El nacimiento del moderno movimiento de consumidores se basó en la convicción de que la gente se podría unir bajo una misma bandera. No para compartir su enajenación, sino para realzar su identidad colectiva comúnmente compartida.
Los consumidores pueden/podemos rescatar la palabra “consumidor” y liberarla de la limitada definición que posee en el sistema de mercado y luchar para transformar finalmente a los consumidores en ciudadanos. Pero, ¿qué significa ser un consumidor en el mundo moderno?
A menudo el término consumidor ha sido utilizado por académicos y otros analistas para describir los problemas que afectan al mundo. Los consumidores han sido vistos como máquinas despersonalizadas, seres humanos unidimensionales, cuyo único propósito sería absorber la interminable avalancha de productos que arroja la correa transportadora de la industria moderna. “La gente se identifica con sus bienes, encuentran sus almas en su automóvil, en su equipo de radio, en su cuarto de estar y en sus instrumentos de cocina. Ha cambiado hasta el mecanismo que liga al individuo a su sociedad y el control social se aferra a las nuevas necesidades que ha creado esta sociedad", Herbert Marcuse (filósofo norteamericano) en el Hombre Unidimensional publicado en 1964. La aceptación de la etiqueta de “consumidor” no sólo significa aceptar a la gente como meros actores en el sistema de producción de mercancías, sino que además significa aceptar los valores del propio sistema.
Han pasado 5 décadas (más de 56 años), hemos cambiado de siglo, desde que Herbet Marcuse escribió este ensayo, pero desgraciadamente muchas de las ideas desarrolladas en el mismo, siguen teniendo plena actualidad.
Algo empieza a cambiar en la década de los 60 del siglo pasado, cambios que ya en la segunda década del siglo XXI vemos “casi” instalados en nuestra sociedad, pero queda el “casi” para que en la tercera década del siglo actual puedan instalarse en la agenda social, política y económica.
Los procesos históricos son lentos, pero todo lo que forma parte de los mismos nos hace avanzar hacia una nueva sociedad.
La generación millenial ha tomado la filosofía de sus progenitores flower power y la ha adaptado a nuestros tiempos
Susana Molina, el 21-9-2019 en escribió en Vogue: “El tiempo dio la razón a los hippies. Ganaron la conciencia ecológica, la lucha por los derechos humanos, el consumo responsable y la búsqueda de la espiritualidad. La mentalidad de aquéllos jóvenes que hace cinco décadas se levantaron contra el sistema establecido está hoy más latente que nunca. La generación millenial ha tomado la filosofía de sus progenitores flower power y la ha adaptado a nuestros tiempos, de tal forma que esta ideología ya no encuentra seguidores en una única comunidad, sino en la sociedad entera, gracias, en parte, al poder de Internet”. “Esta generación ha provocado un cambio en los hábitos de consumo, su conciencia ética y ecológica les ha llevado a demandar productos que generen un menor impacto sobre el planeta”.
La generación de los Baby Boomers inició un proceso de cambio que se va concretando casi 60 años después, y son ellos junto con sus hijos los que van consiguiendo cambiar pautas de actuación en el sector empresarial, lento..., muy lento, es necesario que los procesos se agilicen, no queda tiempo, el planeta y las personas no pueden esperar más. Como es normal, los que viven e impulsan los cambios no son capaces de comprender la magnitud de los mismos ni sus consecuencias, es difícil que se pueda saber si el movimiento iniciado en noviembre 2019 en Chile “Chile despertó” tendrá consecuencias transformadores en la sociedad chilena, más allá de las conquistas conseguidas como consecuencia de la movilización, pero evitar las desigualdades en las sociedad, aplicar derechos humanos y aspectos medioambientales y sociales en las relaciones productivas, hoy, por hoy, no es una quimera, es una exigencia, y las empresas que integren estas conductas en sus actividades tendrán futuro, las demás, antes o después... desaparecerán.
