miércoles. 24.04.2024
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El término, “ley trans”, es muy equívoco. Aunque quieren convencernos de que la ley es para proteger a las personas transexuales, en realidad lo que promueve la ley (que se ha tramitado con tanta urgencia), es el cambio de sexo registral sin ningún requiso previo; basta con el deseo de sentirse hombre o mujer, aunque su biología demuestre lo contario. El lobby transactivista que promueve “La identidad de género”, se opone a que se exijan informes médicos porque “patologiza”; consideran que es un insulto utilizar el término “disforia de género”.

Analicemos la cuestión. Si observamos que lo contrario de “euforia” significa, abatimiento, tristeza, depresión, entre otros estados de ánimo, la “disforia” debería asumirse por las personas que se muestran disconformes con el sexo que la biología les ha otorgado, y que por ello muestran su descontento, (se llama “disforia”, al desarreglo de las emociones, aunque sea transitorio). Es evidente que para cualquier servicio médico hay que someterse a unas pruebas que acrediten la necesidad de ciertas operaciones o medicamentos, pero, al parecer, quienes promueven y defienden esta ley sus palabras y exigencias proceden de su ego absoluto que no necesita justificación alguna. El proceso de verificación existe para la vida en sociedad, pero esta ley pretende anular dicho proceso; es el deseo subjetivo el que prevalece. En realidad, esta ley quita a las personas con “disforia” el derecho de atención sanitaria.

Con la mal llamada “Ley Trans” las actuaciones médicas o psicológicas razonables se consideran “terapias de conversión”, y pueden ser multadas hasta con 150.000 euros a cuantos profesionales insistan en ayudar a su paciente, incluso se prevé el cierre de su establecimiento. Recientemente, una psicóloga feminista fue denunciada por el lobby trans, de hacer terapias de conversión. Aunque la doctora Carola López Moya ha sido absuelta, ha pasado por un calvario hasta mostrar la falsedad de la denuncia. En realidad, las terapias de conversión son aquellas que no aceptando la homosexualidad inducen a las personas a adaptarse al rol que la cultura patriarcal ha marcado para hombres y mujeres.

La ley desprecia la seguridad jurídica, tal es así que no limita al número de veces que una misma persona puede cambiar de sexo registral

El expediente sancionador se produce en aplicación de la Ley LGTBI de Andalucía, aprobada en 2017, gobernando el Partido Socialista, pero ha sido aplicada bajo el gobierno de Moreno Bonilla. Lo que ha hecho la doctora Carola López Moya es manifestarse en las redes sociales en contra del lobby trans desde una perspectiva científica. “Las acusaciones son falsas y absurdas”, afirmó la psicóloga, especializada en psicología perinatal y en el trabajo con mujeres. “La infancia es una etapa de la vida que se caracteriza por el aprendizaje a través del juego. Las personas adultas debemos esforzarnos porque los estereotipos sexistas no les influyan, o lo hagan lo mínimo posible”, añadía esta psicóloga que confesaba haber votado a Podemos y que estaba decepcionada con el Gobierno.

La ley desprecia la seguridad jurídica, tal es así que no limita al número de veces que una misma persona puede cambiar de sexo registral. Así, un hombre que cometa un delito de violencia contra la mujer, después del cambio de sexo legal, no podrá ser juzgado por las leyes actuales que determinan a la mujer agredida, o asesinada como víctima de violencia machista. La ley se desvincula de la biología y de la razón para entrar en una fase de “diversidad fluida difusa y confusa” amparándose en la metafísica de los dogmas y con la complicidad de los gobiernos. El deseo a ultranza y el sentimiento individual es la columna vertebral del ideario capitalista y en ello está el transactivismo y las instituciones.

El deseo a ultranza y el sentimiento individual es la columna vertebral del ideario capitalista y en ello está el transactivismo y las instituciones

Con el inquisitorial “dogma queer”, una joven lesbiana que tenga deseos sexuales diferentes a otras chicas de su edad, o un homosexual que se sienta atraído por una persona de su mismo sexo, serán conducidas a pensar que están atrapadas en un cuerpo que no les corresponde. Las personas transexuales reasignadas crearon su propio movimiento y pasaron por duros procesos, pero el transgenerismo pretende asaltar el cielo usando todo tipo de violencias contra las mujeres. La identidad de género es el nuevo “constructo neoliberal”, el producto se publicita y se difunde de mil formas para fomentar la demanda.

Las intervenciones médicas y la cirugía nunca transformarán a un varón en una hembra; solo pueden simularse órganos sexuales, pero no rehacer todo el entramado biológico del otro sexo. En otros países ya se abrió el debate sobre la cantidad de personas que tratan de volver a su sexo original tras hormonarse y/o ser operadas y los problemas con los que se encuentran, preguntándose por qué lo hicieron. De lo que estamos hablando es de la dependencia de las cirugías, de las hormonas, y de toda una vida de dependencia del complejo médico-industrial. La autodeterminación ya es un hecho en las CCAA, pero necesitan de una ley estatal para darse de alta registral con el solo deseo, anulando las disposiciones que actualmente se dan en la ley de 2007 con los pasos previos necesarios.

El transgenerismo pretende asaltar el cielo usando todo tipo de violencias contra las mujeres

Se apela a un supuesto reconocimiento de la “autodeterminación” como un derecho internacional, amparándose en la declaración de Yogyakarta, que no es más que la declaración de un grupo de “activistas-transgénero”, millonarios para más señas. No existe ningún Tratado Internacional que avale la libre determinación. Por el contrario, estos conceptos entran en conflicto con los grandes textos internacionales vinculantes: la Convención sobre la Eliminación de toda forma de Discriminación contra la Mujer (ONU, 1979), que protege a las mujeres frente a la discriminación basada en el sexo; y La Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer (ONU, 1993) que sostiene que la violencia contra las mujeres está basada en el sexo. 

Existe un movimiento internacional promotor de la “Declaration on Women’s Sex-based Rights”, que nació para impedir que se imponga la agenda de Yogyakarta. El rol que asigna el patriarcado a la mujer es el deber de ser sumisa, vivir para el hombre, la familia y la iglesia, renunciando a ser protagonista de su propia vida. “Las mujeres son seres para los otros” afirmó Simone de Beauvoir denunciando la opresión que sufrimos las mujeres. La identidad de género no existe, porque lo que se llama “género” no es natural, es un molde en el que tenemos que encajar por imposición, es un concepto misógino. El neolenguaje se introduce en la ley para utilizar términos como “progenitor gestante” y “progenitor no gestante”, incluso el extraño concepto “cónyuge supérstite gestante” (para aludir a las viudas). Palabras que pretenden oscurecen el funcionamiento fisiológico del embarazo y el parto, fenómenos exclusivos de la biología de las mujeres.

En el mundo que vivimos, donde la confusión y la mentira tiene su acomodo, la verdad se convierte en un peligro. 

Ley Trans: La confusión reinante