lunes. 29.04.2024
Niñaconsumeñeca (1)

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Por favor, a todos los lectores de este mensaje, antes de continuar ved, detenidamente, la fotografía de la portada de este minúsculo, pero sobrecogido artículo o escrito (niña con muñeca). Si podéis ampliar su imagen mejor. Es esencial, se trata del núcleo de mi palabrería insulsa, prescindible y accesoria. Después seguid leyendo, os lo ruego.

Ahora contestad: ¿quién va a redimir, a salvar a esta niñita menor que un grano de avena?, ¿quién irá a consolarla, mimarla, cuidarla, arroparla, abrazarla?

Mirarla, con su manita tapa los ojos y la cara de su muñequita, en un gesto de humanismo que, ética y antropológicamente, le deja a uno la carne de gallina. Esta bendita niña cree que su muñeca, quizás también que todos nosotros, no debemos contemplar la desolación, el terror, la miseria y la muerte que ella observa. Es una acto heroico, magnánimo, enternecedor, humano y conmovedor. La ciencia psicológica lo llamaría un fenómeno de “agencialidad”.

El palabro se definiría como la capacidad cognoscitiva que poseen las personas para otorgar, disponer, conceder la condición de ser humano dotado de mente y facultades de individuo concreto a animales, plantas u otros seres inanimados, en este caso una muñeca, posiblemente algo más que un juguete. A mí me pasa mucho, con mi gata Yoko, la hablo como si me entendiera, la pido perdón cuando debido a mi torpeza la piso sus patas, la acaricio y reclamo sus caricias. Muy seguramente, este dispositivo humano nos permite ser más empáticos, más humanamente identificables, más respetuosos con otras formas de vida y existencia.

La criatura aprieta fuerte con su manita los ojos de su muñeca destartalada y sucia, estrechándola fuerte entre sus brazos. Intenta evitarla el sufrimiento de la visión del mal que otros seres humanos infringen a sus semejantes. Está asustada, estresada, desolada, quizás sola, quién sabe lo que ha sufrido, lo que en ese momento está observando.

La imagino cercada por el hambre, la violencia, la guerra, el miedo y la desolación; pero intenta salvar de todo ese horror a su muñeca. Lo realmente patético es que, sin saberlo, ¡pequeña mía!, también intentas que nosotros; los que comemos diariamente, lo que gozamos de paz, salud, bienestar, enseñanza y ausencia de violencia; no sepamos de tus tribulaciones.

Pero lo que no intuyes es que, diariamente, vemos tu foto, leemos el periódico, contemplamos el telediario, y no podemos llamarnos a andana de tu terrible situación, de los vampiros que intentan, una y otra vez, matarte con misiles, drones, balas trazadoras, fósforo blanco y demás artilugios bélicos, o usando un arma de destrucción masiva, sin piedad ni clemencia: el hambre. Una extraordinaria poeta portuguesa, Sophia de Mello Breyner Andresen, en su Cantata da Paz, lo expreso nítidamente en un verso de denuncia y compromiso: “vemos, ouvimos e lemos. Não podemos ignorar”

Somos conscientes, luego, en alguna medida, somos culpables de lo que te sucede. Desgraciadamente eres ya mayor, tienes esa cosa que llamamos uso de razón, en este caso para reconocer la sinrazón. No podemos cantarte una nana, con cebolla incluida, como la que cantaba el poeta soldado, Miguel Hernández, ésa que finalizaba diciendo: “no te derrumbes/ no sepas lo que pasa/ ni lo que ocurre”.

Pero sabemos lo que pasa, lo que ocurre, y estamos dándole vueltas a cómo solucionarlo; llenos de hipocresía, ignorancia y estupidez malsana. Una vez, un hombre que perdió a su hijo, periodista, en un conflicto bélico expresó lo siguiente: “malditas sean las guerras y los canallas que las hacen” (Julio Anguita). Taimados maleantes de los que dijo, acertadamente, José Saramago: “la experiencia me ha enseñado que los peores hijos de puta son los que no tienen aspecto de serlo” (Ensayo sobre la ceguera).

Sí, pequeña, estamos ciegos de tanta luz, de tanto testimonio, de tanta evidencia, nos movemos en una realidad deslumbrante, en la amaurosis lechosa de un mundo que no te mereces. ¿Qué podemos ofrecerte? ¿Dónde resucitará tu esperanza, tu niñez robada, tu radical ausencia de pecado?

Pequeña no encontramos respuesta alguna es, sencillamente, la incapacidad, la inercia, la impericia, la inutilidad de los que comemos todos los días. ¡Vergüenza, vergüenza de los televidentes, los oyentes y lectores desensibilizados sin remedio!

Mientras Dios siga de vacaciones, con la que está cayendo en este Valle de Lágrimas; extasiándose, como un niño pequeño, en las maravillas del Universo; por ejemplo: en la contemplación de la deformación de la curvatura espacio-tiempo ante la interacción de dos masas, la confirmación definitiva de la ecuación einsteniana; E= m· c2, o la verosimilitud de que la distancia más corta entre dos puntos- sistemas de referencia –, es la línea curva (hipérbole), pasando por la constatación de la invariancia de la luz y su velocidad (c).

Prestando, ¡debe estar muy ocupado, el Pobre!, atención alguna a los desastres, la desolación, la injusticia, el horror y demás tribulaciones que, teóricamente, sufren sus hijos más queridos: los pobres, los desheredados, los humillados, desterrados y famélicos; habrá que hacer algo; ¡digo yo! Lo de la Parusía se nos está haciendo muy dilatado en el tiempo, incluso para los creyentes – especialmente -, los católicos; los ateos ni estamos ni se nos espera. Digo, habrá que hacer algo, con el disparate que llamamos orbe o mundo. Dos horrorosas guerras nos afligen sin darnos tregua para sobreponernos a las atrocidades más difíciles, si cabe, todavía.

