viernes. 29.03.2024

El ambiente ha sido, desde los comienzos de la psiquiatría, un factor fundamental en el estudio y la comprensión de las enfermedades mentales. Así, se puede señalar una evolución desde una concepción ambientalista genérica a una más actual, en la que el clima (ej. la falta de luz natural en los países nórdicos), pero también otros factores físicos y químicos, tienen efectos en patologías afectivas y en enfermedades mentales.

Podemos definir el ambiente como “la totalidad de las condiciones y procesos ambientales que empeoran a la salud humana e influyen sobre los índices de mortalidad y morbilidad”. Correlativamente, la ambiómica sería “el estudio de cómo y por qué se produce tal influencia”. En su aplicación a la psicología y a la salud mental, la ambiómica se definió como “el estudio de las condiciones y procesos ambientales que promueven la salud mental o incrementan los riesgos de trastornos mentales”.

  1. Factores de riesgo en la etiopatogenia y evolución de los trastornos mentales
  2. Factores de riesgo en el desarrollo cognitivo

Por su parte, la salud ambiental, según la definición canónica que se prefiere de la Organización Mundial de la Salud (OMS), es “aquella disciplina que comprende los aspectos de la salud humana que son determinados por factores ambientales físicos, químicos y biológicos, externos a las personas. También se refiere a la teoría y práctica de evaluación, corrección, control y prevención de los factores ambientales que pueden afectar de forma adversa a la salud del presente y de futuras generaciones”.

El ambiente ha sido, desde los comienzos de la psiquiatría, un factor fundamental en el estudio y la comprensión de las enfermedades mentales

La salud ambiental, al menos en España y respecto a sus competencias dentro del sistema de salud general, ha centrado su atención en los aspectos relativos a los riesgos ligados a la contaminación física, química o biológica del aire, el agua o la tierra, así como a su correlato alimenticio. No se han considerado competencias suyas (al menos a nivel organizativo y administrativo en el Sistema Nacional de Salud) los problemas derivados de lo que podemos llamar «contaminación social» y sus complejos derivados.

Factores de riesgo en la etiopatogenia y evolución de los trastornos mentales

1. Calidad del aire

En los últimos años, una serie de estudios ha asociado la contaminación atmosférica con problemas de salud mental extrema en que los contaminantes del aire resultan tóxicos para el sistema nervioso central. También se ha argumentado que se dan más casos de alteraciones psiquiátricas en el medio urbano que en el rural, y que, en un país como China, con una gran aceleración hacia el desarrollo industrial que ha provocado una gran migración del medio rural al urbano, la carga de las enfermedades mentales se ha incrementado notablemente, a la par que las enfermedades respiratorias y cardiovasculares, muy vinculadas estas a la calidad del aire. La toxicidad de la contaminación atmosférica no está bien definida. En el caso de las partículas, se atribuye a su potencial efecto inflamatorio sistémico y de estrés oxidativo cerebral el mecanismo que podría afectar al sistema nervioso central y provocar cambios estructurales y funcionales, que a su vez podrían estar asociados con problemas mentales.

En conclusión, la contaminación atmosférica podría incrementar el riesgo de alteraciones psiquiátricas como la depresión unipolar o el espectro autista, y podría agravar los síntomas depresivos, pero se necesitan estudios más rigurosos para confirmarlo.

La contaminación atmosférica podría incrementar el riesgo de alteraciones psiquiátricas como la depresión unipolar o el espectro autista

2. Temperatura

La temperatura puede influir en el estado de salud mental y se han postulado varios mecanismos explicativos: uno hace alusión a la propia incapacidad de las personas con enfermedad mental de cuidarse por sí mismas; otro se justifica por el consumo de ciertos medicamentos, como antipsicóticos, antidepresivos, etc., que incrementan la vulnerabilidad al calor por inhibición de los mecanismos termorreguladores; y un tercer mecanismo tiene que ver con la alteración del sueño que potenciaría la vulnerabilidad, en este caso, de las personas mayores.

Una serie de estudios encuentra una asociación entre el riesgo de ingreso por urgencias debido a trastornos mentales y el incremento de las temperaturas, tanto para trastornos generales y mentales. Otro estudio se refiere a una asociación fuerte entre la mortalidad por suicidio y el calor (mayor en los hombres que en las mujeres), y no tan evidente para el resto de las enfermedades mentales.

