domingo. 28.04.2024

@Montagut | Una de las cuestiones en las que más incidió el antimasonismo del final del siglo XIX y principios del XX fue el de asociar la masonería con un supuesto culto satánico.

El Congreso Antimasónico de Trento de 1896 formuló una teoría, al respecto, que rescatamos en esta pieza. Emplearemos como fuente la obra del militar e historiador Honorato Saleta y Cruxent, que en 1897 publicó un libro titulado, La masonería en España y Ultramar, un ejercicio de intenso antimasonismo.

La cuestión del satanismo estaba inserta en la sección primera de dicho Congreso, es decir, en la de la “doctrina masónica”.

La asociación de satanismo y masonería tendría un enorme éxito en los sectores más integristas de la religión y de la política

En primer lugar, se dictaminó que en la masonería de los tres primeros grados, esto es, aprendiz, compañero y maestro, la mayor parte de sus miembros ignoraban la significación de sus símbolos y, por consiguiente, al no estar preparados moralmente para tener relación con los espíritus o satanás, no se podía afirmar que en la masonería común existiese una relación “física y sensible” con los malos espíritus. Pero desde el punto de vista moral e intelectual sí tendría una relación perfecta con el satanismo porque era una asociación que se llamaba Dios así misma, entendido este Dios como Lucifer o el Sol, como principio de la generación material universal.

Pero, en todo caso, los maestros de la que en el Congreso se definía como “simple masonería”, por sus propios símbolos y por sus reuniones aparte de los aprendices y de los compañeros, ajenos a dicha simbología, podían practicar si querían la magia, con el nombre de “masonería sacerdotal”, ya que, al convertirse en maestros eran sacerdotes de Satanás, que estaba representado por la estrella flamígera.

Estas afirmaciones, como todas las conclusiones que se sacaron en dicha reunión se basarían, según se explicó, en una amplia bibliografía masónica de la que se disponía y que se mostró en una exposición.

La asociación de satanismo y masonería tendría un enorme éxito en los sectores más integristas de la religión y de la política durante gran parte del siguiente siglo, constituyendo un argumento para combatir, perseguir y hasta exterminar a muchos masones.

 

Cuando el antimasonismo acusó de satanismo a la Masonería