No obstante, después de lo aprendido con la teoría de la relatividad especial y general; vaya usted a saber que entiende, el Todopoderoso, por la dimensión Tiempo, su cuantificación, medición y expresión cósmica. Tampoco, la Santísima Trinidad, Misterio insondable de la Doctrina Católica, más abstrusa de comprender que la Teoría Cuántica o la de Cuerdas, nos ilustra con las contradicciones de la existencia del mal y su banalidad (Hannah Arendt). ¿Por qué existe el mal? ¿Por qué Dios, Omnipotente, no lo evita, Él que es Misericordioso y Justo? Ya pasó la Semana Santa, tiempo de penitencia, reflexión y Resucitación al tercer día; por cierto, ya puestos, Cristo muerto, ¿qué hizo durante ese período, a qué se dedicó? No, no son preguntas baladíes ni hipócritas, ni siquiera sacrílegas. Son cuestiones, interrogantes legítimos, que todo ser humano debe plantear a los creyentes, sin atisbo de desconsideración o falta de respeto. ¡Qué despierte Dios! Tome consciencia, ¿la tiene?; de la bárbara “inteligencia artificial” que nos asola con una precisión demoledora.

Noche y día constatamos que la garra no es suave, que el odio no se amortigua detrás de la ventana–un recuerdo para el poeta Miguel Hernández inspirador de estas estruendosas palabras-, que las niñas y niños que las padecen, los ya mayorcitos y en uso de razón para la sinrazón, si saben, desgraciadamente, lo que pasa y lo que ocurre: mueren criaturas, les arrancan las alas, mientras las ambulancias paran en todas las aceras, para ser blanco, también, de algunos cabrones con pintas, de gatillo fácil, u ordenador fatídico.

Después de esta perorata que os he dedicado, acto seguido, sin solución de continuidad como contribución a esta época del año tan reconcentrada y sublime, os dedico un poema en forma de anáfora, figura retórica que se caracteriza por la repetición de una o más palabras en el comienzo de los versos sucesivos.

AHORA, CON DOS GUERRAS TRAIDORAS

Ahora, que hace mucho que no asisto a un duelo.

Ahora, que mis opiniones carecen de cualquier aval,

que vivo en permanente y total fuera de juego,

errático, por la cancha, sin tocar balón u oval.

Ahora, que no me quema el fuego de la lascivia,

que comerme una torrija me parece un pecado mortal.

Ahora, que nadie me invita ni me regala una buganvilia,

que he perdido las insignias que me alejaban del mal.

Ahora, que como un diletante creo haber comprendido las curvaturas,

sí, esas de la relatividad y la dimensión espacio-temporal.

Ahora, que me creo un Einstein, y soy tonto del culo con calentura.

Ahora, que la ecuación: E= m·c2 no es una triquiñuela ni un bulo

de la troupe de los Bolsonaro, Milei, Trump, Meloni o Abascal.

Ahora, que veo Cristos surrealistas que bajan exangües al Hades,

a rescatar a los pobres, desheredados, inocentes, los sin pecados.

Ahora, que mi Atleti no es carne ni pescado en el limbo inveterado,

de un “furbor” transmutado en cueva de ladrones y alacranes.

Ahora, que en lucha desigual se baten tirachinas con misiles y drones.

Ahora, que en las ferias de armas se entroniza la diosa fortuna.

Ahora, que no me sale los cojones que me engañen decisiones,

de probos europeos otanistas con guerras inevitables y oportunas.

Ahora, que el Consejo de Seguridad emite la enésima Resolución,

que incumplirá Israel, porque Netanyahu no tiene ONU sino dos,

portaviones norteamericanos para su perfecta cobertura y caución.

Ahora, que Lisboa se encuentra más lejos que una primorosa estrella.

Ahora, que la Cidade da Luz está en Alfa Centauri, pero sigue siendo bella.

Ahora, que el eléctrico 28 pasa por Mouraria, mirador Santa Luzia,

Alfama mía, sin fado ni guía; nao sei, mesmo agora por ir lá o que faria.

Ahora, que apruebo cursos por internet de exámenes virtuales con Red.

Ahora, que discuto a voces con el telediario más sordo y mudo cada vez.

Ahora, que no me explico ni me explicaré, por prudencia y sensatez,

pretendidas virtudes que, falsamente, me aseguran trae la pérfida vejez.

Ahora, que resuelvo problemas de ajedrez a golpe de neuronas maltrechas

que, aunque achicharradas, se mantienen de pie y conectan sus brechas

sinápticas en un afán de no perder la conexión, de mantenerse derechas.

Ahora, que me yergo y suenan calcañares y edemáticas piernas insurrectas.

Ahora, que me sienta mal el chocolate y no tendré jamás un Maserati,

que por arte de magia aparezca en mi plaza de garaje. No es una indirecta,

Dios me libre, de Madrid al cielo, y dos millones de euros de “propinati”.

Ahora, que dos guerras me tumultúan el alma, me destrozan la calma.

Ahora, que alguien me espeta que el que conoce, también, es culpable.

Ahora, que los desalmados no tienen alma y portan espingardas.

Ahora, todo me parece inaudito, insufrible, horrendo e inefable.

Digo, que ahora, en ese momento estoy ferropénico perdido,

me falta hierro, densidad. Soy carne de frenopático sin ruido.

Por mis pecados y faltas estoy comprometido en el Juicio Final,

que no me creo, por ateo. Ayudadme a buscar en este trance fatal,

un abogado novato de oficio, barato, que no desee beneficio.

Un tipo de los que ya no quedan: izquierdista, rojo y sin vicios.

Niña con muñeca