viernes. 29.03.2024

Desde la perspectiva antropológica resulta interesante el estudio del proceso de envejecimiento y el imaginario que va generando esta experiencia en las personas, mujeres y hombres que envejecen, pero también en una sociedad que envejece. 

En antropología, una de las reflexiones debería surgir desde la pregunta por los significados y el sentido del ciclo vital y la mayor longevidad y en términos de concepciones temporales, por ejemplo. Al envejecimiento se le debe entender como un proceso, pero no sólo como un proceso lineal en el interior del ciclo vital. 

  1. Perspectiva biográfica
  2. Expectativas frente a las edades
  3. La vejez en la cultura occidental
  4. Cuarta edad
  5. Redefinir la vejez

A nivel individual, este proceso es dinámico y discontinuo, que para ser entendido no sólo se debe observar y conocer desde un estado de vejez, desde una situación estática de sólo estar viejo o vieja, sino también como una construcción social y biográfica

Perspectiva biográfica

En los años noventa emerge con mucha fuerza la perspectiva biográfica en los estudios sobre el envejecimiento, que aporta una visión amplia frente a la construcción social de la vejez. En ella, la preocupación gira en torno a la vida cotidiana de las personas mayores y la construcción social de la vejez está en relación directa con el individuo que envejece y a su interacción constante con su sociedad. 

El enfoque biográfico centra su interés en la pregunta por el significado. No sólo en cómo los individuos dan significado a su experiencia vital, sino también en la ausencia de éste en la vejez. Se trata de una perspectiva más amplia, experiencial y cultural del envejecimiento, y de una visión del ciclo vital como una experiencia biográfica y no sólo biológica, que las personas crean y a la vez dan significado tanto social como lingüísticamente. 

Jules Renard dijo: “La vejez comienza cuando se empieza a decir: nunca me he sentido tan joven”

Si bien reconoce en el significado un lugar central para el conocimiento de la construcción social de las diferentes edades a lo largo del curso vital, también enfatiza la importancia de la interpretación. 

Las experiencias cotidianas de las personas que envejecen y los planteamientos de las ciencias sociales están ligados por las interpretaciones y comunicaciones lingüísticas, más que por los hechos, criticándose de esta forma, la concepción fragmentada y estática del ciclo de vida y las interpretaciones preconcebidas, que no ofrecen una idea positiva del envejecimiento y de las posibilidades de desarrollo humano. 

Expectativas frente a las edades

Cada época y cada cultura va configurando determinadas expectativas frente a las diferentes edades y a los comportamientos ligados a éstas. Gran parte de las sociedades se organizan en torno a la edad, sobre todo en el interior de sus instituciones formales, tales como la familia, la escuela, el trabajo o la jubilación. 

La vejez longevamente masiva característica del final del siglo pasado y del presente, nos muestra que la vejez es propia de cada tiempo y lugar. Cómo una persona -hombre y mujer- y cada pueblo experimentan la vejez nos habla del espacio social y cultural en el cual les ha tocado envejecer.

A la vez que “el sentido que los hombres y las mujeres asignan a su existencia, su sistema global de valores es el que define el sentido y el valor de la vejez. A la inversa, por la forma en que una sociedad se comporta con sus mayores, descubre sin equívoco la verdad -a menudo cuidadosamente enmascarada- de sus principios y sus fines. 

Los niveles de pobreza son un factor determinante a la hora de caracterizar o definir la vejez (y cualquier otra etapa de la vida). Pero aparte de cuestiones estructurales, las sociedades y las diferentes culturas van creando imaginarios entorno a la edad, la vejez y lo que ser vieja y viejo significa. 

La longevidad es una característica importante de los tiempos modernos. Los avances en biomedicina han permitido mejorar las condiciones de vida durante la vejez. Este aumento en la esperanza de vida genera un cambio cultural significativo en cuanto a la proyección socio-individual a futuro. La vejez así entendida no es sólo sinónimo de experiencia pasada, sino vivencia presente y proyección futura. 

Cuando la vejez es corta, se le vive en términos de ancianidad, “mayores de edad avanzada”, pues efectivamente significa o representa los últimos años antes de la muerte, es su preámbulo. Dentro del proceso de envejecimiento, se entiende la ancianidad como cuarta edad, o sea, como la etapa del deterioro físico y mental, cuando las personas ya están enfermas, postradas y no les cabe ninguna posibilidad de interacción social.

La vejez en la cultura occidental

En la cultura occidental moderna se configuran imágenes negativas de la vejez, principalmente ligadas a ideas de negación y pérdidas (roles, funciones, prestigio, etc.). La vejez se asocia a imágenes de pérdidas, carencias y deterioro, y en una relación directa con la muerte. 

Las personas mayores son caracterizadas como dependientes, inactivas, improductivas, enfermizas, intolerantes y en términos opuestos a la juventud, que es la etapa de la integración, de la vida laboral, en la que se establecen y consolidan la mayoría de la redes y relaciones sociales; en cambio, en la vejez, todo aquello ‘queda atrás’. Los valores ideales de vida están dados, socialmente, por lo que ser joven significa: cánones de belleza, vitalidad, salud, sexualidad y agilidad.

Cuarta edad

La expresión cuarta edad hace referencia a la última fase de la vida de las personas que alcanzan una vejez avanzada. Habitualmente se considera su comienzo a partir de los 80 años, el llamado umbral del cambio​. La gran mayoría de estas personas sufre enfermedades crónicas altamente discapacitantes neurológicas, como la enferedad de Alzheimer, o motoras como la artrosis, lo cual en muchos casos las hace dependientes tanto de su familia y de su entorno afectivo como de la atención sociosanitaria. Así, en España, casi la mitad de las personas mayores de 80 años padece algún grado de discapacidad.

Aunque el proceso de envejecimiento sea variable según gran diversidad de condiciones de las personas, en el envejecer avanzado propio de la cuarta edad hay una serie de rasgos comunes

· Deterioro de las funciones físicas por el desgaste provocado a lo largo de los años vividos.

· Menor adaptabilidad al cambio, por disminución tanto de la funcionalidad orgánica como psicológica.

· Mayor posibilidad de padecer enfermedades agudas

· Reducción de la capacidad de ser autónomo.

· Tendencia al aislamiento, por no poder seguir el ritmo de su entorno.

· Sensación de estar en proceso final, por tener menor vitalidad y por suposición de una muerte cercana.

Redefinir la vejez

Por otro lado, deberíamos redefinir la vejez en el alargamiento de la vida de la sociedad occidental, en base a estos tres aspectos:

  1. La vejez como proceso. Una evolución personal forjada a lo largo de la vida en lugar de una circunstancia que sobrecoge al individuo y lo desgaja de su historia convirtiéndolo en alguien diferente.
  2. La vejez como adaptación. Una reorientación de los objetivos personales y de los escenarios que rodean al individuo desde el deseo propio para la construcción de los siguientes años. 
  3. La vejez como entorno. La necesidad de mantener el control sobre algunos aspectos de la vida que son inexorables y manejar los recursos de los que se dispone para crear un entorno seguro permite definir la vejez como un escenario alejado de esa imagen negativa que se espera de ella.

Por último, compartir esta reflexión de Jules Renard: “La vejez comienza cuando se empieza a decir: nunca me he sentido tan joven”

El alargamiento de la vida