viernes. 26.04.2024

Rojos!

El triunfo de la selección española en la Eurocopa hace pensar que lo único rojo que va quedando en España es el equipo de fútbol.

El triunfo de la selección española en la Eurocopa hace pensar que lo único rojo que va quedando en España es el equipo de fútbol. Los de abajo, los del medio y los de arriba tirando juntos por una misma causa y sin que la posición en el campo represente más que una simple anécdota; sintiéndose en iguales condiciones para hacer la historia, sabiéndose capaces de enfrentar rivales de peso, sobreponiéndose a las avdersidades y finalmente levantando -con humildad, con sencilléz- una copa  que al gobierno -ni humilde ni sencillo-  le interesa que el pueblo beba enterita. Porque así, embriagados de un triunfalismo estupidizante, las subidas del IVA, de luz, de gas y etc., quizás pasen desapercibidas al menos hasta el día en que lleguen los recibos, justo cuando la resaca de la celebración se ha evaporado. “Antonio...¿sabés cuánto nos vino de luz?”, se escuchará en los hogares en los que aún no hayan optado por la calidez y economía de las velas.

“¡Aguafiestas!”, me dirá algún lector (si es que lo hay) a esta altura del artículo. Y puede que con toda la razón. Pero no vaya a creer que no me alegra el triunfo de La Roja. Al contrario; hasta altas horas de la madrugada oí los cánticos de mis vecinos, los Rogriguez, a quienes desahucian la semana próxima por falta de pago. “Yo soy español, español, español. Yo soy....”. Y el viejecito del Segundo A, a quien le avisaron el viernes que ya puede ir muriéndose tranquilo porque los medicamentos para sus problemas pulmonares dejarán de ser asunto del Estado y tendrá que pagarlos de su bolsillo. “A por ellos, oé, a por e...a...por..por... (y a esa altura la tos le quebraba el canto, al pobre). Y a los estudiantes que se juntaron en el portal del bloque, envueltos en banderas españolas, al grito de “campeones, oé, campeones, oé”. Así estuvieron hasta el amanecer, quizás el último que compartan porque algunos de ellos ya no iniciarán el ciclo siguiente por falta de recursos.

La recesión se agrava y la caída del Producto Bruto Interno será superior al 3 por ciento”, dijo el Ministro de Economía Luis de Guindos en una rueda de prensa que no vio nadie; porque por obra y gracia de la causalidad a de Guindos se le ocurrió ofrecerla a pocas horas de la final de la Eurocopa. “Yo soy español, español, español!”, le faltó decir al ministro antes de retirarse del recinto. Unas horas más tarde los enviados especiales de Mediaset al estadio Oplímpico de Kiev esperaban ansiosos a las autoridades españolas entre las que destacaba el Principe Felipe y por su puesto Mariano Rajoy que ya había señalado que “si voy porque voy, si no voy porque no voy”. Y fue. Dispuesto, incluso, a dar esos saltitos característicos que se hicieron clásicos en la sede del Partido Popular allá por noviembre de 2011, cuando el voto arrasador lo colocó en la presidencia y los simpatizantes de su figura le pedían “que bote, que bote Mariano bote” y se entregaban a él sentenciando “tú si que vales, tu si que vales”. Ambos fueron entrevistados por Telecinco antes y después del partido. Ambos estaban seguros del triunfo y así se lo hicieron saber a los periodistas y a la ciudadanía española. La sonrisa no les cabía en la cara a la salida del estadio. "Somos ante todo seres humanos. Todos tenemos nuestros problemas pero como seres humanos todo lo que sale del alma y del corazón es muy bonito. Y hoy mucha gente será feliz y hay que agradecerlo a estos futbolistas y su entrenador", dijo Mariano Rajoy que aprovechó la entrevista para ratificar su pertenencia a la especie.

A esa hora una marea humana inundaba las calles de capitales y pueblos españoles, saltaban por los aires los fuegos de artificio, se descorchaban botellas de champagne. “Es el milagro español. Ningún otro equipo ha logrado tres títulos seguidos!!”, decía un periodista de Telecinco con la voz entrecortada por la emoción. “Estuve en Viena en la pasada Eurocopa y sé lo que significa este éxito. Pero lo que pasa es que nos van a acostumbrar muy mal. Han conseguido que millones de españoles sean felices y eso es lo importante", añadía Rajoy sabiéndose parte de un gran triunfo, cerrando una semana de conquistas, de gestas politico-deportivas que sirven de igual manera para un buen cóctel festivo.

Y mientrtas la turba enloquecida coloreaba las calles de Madrid, algunos pobres infelices a los que ni siquiera el fútbol logra modificar su existencia ni por un sólo instante, buscaban sustento entre los desperdicios del festín. Se vio durante un breve lapso de tiempo. Fue la cámara de Telecinco la que sin intención alguna lo mostró al fondo, en un plano lejano, empujando un carrito de supermercado repleto de viejos e inservibles trastos. “Yo soy español, español, español...”. La Cibeles se vestía de gala, los abrazos recordaban a los de otras conquistas quizás más relevantes pero sepultadas en el pasado. “Campeones, oé, campeones, oé”. La felicidad -instantánea, prefabricada, inducida- ganaba por goleada, Rajoy sonreía, los rojos le habían hecho un gran favor.

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