lunes. 29.04.2024

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Acaba de celebrarse, el pasado 23 de marzo, la primera Asamblea fundacional de Sumar, con la aprobación de sus ponencias política y organizativa por cerca del 83% del total de las escasas personas inscritas (8.179) que han participado telemáticamente en esas votaciones, poco más de la décima parte de las 70.000 que dice la organización que están vinculadas. En particular, se ha aprobado la composición del Grupo de Coordinación y se ha refrendado la lista encabezada por Yolanda Díaz por 6.671 personas (81,5%), quedando avalada como coordinadora general de la formación. Esas bajas cifras chocan con la masiva participación en procesos similares de Podemos, en concreto de unas 53.000 personas en la elección de Jone Belarra como secretaria general (en 2021) y de las 36.000 en las recientes primarias para las elecciones europeas en las que se ha elegido a Irene Montero. Y son similares a otros procesos, como los de Izquierda Unida.

  1. Sin remontada representativa
  2. Bloqueo de la legitimidad
  3. Recomposición de la representación alternativa

Estrictamente, esta Asamblea ha sentado las bases del llamado ‘Movimiento Sumar’, el grupo político o movimiento ciudadano promovido por Yolanda Díaz, que aparte de definir el marco político y orgánico, se reserva el 70% (80 representantes) de ese grupo directivo que, con el añadido posterior del 30% de representantes de los distintos partidos políticos, elegirá su Ejecutiva. El proceso culminará en una segunda Asamblea constituyente en otoño, con la correspondiente articulación territorial y el encaje entre las diversas fuerzas políticas, vertebrando a Sumar como organización política, más allá del acuerdo previo como coalición electoral para las pasadas elecciones generales del 23 de julio, ahora sin la incorporación de Podemos. 

Se está consolidando, con diversas grietas y dificultades, el núcleo dirigente encabezado por Yolanda Díaz, con su despliegue institucional y mediático

Por tanto, estamos ante tres niveles orgánicos, en una relación compleja y confusa por su igual denominación: Movimiento Sumar, como grupo hegemónico; Sumar como articulación política unitaria a la que se suman otras agrupaciones políticas (particularmente, Izquierda Unida, Catalunya en Comú, Más Madrid, Equo-Verdes y Contigo Navarra) en una posición subalterna, y Sumar coalición electoral, en la que se añaden varias formaciones que siguen en el grupo parlamentario como aliados (Compromís, Mes Mallorca, Chunta Aragonesista y Dragó canario) pero sin vincularse con esa conformación partidaria de Sumar (y algunos de ellos sin participar en la lista conjunta para las elecciones europeas). Además, hay que señalar el distanciamiento con Podemos, su salida forzada del grupo parlamentario y su apuesta política autónoma, más crítica y transformadora, para intentar refrendarla en las elecciones europeas y asegurar un papel político más significativo que el adjudicado.

Sin remontada representativa

En un libro reciente, Izquierda transformadora, he realizado un análisis de la formación y las características de este conglomerado de la izquierda alternativa o espacio del cambio de progreso, así como las causas de su declive representativo: la ofensiva descalificadora de los poderes fácticos y las derechas; la renovación y reorientación socialista que ha recuperado parte de ese espacio, y sus propias deficiencias y limitaciones, que es el reto que se pretendía afrontar con la recomposición de su liderazgo. 

Aun con sus significativos avances en reformas sociolaborales y derechos democráticos derivados de su acción institucional desde el Gobierno de coalición, primero como Unidas Podemos y luego, de forma incipiente, como Sumar, se va imponiendo una realidad: sus dificultades para aumentar su influencia política y su legitimidad pública, que queda reflejada en el retraimiento de sus expectativas electorales y, sobre todo, en los problemas articulatorios del conjunto de este conglomerado. 

De momento, considerando la experiencia de estos meses, la situación no es muy estimulante: desde las elecciones locales del 28M y las generales del 23J, hasta la dureza de los resultados de las recientes gallegas y el panorama poco alentador de las encuestas sobre las inmediatas vascas y, en menor medida, catalanas; y serán decisivos los resultados de las europeas, así como su impacto en la división y/o legitimidad entre Sumar y Podemos y sus dificultades articulatorias. 

Están abordando su readecuación para tener una mayor iniciativa política con un papel representativo significativo, pero minoritario según las encuestas, con fuerte aislamiento mediático y político y cierta incertidumbre sobre su futuro

Se ha visto frustrada o, por lo menos, estancada la expectativa y la ilusión anterior de un significativo ensanchamiento electoral, incluido desde un electorado nuevo o abstencionista y una parte de la base anterior de UP, desplazada hacia el Partido Socialista (o la izquierda nacionalista). Éste ha experimentado un aumento representativo y, a efectos comparativos y de reequilibrio de fuerzas, ha conseguido mayor distancia con esta izquierda plurinacional. Con el aval de sus mayores recursos institucionales y mediáticos y de ventajas adicionales por su vinculación con los poderes establecidos supone una ampliación de su hegemonía institucional, más influencia en la acción política y gubernamental y mayor legitimidad cívica. 

La lección es clara. Aunque la dirección socialista admita la necesidad de la coalición de gobierno, su apuesta es seguir incrementando su espacio electoral por la izquierda con el trasvase continuado y significativo de partes relevantes de los anteriores votantes de UP (y sus convergencias) y hoy de Sumar (y sus aliados). Es la trayectoria en la que se incardina los forcejeos políticos y mediáticos entre ambas agrupaciones por afirmar su respectivo protagonismo, marcar perfil propio y asegurar su electorado, siempre con la condición de frenar a las derechas y contener a los grupos nacionalistas.

