domingo. 28.04.2024
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Luz Méndez

No soy muy de obituarios. Pero ayer el jueves de existir la madre de un gran amigo, Francisco Pol, al que quiero mucho. Se llamó Luz Méndez y solo su propia vida lo merece.

Convivió con nosotros casi 104 años pues nació en 1920, y es una de tantas protagonistas anónimas de nuestra historia desconocida a ras de tierra.

Vivió y sufrió nuestras tragedias, que algunos frivolizan en papel couché o lo facturan en papel moneda. Mujer fuerte y animosa. Contempló con apenas 17 años cómo fusilaban, delante de ella, a sus seis hermanos y al padre, por ser de UGT. Pudo escapar del cerco, y anduvo refugiada por muchos sitios, donde buena gente la acogió, jugándose con ello la vida.

Se hizo aprendiz de modista para después sobrevivir con su trabajo. Estudió solo la primaria pero se hizo lectora compulsiva e indiscriminada. Aprendió francés, compartiendo lecturas con sus tres hijos ya de otra época, pero asumiendo sin pretensiones las nuevas ideas. Montó su taller de confección y sobrevivió también a guerras mundiales, dictaduras y crisis económicas.

De familia humilde de albañiles y campesinos con dos vacas y una huertina jamás olvidó sus orígenes. Aún con 103 años fue a votar en las últimas elecciones el 23 J. Y no albergó dudas metafísicas sobre la derecha, el centro o la izquierda. Ni se dejó confundir por la demoscopia.

Con orígenes de manual de historia, obrera campesina y víctima. Si, víctima más que nadie del odio y la intolerancia del fascismo hispano, educó a sus hijos en los ideales de progreso y solidaridad.

Tal vez tanto las nuevas generaciones, como algunas nomenclaturas gerontocraticas, olvidan que el PSOE y la izquierda progresista, tanto en Asturias como en las otras Españas, de los vientos del pueblo, tiene raíces muy fuertes, más allá de algunas malas cosechas.

La sangre tiene razones que hacen engordar las venas, decía Atahualpa. Y aunque nunca conocí a Luz Méndez, solo tengo que observar su foto, con esa mirada que brilla como su propio nombre, para saber que es una de los nuestros.

Las heroínas desconocidas de tiempos de silencio que aún nos alcanzan.

Solo por eso escribo este obituario como una deuda necesaria. A quien tanto dio a mi amigo Paco y a todos nosotros. Ya no debería descansar en ningún otro sitio que no sea nuestra memoria. Y punto final.

Se llamaba Luz Méndez