Estudios encuentran una asociación entre el riesgo de ingreso por urgencias debido a trastornos mentales y el incremento de las temperaturas

3. Ruido

A finales del año 2018, la Oficina Regional para Europa de la OMS editó el documento de revisión Environmental Noise Guidelines for the European Region. Los estudios analizados en la revisión fueron de lo más variado en cuanto a diseño, fuentes de emisión y posibles efectos. Así, en cuanto a fuentes de emisión de ruido se estudiarán los aviones (aeropuertos y cercanías), el tráfico rodado y el ferrocarril. Los efectos que se contemplaron fueron el consumo de medicamentos para tratar la ansiedad, la depresión y otros trastornos; la depresión, la ansiedad y síntomas psicológicos autoreferidos, y la depresión y la ansiedad diagnosticadas por entrevista.

Un estudio español de tipo ecológico encuentra una relación a corto plazo, para el periodo de estudio 2010-2013, entre los efectos del ruido del tráfico, que superó los umbrales definidos por la OMS de 65 decibelios durante el día, una sola vez, y el de 55 decibelios para la noche, el 87,7% de las veces, y los suicidios en la ciudad de Madrid.

4. Cambio climático

Cada vez cobran mayor importancia los estudios que intentan asociar el cambio climático con la salud mental de la población, tanto de forma directa como indirecta. Sin embargo, las publicaciones ponen el acento en aspectos concretos: huracanes, inundaciones, incendios, sequías, etc., sin que se puedan afirmar relaciones estables o confirmadas.

Factores de riesgo en el desarrollo cognitivo

Los trastornos del desarrollo neuroconductual descienden al 10-15% de los recién nacidos y las tasas de prevalencia del espectro autista y del síndrome de déficit de atención e hiperactividad están creciendo en todo el mundo; e incluso más comunes que estas son las alteraciones subclínicas de las funciones cerebrales. Son bien sabidas las consecuencias que todos estos trastornos pueden tener sobre la calidad de vida, los problemas escolares y la integración social de la población infantil afectada.

El cerebro humano es excepcionalmente sensible a la exposición a sustancias químicas, y la ventana de mayor vulnerabilidad se da en la vida intrauterina

El cerebro humano es excepcionalmente sensible a la exposición a sustancias químicas, y la ventana de mayor vulnerabilidad se da en la vida intrauterina y los primeros años de vida, justo cuando el cerebro se desarrolla. Durante estas etapas de la vida, el cerebro puede sufrir daños importantes con exposiciones muy bajas que en la población adulta podrían no tener efectos adversos.

Se han identificado, en una exhaustiva revisión bibliográfica, las cinco sustancias químicas que pueden ser clasificadas como neurotóxicas para el desarrollo cognitivo: plomo, metilmercurio, arsénico, PCB (policlorobifenilos) y tolueno. También señalaron otras 201 sustancias químicas capaces de provocar daño al sistema nervioso en exposiciones laborales, accidentes e intentos de suicidio. La alarma se centró en las pruebas que apuntaban a los efectos con altas dosis, y solo con la mejora de las técnicas instrumentales analíticas y los diseños epidemiológicos más sofisticados se podrá conocer los efectos neurotóxicos a concentraciones mucho más bajas. En el caso del plomo (quizá uno de los metales más estudiados), se hace mucho énfasis por parte de los Centers for Disease Control and Prevention en que no hay un nivel seguro en sangre, y se usará como referencia 5 μg/dl, que es el percentil 97,5 de los niveles de plomo en sangre encontrados en la National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES); sin embargo, por debajo de esta cifra el plomo provoca en la población infantil una disminución de las habilidades intelectuales y académicas, y mayores tasas de trastornos neuroconductuales como hiperactividad y déficit de atención.

Están aumentando las pruebas que muestran una relación entre los contaminantes ambientales y la demencia y la enfermedad de Alzheimer

Si los contaminantes hasta ahora comentados tienen efectos sobre el sistema nervioso en las etapas del desarrollo, es lógico pensar que también pueden afectar a las personas mayores. De hecho, están aumentando las pruebas que muestran una relación entre los contaminantes ambientales y la demencia y la enfermedad de Alzheimer. Así, aunque los efectos perjudiciales del metilmercurio mejor documentados son los que se producen sobre el desarrollo del sistema nervioso en fetos y bebés, cada vez hay más estudios que indican que la exposición a este contaminante en la población general también puede afectar a la función cognitiva, la reproducción y el riesgo cardiovascular en adultos, como indica una revisión sistemática realizada por un grupo de investigación español.

También otros contaminantes, como la calidad del aire, los PCB, el plomo, etc., podrían estar previsto al desarrollo cognitivo de las personas mayores. Sin embargo, existe todavía mucha controversia al respecto.

Por último, compartir esta reflexión de Sócrates: “Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar en el futuro las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle”.

Influencias de la salud ambiental en la salud mental