viernes. 19.04.2024

El verdadero patriotismo es la Seguridad Social

La Seguridad Social es el mayor patrimonio que puede tener un país y que debieran tener todos
banco vejez

A lo largo de la historia las banderas y los gritos patrióticos han acompañado a las mayores atrocidades cometidas contra el pueblo. Las banderas, los himnos, los desfiles, las misas de campaña, la exaltación de la testosterona raíz y la denostación de lo extraño han servido siempre para salvar los bienes de los más favorecidos y regarlos con la sangre de millones de inocentes. A las alturas de la segunda década del siglo XXI, creemos que hemos evolucionado mucho desde aquellos hombres que vivían en abrigos y cuevas, pero tal vez estemos equivocados y lo único que haya avanzado de verdad sea la tecnología, ni mucho menos la humanidad de los hombres, entre quienes todavía hay mayoría de seres primarios tan fácilmente manipulables como el perro al que engañas un día y otro con una golosina para que haga lo que tu deseas.

El verdadero patriotismo es aquel que procura que todos los seres humanos puedan tener unas condiciones de vida digna, en la salud, en la enfermedad, en la vejez, en la soledad, en la necesidad...

La globalización del capital -que es la única que se ha producido hasta la fecha- debió provocar una alianza entre pueblos en defensa propia, empero, la reacción ha sido la contraria, exaltar la historia mistificada, las costumbres y las pequeñas identidades, creyendo erróneamente que esa es la mejor manera de subsistir. El mundo se ha llenado de banderas como en los años treinta, banderas, himnos, cánticos y liturgias medievales mientras que los dueños del capital, los capitalistas globales se frotan las manos al ver que, como decía Rafael Alberti, enfrente no hay nadie. Sus cajas de caudales rebosan hasta el extremo de no saber que hacer con el dinero y que muchos de ellos como Warren Buffett o Bill Gates pidan pagar más impuestos sin que nadie les haga el menor caso. Banderas por el norte, banderas por el sur, gente cada vez más pobre, más acuciada, más vapuleada en todas partes independientemente de la bandera al uso. En plena revolución tecnológica, una revolución que puede convertir el mundo en un patio de recreo donde todos estemos controlados cada segundo de nuestras vidas, el mesianismo se adueña de Europa mientras el nuevo fascismo va cubriendo al mundo con su manto negro ensangrentado y hediondo, sin que nadie responda, sin que nadie grite, sin que nadie se una a nadie para decir hasta aquí habéis llegado. La bandera, la patria, la misa, la tradición nos salvarán.

Sin embargo, hay otras patrias, otras banderas, otros himnos que no se basan en culpar de tus males a los de afuera como si fuésemos pequeños niños consentidos incapaces de compartir el juguete. El verdadero patriotismo es aquel que procura que todos los seres humanos puedan tener unas condiciones de vida digna, en la salud, en la enfermedad, en la vejez, en la soledad, en la necesidad, en la diferencia de aptitud. No somos bestias y el lugar en el que hemos nacido es sólo una casualidad, unas veces afortunada si se nace en buena cuna en un lugar rico, otras veces desafortunada si al abandonar el útero materno vemos la luz en otro árido, mal gobernado y bombardeado día sí otro también. Pura casualidad que en ningún caso nos define como personas, como seres humanos evolucionados y conscientes. No se puede ser feliz, mínimamente feliz, si tus vecinos no tienen donde dormir, si sus hijos pasan hambre, si enferman y mueren de cualquier cosa, si muchos de los que trabajan no tienen límite de jornada ni ganan para pagar las facturas corrientes, si quienes no trabajan porque no encuentran donde han renunciado ya a la vida y esperan que se pase cuanto antes al lado de un tetrabrik de tinto o una litrona, si quien viene de fuera muere por querer escapar del infierno ante la indiferencia generalizada o cuando llega a la patria de promisión es tratado como una alimaña aún siendo un héroe.

La Seguridad Social es el mayor patrimonio que puede tener un país y que debieran tener todos. Entendida como el conjunto de prestaciones sanitarias, de vejez, paro y dependencias, su justo y eficaz desarrollo es la mayor bandera que se puede esgrimir, el bien más preciado del que puede enorgullecerse un Estado. Se trata de una obra común en la que todos los ciudadanos contribuyen para que la enfermedad, la necesidad, la vejez, el paro o la capacidad diferente no sean una carga adicional a la que ya de por sí suponen esas situaciones. Algo que durante siglos, cuando era la Iglesia la que se encargaba de los hospitales de caridad y de beneficencia donde la gente moría a mansalva pero en brazos de Dios, fue una quimera, un sueño, algo inimaginable para la mayoría de los hombres, pero que gracias al empeño de quienes lucharon durante siglos se hizo realidad en una parte del mundo y debiera haberse extendido a todos los rincones del mismo.

Hoy, los patriotas de las banderas, da igual el lugar al que pertenezcan o digan amar, siguen empeñados en sus juegos de niños mientras los capitalistas han lanzado la ofensiva final para privatizar hospitales, escuelas, pensiones y todo aquello que les pueda hacer todavía más ricos. Hay un inmenso botín mundial que conquistar, y el silencio de los más sigue ahí como un grito de terror ensordecedor que nos lleva de nuevo al medievo pero con ordenadores y móviles de quinta generación. Guay!!!

Hasta hace pocos años, hasta que llegaron los Chicago Boys al poder, España tenía uno de los modelos de Seguridad Social mejores del mundo. Las medidas económicas de Rajoy y su gente, de Pujol y sus sucesores, de Zaplana y los suyos cargaron contra los trabajadores dejando todos sus derechos en poco menos que nada, incluso se puede despedir a una persona enferma según el Tribunal Supremo. El modelo de Seguridad Social construido por todos a lo largo de décadas y décadas de luchas está siendo dinamitado, y lo que es peor, parece que la voladura está siendo aceptada con impresionante resignación por los afectados: Mientras en Barcelona salen miles de personas detrás de la estelada pidiendo patria, apenas unos cientos se manifiestan contra ese atentado brutal contra la Patria que es la Lley Aragonés, una ley que pretende privatizar todos los servicios públicos de Cataluña; mientras miles de personas llenan los campos de fútbol donde juegan millonarios con escasísima preparación ética, muy pocas han salido en Madrid para cagarse en el padre que parió a quienes vendieron viviendas sociales a precio de saldo a fondos buitres participados por capitales de todo el mundo.

Y no, la culpa no es del otro, la culpa es nuestra, de todos y cada uno de nosotros, de quienes consentimos con nuestro silencio o nuestros jueguecitos de patio de escuela, que estén desmantelando nuestra verdadera Patria común, que no es otra que la Seguridad Social, la defensa y protección de la naturaleza y la fraternidad con todos los seres humanos que pasan dificultades porque hay otros que no saben que hacer con lo que roban a manos llenas mientras nos miramos el ombligo.

El verdadero patriotismo es la Seguridad Social