viernes. 26.04.2024

Al parecer hoy (28 de febrero) cruzo el umbral de la vejez. Acabo de oírlo en la televisión. Se referían a los mayores de 65 años y ahora ya cuento con otros tantos veintiochos de febrero. Más de una vez me preguntan si no me toca cada cuatro años, confundiendo este día con el de los años bisiestos, cosa que le ocurre a Pedro Sánchez sin ir más lejos. Quizá por eso tenga esa fortuna que gusta de favorecer a los más osados.

Ahora ya no sólo tendré la tarjeta dorada de Renfe, sino que se me abrirán las puertas a billetes totalmente gratuitos en el consorcio de transportes madrileños y algunos descuentos en acceso a museos u otros lugares por el estilo. Sin embargo no coincide con mi jubilación del organismo estatal donde ya llevo más de cuatro décadas. Me faltan por cotizar dos años y medio para poder alcanzar la pensión esperada.

Normalmente no me jubilaré hasta los 70 para poder saldar una hipoteca con cuota variable y creciente que anda subiendo como la espuma. No quiero imaginar los apuros que puedan representar esos incrementos en familias cuyos ingresos no cuenten con mi ristra de unos complementos acumulados por la edad. El teletrabajo hará más fácil seguir en activo estos últimos años, pese a la notoria pérdida de fuerzas y energía.

Normalmente no me jubilaré hasta los 70 para poder saldar una hipoteca con cuota variable y creciente que anda subiendo como la espuma

En mi entorno de amistades más cercanas proliferan las jubilaciones anticipadas con cierta veteranía, porque algunos ejercía la docencia y podían retirarse más temprano. Incluso los más reacios a engrosar las clases pasivas, tardan poco en adaptarse a una situación que permite disponer de tu tiempo cuando la salud no se tuerce y se aprende a convivir con los achaques que van acumulándose

Las demandas del cuerpo se acrecientan en lo tocante a los cuidados. Hacer determinados ejercicios y caminar son imperativos cuyo cumplimiento es más que aconsejable. Cualquier exceso pasa una onerosa factura y la recuperación es endiabladamente lenta. Lo malo es que tendemos a no identificarnos con el colectivo de los ancianos. La vejez nos parece algo propio de los demás, pero nos cuesta mucho aceptarla como cosa propia, pese a vernos en el espejo y contemplar los estragos físicos del tiempo.

Anímicamente solemos estar más equilibrados que antes por varias razones. Las pérdidas irreversibles de familiares, amigos y conocidos nos advierten que ya estamos en primera línea para hacer mutis por el foro de la vida, cosa que se asume con bastante naturalidad. Es un trance que ha de llegar y no causa mayor desazón, siempre que no conlleve un sufrimiento duradero e innecesario. El testamento vital puede ayudarnos, en caso de que no podamos expresar nuestra voluntad, a no prolongar situaciones irreversibles que no se compadecen con el incomparable don de la vida.

La vejez nos parece algo propio de los demás, pero nos cuesta mucho aceptarla como cosa propia, pese a vernos en el espejo y contemplar los estragos físicos del tiempo

La ventaja es que has aprendido a valorar ciertas cosas y aficiones en detrimento de otras que te acompañaron durante otras épocas de la vida. Hay muchos placeres que te van abandonando. En mi caso llevo sin fumar mod pipas un lapso de quince años. Fueron una deliciosa compañía de mis traducciones y sobremesas, pero no las enciendo casi nunca. Degustar buenos vinos ya no admite muchos excesos, pero es un gusto que sigue cultivándose, como el del buen yantar. Otros gozos han pasado a mejor vida y sólo cabe recordarlos con agrado.

Cuesta mantener un paso más o menos vivo, pero hay que intentarlo a diario para no anquilosarse más de la cuenta. Te descubres dedicándote mucho más tiempo, al igual que a los amigos más próximos. Compartir mesa y mantel o una caminata son acontecimientos muy disfrutados que se procuran reiterar cuanto más mejor. Aprender a enfocar las adversidades con menor virulencia y cierta resignación sin caer en un acomodaticio conformismo.

Es crucial mantener viva la curiosidad y que apetezca viajar un poco para conocer cosas nuevas o redescubrir las olvidadas. Durante un par de semanas me he regalado un festival cinematográfico, aunque ya no puedo visionar tantas películas como antes, cuando concatenaba sin descanso sesiones desde la mañana hasta la noche. Visionar las películas en pantalla grande me retrotrae a experiencias de la juventud e incluso de la infancia. El cine para ciertas generaciones es una pasión cultivada con mucha sistematicidad, al igual que la radio y cierta programación selecta de alguna cadena televisiva publica.

Aprender a enfocar las adversidades con menor virulencia y cierta resignación sin caer en un acomodaticio conformismo

Descubres que no haces muchos planes a medio plazo. Planeas cosas para el año en curso, pero es raro hacerlo a dos años vista. La percepción de cómo pasa el tiempo se acelera y los años vuelan como si fueran meses o semanas. En cambio la lentitud va caracterizando tus actividades cotidianas, donde cuestiones muy triviales reivindican grandes dosis de atención.

Por más que te lo repitas, en realidad no acabas asumiendo cabalmente tu nueva catalogación y no te sientes viejo por más que lo sepas. Es relativamente sencillo endosarle a los demás esa etiqueta, pero cuesta sobremanera el aplicarnos ese sambenito a nosotros mismos, como si pudiéramos retrasar la entrada en ese club tan selecto que logra sobrevivir bajo condiciones personales razonables.

Aprendes a cuidarte algo mejor y a vigilar tu dieta como nunca habías hecho antes. Como cualquier otra época de la vida, este último tramo tiene también sus encantos y puede ser tan gozosa o más que las anteriores. Queda mucho por hacer, como no dejarnos avasallar por nuestra limitada pericia con las prestaciones de la Inteligencia Artificial. En cualquier caso es todo un privilegio llegar a ciertas edades con una salud física y mental mínimamente aceptable.

¿Cuándo se cruza el umbral de la vejez?