jueves. 25.04.2024
"La escuela de Atenas" Raffaello Sanzio (1483-1520)|Imagen: Scala, Florencia

Ética a Nicómaco fue una obra que Aristóteles escribió en el siglo IV a. C. en la que ya podemos observar algunos vestigios de lo que hoy conocemos como psicología positiva.

En esta obra, Aristóteles habla de la felicidad (eudaimonia), la virtud, la razón práctica y las emociones como los pilares de lo que él denominaba “buena vida”, algo que pensaba que todas las personas perseguimos. Para lograr llegar a esta buena vida indica que es necesario desarrollar virtudes (hábitos buenos) y contar con determinadas fortalezas.

Las fortalezas, para Aristóteles, serían aquellos rasgos de carácter que cada persona tiene de forma innata y que le permiten alcanzar el bienestar y la felicidad. Pero, no todo el mundo nace con esas fortalezas indispensables para conseguir la “buena vida”.

Por ejemplo, alguien inseguro lo tiene bastante más difícil que alguien que, por naturaleza, tiende a arriesgarse y salir de su zona de confort. No obstante, Aristóteles dice que mediante el autocontrol y la autorregulación se pueden adquirir esas fortalezas, aunque a cambio sea necesario un ejercicio de voluntad.

Es importante considerar el concepto aristotélico de “sabiduría práctica”, más conocido como phronesis, en relación con lo que hoy conocemos como psicología positiva. Para Aristóteles este concepto era la virtud principal del ser humano: nos permitiría tomar mejores decisiones.

Martin Seligman y sus colaboradores en el artículo Positive Psychology Progress Empirical Validation of Interventions realizaron algunas propuestas sobre acciones que permitirían que las personas pudiesen alcanzar el bienestar a través de la “sabiduría práctica”.

El enfoque histórico de la teoría y práctica de la psicología positiva parte del concepto de un ser humano libre, prudente, racional y responsable de sus actos y sus consecuencias La dignidad humana está en admitir su responsabilidad como agente histórico concreto. Lo relevante para el proyecto de vivir es, por un lado, la propia decisión que tome el ser humano y, por otro, el juicio o valoración subjetiva de los acontecimientos. No se puede culpar ni a los dioses ni al destino de los problemas personales y sociales. Muchos de los recursos para la salud se hallan dentro del ser.

Supone el reconocimiento de la relevancia del “guía interior”, y la vuelta a nosotros mismos para encontrar la virtud. Pues, como argumentaba San Agustín, “entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad”. La mayor parte de los acontecimientos del transcurrir vital son responsabilidad de la propia persona.

La responsabilidad afectiva también trata de concebir las relaciones amorosas y sexuales como espacios donde cada una de las partes implicadas se ve afectada por las acciones y decisiones del otro

Lo relevante es que los seres humanos cuenten con su propia acción. A fin de cuentas, lo que está claro es que el ser humano está aquí y ahora. Piensa, emite comportamientos y lucha por la realización personal. Las ideas acerca de la duda, que Descartes parece extraer de San Agustín, son inútiles y harían casi imposible vivir.

Pero, en muchas ocasiones, conocemos lo que debemos hacer, pero elegimos lo peor. Como ya señalaba Platón, “en cada uno de nosotros hay como una guerra de nosotros mismos contra nosotros mismos”. Una buena perspectiva de la psicología actual acerca de los juicios de responsabilidad son los trabajos de Weiner. Desde su orientación, la eliminación de la responsabilidad personal imposibilita prácticamente toda acción humana de crecimiento personal. La persona responsable es consciente de su capacidad como agente activo en sus acciones y consecuencias. Y ello le conduce a actuar con sabiduría en el proceso de decisión personal.

La responsabilidad afectiva es un conjunto de sentimientos, emociones y pasiones de una persona. Al unir estos dos términos, se puede concluir que la responsabilidad afectiva hace referencia a la responsabilidad que tenemos como seres sociales de cuidar nuestros vínculos y relaciones con los demás, teniendo en cuenta nuestras emociones y las de los otros. El mundo emocional de cada persona puede diferir mucho del resto, por ello es importarte conocerlo, comprenderlo, respetarlo y tenerlo en cuenta a la hora de actuar.

La comunicación es algo esencial en las personas, es una forma de expresar nuestras intenciones, expectativas, necesidades y límites que queremos en nuestras relaciones. Todo lo que decimos tiene consecuencias, por ello debemos asumirlo y cuidar la forma en la que transmitimos nuestras emociones, pensamientos, sentimientos y preocupaciones. Esto quiere decir que tenemos que expresarnos con sinceridad y honestidad, pero con empatía hacia la otra persona, debe de haber un equilibrio.

Para profundizar en la responsabilidad afectiva es necesario un entrenamiento emocional, así ser consciente de la influencia que tenemos sobre los demás es esencial a la hora de responsabilizarnos de la forma de comunicar nuestras emociones, de los vínculos que generamos con otras personas, de las consecuencias de nuestros actos, de la importancia de dejar claras las bases de las relaciones. La responsabilidad afectiva se enfoca en todos los ámbitos a nivel de relación, ya sea familiar, de amistad, de pareja, laboral, etc. Debido a esto, es importante que aprendamos a hacernos cargo de esta responsabilidad, a través de un entrenamiento, primero, en las propias emociones y, segundo, en las de los demás, para crear así un mundo más humano.

La responsabilidad afectiva surgió como un término a emplearse dentro de las nuevas configuraciones en torno a las relaciones sexoafectivas. Durante un buen tiempo el tema del amor y las parejas estuvo dominado por la idea de la monogamia y el matrimonio, sin embargo, los cambios culturales, sociales y hasta económicos de cada época también implican transformaciones en las personas y sus vínculos. Poliamor, poligamia, relaciones abiertas, relaciones casuales, son algunas formas de relacionarse que han surgido en los últimos años, y si bien las formas alternativas a los conceptos tradicionales de pareja siempre han existido, es reciente el interés no solo por entenderlas como conceptos sino también plantear la necesidad de una reflexión crítica a lo que implica para las personas.

La responsabilidad afectiva también trata de concebir las relaciones amorosas y sexuales como espacios donde cada una de las partes implicadas se ve afectada por las acciones y decisiones del otro, es decir, señala necesidad de generar conciencia respecto a que no podemos deslindarlos de como incidimos en el otro.

No se trata de evitar a toda costa el dolor del otro, ni de poner sus necesidades y deseos del a costa de los nuestros, sino de saber que nuestras acciones tienen impacto en los otros, por lo que es necesario plantear, acuerdos, evidenciar necesidades, explicitar deseos. No debemos de asumir que el otro sabe lo que queremos, que esta en el mismo canal, que mientras yo sea claro con lo que quiero, es problema de los demás como lo entiendan.

Es plantearnos que las personas no somos objetos, que no estamos ahí para solo satisfacer necesidades (emocionales o sexuales) y por lo tanto las personas con las que cada uno de nosotros decide relacionarse tampoco están ahí solo para saciarnos. Se trata de saber que toda relación sin importar si es de una noche, un par de meses o años implica un respeto al otro como individuo. 

La responsabilidad afectiva busca la construcción de relaciones más equitativas, más respetuosas, más transparentes, es saber que tengo la capacidad de generar cosas en el otro y que ese otro también puede generar cosas en mí, por lo que esta conciencia nos permite plantear acciones basadas en la comunicación y en el establecimiento de acuerdos.

Por último, compartir esta reflexión de Erich Fromm: “El amor no es esencialmente una relación con una persona específica; es una actitud, una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo como totalidad, no sólo con un objeto amoroso.”

Ética y responsabilidad afectiva