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Vicente I. Sánchez | @Snchez1Godotx
Decía Jean-Luc Godard que el silencio podría entenderse como nieve cayendo en el agua. De esta manera, el dolor, los suspiros y los traumas a veces se pierden en un vacío que rara vez tiene respuesta y que nadie escucha. Esta imagen está muy presente en "AMA. La terrible belleza", el último espectáculo que la compañía vasca Marie de Jongh ha presentado en la Sala Negra de los Teatros del Canal.
Esta compañía vasca nos presenta la historia de Mario, un pintor que vive en un loft reconvertido en su propio estudio de pintura y que debe enfrentarse al cuidado de sus padres, ya avanzados en edad, y de su pequeña hija. Es el punto de partida desde el cual esta obra, dirigida por Jokin Oregi, busca diseccionar las pasiones humanas y adentrarnos en un mundo lleno de traumas, pero también de pequeños momentos de felicidad.
Los personajes no solo carecen de cara y palabras, sino que además se mueven en un espacio inacabado y lleno de vacío que busca ser reflejo de la crisis existencial
Lo interesante es que "AMA" se articula desde el emblemático (y milenario) teatro de máscaras, aunque en esta ocasión la compañía Marie de Jongh busca dar un paso más y lo hace con una performance que elimina los rostros y gran parte de los sentimientos que estos puedan expresar. Así, los personajes no solo carecen de cara y palabras, sino que además se mueven en un espacio inacabado y lleno de vacío que busca ser reflejo de la crisis existencial en la que se mueven, y que les acaba articulando como seres universales que nos devuelven el reflejo del dolor.
Es interesante ver cómo este artista, que nunca ha sabido cuidar de nadie y parece vivir en su propia burbuja, tiene ahora que hacer frente a unos padres ancianos y a una hija que no para de meterse en problemas. Planteamientos que nos introducen en un viaje vital y que, en palabras de su propio autor, "nos habla de la fortaleza de unas personas frágiles y asustadas. Es un canto a la belleza épica del cuidado mutuo. AMA es una historia de super-anti-héroes de lo cotidiano”.
‘AMA. La terrible belleza’, un grito silencioso que acaba traspasando por todo el patio de butacas
Jokin Oregi, director y autor de la obra, logra crear una obra en la que se cuenta mucho sin pronunciar una sola palabra, y en la que en ocasiones les quita la máscara a sus personajes, mostrando su rostro y viendo que ese dolor que tratan de ocultar al mundo está muy presente en ellos. Así, el reparto encabezado por Ana Martínez, Javier Renobales, Anduriña Zurutuza, Jokin Oregi, Ana Meabe, Joseba Uribarri y Amets Ibarra va creando una atmósfera muy interesante que nos permitirá ir dando forma a los sentimientos de esta familia, mostrándonos, incluso de manera expresa, los fantasmas interiores que les rodean.
Mucho más nihilista y cruda que otras obras recientes de máscaras, como las que nos ofrecieron Kulunka Teatro en "Forever" o la Familie Flöz en "Feste", "AMA" es mucho más críptica y sutil en sus planteamientos, siendo este precisamente uno de sus problemas, ya que en ocasiones el argumento se muestra excesivamente surrealista, con una trama que se resiente en sus momentos de flashbacks y con ciertos elementos que no acaban de funcionar debido a su apuesta decidida por el vacío. Digamos que, en ciertos momentos, el nihilismo se apodera de la obra.
A pesar de algunas dudas que puedan provocarme "AMA. La terrible belleza", el uso de las máscaras sin rostro nos brinda un interesante universo con sus propios códigos que permite algunos planteamientos estéticos muy interesantes, como esos momentos en los que el artista (no) pinta cuadros en su eterno vacío o esos irónicos momentos en los que los personajes son sustituidos por maniquís. Un grito silencioso que acaba traspasando por todo el patio de butacas.
