jueves. 02.05.2024

El ruido (5)

Japón es el país más ruidoso del planeta. Por culpa del ruido, las gallinas son incapaces de poner huevos en la proporción en que lo hacen sus congéneres...

Japón es el país más ruidoso del planeta. Por culpa del ruido, las gallinas son incapaces de poner huevos en la proporción en que lo hacen sus congéneres de Indonesia o de Birmania. No las llevan al psiquiatra de lo estresadas que están, porque, quizás,  demostrarían ser más inteligentes que las personas que las someten a soportar tanto decibelio estridente. Hay estudios, incluso, que aconsejan que en la dieta alimentaria no se contemple el consumo de huevos, porque transportan células, si no cancerígenas, sí lo más parecido a un edema óseo.

Pero no todo tiene que ser negativo en el reino milenario de Japón. Al menos, las autoridades niponas han prohibido que los usuarios del metro no enciendan sus móviles una vez que hayan conseguido introducirse heroicamente en el convoy disponible. Cualquiera que haya subido a uno de estos vagones, conoce bien el infierno en que se convertirían si los celulares de los usuarios empezaran a sonar al unísono demócrata idiota y los viajeros se pusieran a hablar simultáneamente. La primera vez que esto sucedió fue lo más parecido a la explosión de una bomba en una habitación de cuarenta metros cuadrados. Algunos temieron que nuevamente los EE. UU habían bombardeado el país. 

En España, segundo país en el ranking de productor de ruidos, no se ha llegado a prohibir el uso de los móviles en el metro. Al parecer, no peligra la salud auditiva de los viajeros. Sin embargo, no estaría nada mal que se imitara la conducta de los japoneses. Porque resulta incomprensible que haya personas que puedan gritar tanto hablando por dicho aparatito.    

¿Por qué se desgañita tanto la gente cuando habla por el móvil? ¿Qué poder maléfico posee dicho artilugio para que una persona, de natural afable y bondadosa, se convierta en un orangután a quien le hubieran pisado los huevos en un descuido? ¿Acaso las personas con las que intercambia sus palabras están más sordas que tapia de cementerio?

Caben muchas explicaciones. He aquí dos. 

Primera y más importante. La inconsciencia estúpida en que vive la especie humana, utilice o no el móvil. Entiendo que no percibir que las personas que están alrededor de uno no tienen por qué participar pasivamente en la conversación que se llevan entre orejas,  es un conocimiento que exige un esfuerzo descomunal de las meninges y es comprensible que no todo el mundo haya sido capaz de adquirirlo gracias a la educación de sus padres, sobre todo si a estos les ha importado un pito dicha urbanidad. 

Segunda y no menos importante. El desconocimiento rayano en el desprecio hacia los demás con el que muchas personas actúan en los espacios públicos sigue siendo otra asignatura, más que pendiente, suspendida  una y otra vez en los exámenes a los que nos someten los actos más sencillos y cotidianos de la existencia. 

¿Por qué ciertas personan muestran tanto desaforado interés en que el mundo global se entere de que se han comprado una camiseta de sus artistas preferidos aunque no estén muy convencidas de si el color elegido era el más adecuado

No siento decirlo, pero esta gente tendría que salir de casa con un bozal en los morros. O, como ya se ha dicho, imitar a los japoneses y no enchufar el móvil hasta encontrarse uno en el desierto.

El ruido (5)