%, frente al 30% de Paises Bajos, el 20% de Francia o Dinamarca o el 10% de Bélgica), especialmente -y mediante acuerdos ligados a la concesión de permisos de construcción- en las zonas más tensionadas, son dos poderosas herramientas que, junto a otras políticas -como la llamada excepción ibérica o la mejora de la capacidad de negociación de los trabajadores, en concreto de sus representantes institucionales, los sindicatos-, permitirán, siguiendo la lúcida afirmación del profesor Torres, compensar a favor de la clase asalariada “el poder muy desigual de negociación y decisión, dentro y fuera de los mercados, de los sujetos, las organizaciones y las instituciones sociales” [12].

Postdata

Una vez expuesto que la inflación, así como otros males económicos, sociales y laborales, más que expresión de las miserias morales de los capitalistas son acción y efecto de una lucha por la apropiación del excedente entre el Capital y el Salario y que tener el poder económico no es ni necesario ni suficiente para cambiar la sociedad. Una vez establecido que el poder político, aunque limitado por mil vallas, tanto objetivas como subjetivas, es el que en última instancia puede accionar y desequilibrar -y acciona y desequilibra- en un sentido u otro el poder de negociación de los actores sociales, solo cabe recordar que “[e]s nuestro derecho y nuestro deber votar el próximo 23J con criterio [de clase] en tanto que es la mínima acción necesaria, la mínima aportación necesaria para la construcción de una sociedad justa y digna: si nosotros no hacemos política, otros la harán en nuestro nombre” (y pido indulgencia por la autocita).


