jueves. 25.04.2024
megafono

“Mamá, ¿por qué han echado a esa mujer de su trabajo por estar embarazada?”. Quien va mucho tiempo en el coche con sus hijos y escucha radio en esos trayectos sabe que las preguntas son inevitables y menos mal, porque eso es la prueba de una mente inquieta y también una oportunidad para ampliar el mapa que habita. Si uno no sabe en qué mundo vive, ni será consciente de dónde chirría, ni tendrá la necesidad de cambiarlo, ni entenderá cómo hacerlo.

Hemos hecho el trayecto hablando de patriarcado, equidad, justicia y de qué diferencia hay entre lo que se merece y los derechos que deben ser reconocidos de serie. Pero luego me he encontrado las declaraciones de Edmundo Bal, el Equidistante, vendiendo mesura y criterio en esto de la memoria, cuando debajo del envoltorio lo que hay es ignorancia o deseo malévolo de que otros sean ignorantes.

Es descorazonador, porque una no para de batirse el cobre en las aulas tratando de encender la llama de la curiosidad, la conciencia de la necesidad de encontrar información verificada, de ir aprendiendo a identificar fuentes fiables, a leer la complejidad del mundo para ser capaces de respuestas complejas, meditadas, éticas, y luego llega este tipo y otros como él aventando frases del tipo “hay muertos que fueron por los dos bandos injustamente asesinados”, que no por muy manidas dejan de ser eficaces como eslogan y que, simplificando hasta la náusea, convierten una verdad parcial en una falsedad general al omitir tanta información relevante, para el pasado y para nuestra percepción del pasado.

No es solo que se niegue así a las víctimas del sistema el derecho a la restitución, es que se hurta a las generaciones futuras la posibilidad de avanzar sobre cimientos bien construidos de forma que las decisiones que tomen se asienten en el conocimiento y, de esta forma, se alientan la estupidez y el cinismo. Lo de “respetando las normas de la dictadura conseguimos avanzar hacia la democracia” es una antítesis en tantas capas que debería volarnos la cabeza; pero, acostumbrados como estamos ya a discursos políticos tan extravagantes, tan torticeros, tan delirantes, tan intencionadamente instalados en los falsos dilemas, nuestro grado de incredulidad y nuestra indignación son cada vez más tolerantes y necesitamos cebar más el circuito para que salte la alarma. Ni un detalle al azar: la primera persona del plural inclusiva para hacer masa con la audiencia (“conseguimos”), las nociones de movimiento positivo (“avanzar”) y de meta como logro alcanzado (“democracia”) se ajustan al milímetro en realidad a un espejismo. No hemos logrado definitivamente nada y no hemos progresado positivamente atendiendo a todas las personas según lo que necesitan; es más, estamos perdiendo o están en peligro derechos que nos afectan individual y colectivamente en muchos ámbitos: educativo, sanitario, laboral, reproductivo…

Parece mentira que aún hoy haya que explicarle a muchos adultos las diferencias entre política, ideología y partidismo

Leo estos días la LOMLOE, en concreto, los apartados de la asignatura de Lengua Castellana y Literatura y de Literatura Universal, y siento gratitud por la redacción de algunas competencias en que se manifiesta la inexcusable responsabilidad de acompañar el proceso de aprendizaje para identificar el sentido global de los textos (orales y escritos), la información relevante, la intención del emisor, aprender a contrastar la información, valorar su fiabilidad y pertinencia, y evaluar la veracidad de noticias e informaciones. Nótese el inexistente sesgo partidista de la ley.

Parece mentira que aún hoy haya que explicarle a muchos adultos las diferencias entre política, ideología y partidismo. Quienes quieren ver en esto adoctrinamiento lo hacen sin atender a la realidad, pues la realidad no interesa o no conviene a sus fines. Es mejor crear un eslogan y sentarse a ver cómo la semilla del odio, la intransigencia, la discriminación y la ignorancia, que tan bien riegan y alimentan y que tratan de maquillar bajo palabras tan vivificantes como “libertad”, cala en una mayoría que pudra meritocráticamente nuestra democracia mientras se enriquecen -que es, además de cómodo, una mediocre forma de satisfacer la pertenencia-.

Los docentes, mientras, seguimos tratando de alentar el aprendizaje y de favorecer la competencia y la autonomía de quienes crecen en los colegios e institutos. Ojalá lleguen a comprender que su formación es muy importante, no solo para conseguir un trabajo, sino para adquirir las herramientas de pensamiento crítico a través de las cuales puedan vivir con humanidad, en el sentido más empático posible.

Humanidad