Por tanto, en este último proceso del espacio alternativo se ha producido un reequilibrio de la dirigencia del conjunto, con la primacía del núcleo dirigente en torno a Yolanda Díaz y su orientación más moderada, amable y dialogadora frente a la actitud más exigente, crítica y confrontativa de Podemos. No obstante, esa recomposición del liderazgo y su reorientación discursiva y estratégica más moderada no ha permitido conseguir a la dirigencia de Sumar dos objetivos centrales que fundamentaban la legitimidad de toda la operación renovadora y sustitutiva de Unidas Podemos. Por un lado, incrementar su peso representativo y de influencia para condicionar más y mejor el proceso reformador del país. Por otro lado, unificar y fortalecer el propio espacio sociopolítico y partidario, agrupando y dando coherencia al conjunto de esa corriente confederal, superando, en primer lugar, la división con Podemos, y consiguiendo un estatus social e institucional con credibilidad transformadora. 

En todo caso, se puede avanzar una constatación: no hay una remontada de las fuerzas del cambio y, en particular de Sumar, como alternativa dominante que pretendía asegurarla con su nueva oferta política y de liderazgo. Ello explica el relativo desconcierto y desánimo respecto de las expectativas previas. Supone, al menos, las dudas sobre la eficacia de sus pasos dados y abre el dilema sobre sus planes inmediatos y su trayectoria hasta el otoño con su Asamblea constituyente. Y, por otro lado, se deberá complementar con el balance por Podemos del alcance de su plan de fortalecimiento y su capacidad de supervivencia como actor significativo. 

Será ocasión para someter a debate el correspondiente reajuste de la orientación política y la articulación organizativa que debiera culminar en un proceso constitutivo amplio y unitario entre todas las partes implicadas, más allá del previsto para el otoño, y que hoy está en sus inicios y con un inconveniente fundamental: la polarización de los relatos de legitimación de las decisiones de ambos grupos dirigentes, en un difícil contexto de estancamiento (o declive) representativo. 

Bloqueo de la legitimidad

La consecuencia es que, a pesar de los deseos expresos de Sumar, el ¡Vamos a más!, y el discurso optimista sobre su papel, no se han terminado de legitimar públicamente esos cambios de orientación, articulación y liderazgo, y el escaso entusiasmo participativo es un síntoma de ello. El proceso de escucha y el movimiento ciudadano, como procesos de legitimación del nuevo espacio electoral quedan relativizados. Incluso se notan indicios de desgaste de la confianza social respecto de su capacidad unitaria y reformadora -los resultados gallegos y, previsiblemente los vascos, han sido un jarro de agua fría en ese sentido-. 

Cabe recordar que, en los procesos electorales autonómicos, el espacio del cambio, desde 2015 y 2019, siempre ha obtenido menores resultados (casi un 40% menos) que en las elecciones generales; o sea, en ese ámbito tenían menor atractivo y credibilidad transformadora, cosa que se reafirmó el 28M, sacando lecturas interesadas respecto del 23J, y que ahora se reproduce la diferencia entre los dos marcos, agudizada por la división, en los comicios gallegos y, probablemente, vascos. 

Los últimos Barómetros de CIS indican un descenso pronunciado del prestigio cívico del liderazgo de Yolanda Díaz. Y de todo ello, aparte del aparato mediático de las derechas, los voceros pro-socialistas se encargan de resaltarlo. Y no vale el consuelo de que a Podemos, con un fuerte proceso de acoso mediático y judicial y de aislamiento político, les vaya peor y tengan un futuro incierto, pendiente de la pugna representativa de las elecciones europeas. 

Recomposición de la representación alternativa

En definitiva, junto con ese estancamiento en el declive representativo global y los límites reformadores de la acción institucional, impuestos algunos por el propio presidente del Ejecutivo, Sumar sí ha avanzado en su otro objetivo general: la recomposición de ese espacio alternativo. Se está consolidando, con diversas grietas y dificultades, el núcleo dirigente encabezado por Yolanda Díaz -de tradición neolaborista y de Nueva Izquierda-, con su despliegue institucional y mediático. Se ha culminado la sustitución de la primacía de la dirigencia anterior de Podemos -un populismo de izquierda-. En este caso, están abordando su readecuación para tener una mayor iniciativa política con un papel representativo significativo (más de la cuarta parte de ese espacio), pero minoritario según las encuestas (0,7 millones de votos frente a 2,5 del conjunto de Sumar), con fuerte aislamiento mediático y político y cierta incertidumbre sobre su futuro.

Así, se ha desarrollado en torno a Sumar y su movimiento ciudadano un reagrupamiento político de las alianzas basadas en los Comunes -sobre todo el eurocomunismo verde de ICV- y Más País/Más Madrid -el populismo transversal errejonista-, así como con una Izquierda Unida incómoda por su estatus subordinado. Por tanto, se ha producido el reemplazo en la dirigencia, las responsabilidades institucionales y la orientación de la estrategia y la gestión política del espacio, más moderada, posibilista y colaboradora con el PSOE. Sin embargo, ese giro orgánico, gestor y discursivo no ha permitido llegar a la aspiración inicial de unificar el conjunto del conglomerado a la izquierda del Partido Socialista y, sobre todo, asegurar su ampliación representativa y política, con la suficiente credibilidad transformadora y legitimidad pública.   

Las dificultades de Sumar