NOTAS

[1] La sensación de pérdida ante un autor cuyos textos te son queridos tiene algo de duelo íntimo, y hace verdad la frase con la que Sloterdijk inició su conferencia “Reglas para el parque humano” (Castillo de Elmau, 1999): “Los libros, dijo una vez el poeta Jean Paul [Johann Paul Friedrich Richter, más conocido como Jean Paul 1763-1825], son voluminosas cartas a los amigos. Con esta frase llamó él por su nombre de modo refinado y elegante a lo que es la esencia y función del Humanismo: una telecomunicación fundadora de amistad por medio de la escritura.”
[2] Original: “Les dades van revelar al març que als Estats Units els guanys corporatius van ser més alts el 2021 que en qualsevol any des de la dècada de 1950. Als Estats Units aquest fenomen s'ha anomenat greedflation, o inflació de la cobdícia. És a dir, augmentar els marges de benefici mitjançant increments en els preus que són innecessaris i enganyosos. Els que utilitzen aquest concepte, acusen les corporacions d'haver-se tornat molt avares i d'estar darrere de les desorbitades pujades de preus.”.
[3] Greedflation: “Què és la "greedflation", l'avarícia corporativa que fins i tot critica el BCE. El Banc Central Europeu assenyala els beneficis de les empreses, i no pas els salaris, com a culpables de les darreres pujades de preus” (TV3, Notícies, 23/04/2023, https://www.ccma.cat/324/que-es-la-greedflation-lavaricia-corporativa-que-fins-i-tot-critica-el-bce/noticia/3224965/)
[4] ¿Qué otra cosa, sino las condiciones políticas impuestas desde el gobierno: la llamada excepción ibérica, fueron las que limitaron en buena parte una inflación desbocada en los precios de la electricidad? Política, y no económica, es la decisión de cómo debe funcionar el llamado mercado eléctrico: “La vicepresidenta tercera ha explicado que, en grandes líneas, el mecanismo consiste en una limitación en la referencia del precio del gas a la hora de vender al sistema eléctrico. Ese tope se iniciará en 40 euros el megavatio hora durante seis meses y se incrementará después, mes a mes, hasta alcanzar un promedio de 48 euros. Gracias a esta limitación, el precio medio de la electricidad caerá de forma importante hasta el entorno de los 130 euros el megavatio hora en promedio a lo largo del año, frente a los 210 euros del primer trimestre de 2022 (y con picos mucho más elevados).” (Consejo de Ministros – 13/05/2022)
[5] “El aumento de los contratos indefinidos y su posible impacto en el gasto”, Brindusa AnghelCristina Barceló y Ernesto Villanueva. (2023). Banco de España, 2023/T1, 19. https://doi.org/10.53479/29780
[6] En tanto que w representa la apropiación por parte de la clase no-Capitalista del excedente, o renta nacional, que incluye tanto los salarios directos como la redistribución vía impuestos, proponemos como alternativa a “clase obrera o trabajadora”, que a duras penas alcanza el 40% de la sociedad, una propuesta de definición de “clase asalariada”, que seguramente da cobertura a más del 90% de la ciudadanía: “Conjunto de los ciudadanos que dependen directa o indirectamente de un salario -por cuenta ajena, autónomo, cuenta propia y pequeño empresario- o de las cotizaciones e impuestos a él asociadas, y dedican sus rentas -salario, ganancia, pensión, subsidio o similar- principalmente al consumo y a pagar impuestos para hacer funcionar la parte pública de la producción de bienes y servicios básicos; se debe incluir a los que no trabajan, ya sea por ser estudiantes, estar en paro, en autoproducción/autoconsumo, en tareas de cuidado y hogar, jubilados o similares, ya que también son, ni que sea indirectamente, salario-dependientes.
[7] https://www.cis.es/cis/export/sites/default/-Archivos/Estudios/Avances/3410/Es3410vp_A.pdf
[8] https://datosmacro.expansion.com/mercado-laboral/salario-medio
[9] En España, la tasa de personal sanitario en el año 2019 era de 3,9 médicos y 5,7 enfermeros por cada 1.000 habitantes, en Alemania era 4,3 y 12,9 respectivamente (Fuente: Ministerio de Política Territorial).
[10] Dejo para mejor ocasión analizar el impacto (¿negativo?) que en el mantenimiento de la Sanidad Pública tiene la existencia de múltiples servicios, más que autónomos, prácticamente soberanos, especialmente, pero no sólo, por la debilidad en la defensa de lo público (el temible “divide et impera”) ante los ataques privatizadores (con Cataluña y Madrid a la cabeza) que la Sanidad Pública española viene sufriendo.
Otro sí, “Julián García Vargas, que fue ministro de Sanidad, añadió que el sistema sanitario ‘presenta problemas de coordinación y diferencias de acceso y calidad entre territorios, que hace que, en muchos aspectos, tengamos un sistema interautonómico, en lugar de un verdadero SNS’ ” Presentación en el Congreso de los Diputados del libro “20 años de la culminación del proceso de las transferencias sanitarias en España”, enero de 2022.
[11] No puedo evitar recordar la ironía tanto en el título como en el contenido del artículo “La banca pública que no existe en Europa”, publicado en elDiario, en fecha 19 de julio de 2015: “La banca pública que no existe en Alemania, Francia, Italia, Suiza, Países Bajos, países nórdicos y EEUU: La importante presencia de una banca pública rentable y solvente en gran número de países europeos (Alemania, Francia, Suecia, Italia, Finlandia, Países Bajos, Suiza, Dinamarca, Noruega, etc.) pone en evidencia las visiones ideologizadas que cuestionan la banca pública. Asimismo, estudios, como los realizados por la profesora Adrianova de la Universidad inglesa de Leicester, usando datos del periodo 1995 a 2007, han llegado a la conclusión que para países que tienen características similares, esto es, comparando países desarrollados entre si y países emergentes entre sí, un alto grado de propiedad pública de los bancos es una garantía de mayor crecimiento del PIB. Sin embargo, los mismos que no fueron capaces de ver la crisis financiera que se nos echaba encima hace ocho años, a pesar de los informes que los inspectores del Banco de España dejaron en las mesas de los directivos de la entidad reguladora, ponen en cuestión la viabilidad en nuestro país de una potente y eficaz banca pública, como la que existe en otros países europeos.” (la negrita es mía).
[12] “[Sostienen que] el precio de los bienes y servicios lo determinan las leyes de la oferta y la demanda. Los economistas han hablado tantas veces de «la ley de la oferta» y «la ley de la demanda» que los políticos, periodistas y hasta la gente corriente han hecho suya la expresión y creen que esas «leyes» son las que efectivamente hacen que funcionen los mercados y las que fijan automáticamente los precios de los bienes y servicios que compramos diariamente. [...la inflación así explicada es una falacia con la] “que se distrae la atención de la gente para que no contemple lo que realmente hay que tomar en consideración para descubrir cómo se fijan realmente los precios de los bienes y servicios y qué consecuencias tiene eso, el poder muy desigual de negociación y decisión, dentro y fuera de los mercados, de los sujetos, las organizaciones y las instituciones sociales” (Juan Torres, Econofakes, Deusto, 2021, página 24 y 31, la negrita es nuestra)

La moral de la inflación