En 2004, en el marco de la ponencia Nueva ética para el Consumo Sostenible, que impartí en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) en el mes de septiembre, reflexionando sobre la cita de André Malraux “transformar una experiencia en conciencia, en esto estriba ser hombre” comentaba: “Algunos analistas piensan que la aparición del “desarrollo sostenible” es solo una etapa más (no tiene que ser la más importante, pero si necesaria) de ese largo proceso de maduración y transición que llevará al actual sistema liberal democrático a la formulación de un nuevo desarrollo económico y social, que permita la pervivencia del sistema bajo otras premisas. Es imprescindible, no obstante, que ese otro modelo de desarrollo sea asumido por las poblaciones, lo que supone el nacimiento de otra conciencia que le dé legitimidad y consistencia”.
Es necesario por lo tanto Otra ética: el consumo responsable, una nueva conciencia si se quiere instalar una nueva ética en la sociedad. Esta nueva mentalidad tiene que hacer hincapié en el consumo responsable, no tanto como una filosofía, sino como una necesidad tanto desde el punto de vista social como económico. El consumo derrochador, vinculado al modelo de desarrollo económico expansivo, debe ser combatido en sus aspectos más sensibles: es caro desde el punto de vista económico, es inviable desde el punto de vista político, es injusto desde la perspectiva social y carece de futuro. Este cambio en la mentalidad del consumidor podría cambiar el actual equilibrio entre oferta y demanda –claramente favorable a la primera- y tomar la iniciativa exigiendo un tipo de consumo que permitiera sostener y hacer viable el modelo de desarrollo sostenible que se proclama. Consumo sostenible significa consumo racional, capaz de mirar más lejos, capaz de prever y gobernar sus consecuencias en términos de impacto medioambiental y social. Sería deseable un conocimiento más profundo de estos mecanismos que pueda indicarnos el camino hacia un consumo más sabio y respetuoso con la naturaleza y dignidad humana, en esta óptica resultaría más lógico limitar también las propias tendencias al consumismo, como una elección concienciada, antes de que las razones inapelables de la sostenibilidad medioambiental o del mantenimiento de las desigualdades sociales, lo impongan como necesidad, decía igualmente, en el año 2004: al inicio de este siglo de luces y sombras, de este siglo XXI podemos afirmar que los Consumidores tienen/tenemos PODER y que tienen/tenemos que ser capaces de GENERAR CONCIENCIA SOCIAL para conseguir entre todos un mundo mejor”.
Haré una referencia breve al XVII Congreso mundial de Consumer Internacional (CI) celebrado en Lisboa en 2003. En la Declaración final del Congreso, el Futuro de la Protección del Consumidor, se especificó “El movimiento de los consumidores sitúa los derechos y opciones del consumidor e individual en un contexto de búsqueda orientada al logro de justicia social y económica para todos. Las Directrices de las Naciones Unidas para la Protección del Consumidor, promovidas por CI reflejan nuestra visión respecto de que los derechos y protección del consumidor representan una contribución significativa al logro de este objetivo (NOTA: las Directrices fueron actualizadas en la Asamblea General de Naciones unidas de diciembre 2015). Reafirmamos nuestro compromiso con el objetivo de contribuir a la creación de una sociedad más justa y equitativa para los más de seis mil millones de consumidores/as del mundo. En ese Congreso Mundial de consumidores del 2003, se destacaron los siguientes temas:
- La eliminación de la pobreza requiere de medidas sociales y económicas favorables. Nuestro movimiento, siendo un actor más de la sociedad civil, debería desempeñar un papel relevante en la contribución a la superación de la pobreza y asegurar que la población más pobre sea capaz, por lo menos, de satisfacer sus necesidades básicas. Las economías de libre mercado, a nivel global y nacional, no favorecerán la erradicación de la pobreza, más aún, éstas pueden agudizarla y aumentar las desigualdades.
- El desarrollo científico y tecnológico ha sido vertiginoso y determinará en gran medida, las oportunidades que ofrezca el siglo veintiuno. Nuestro movimiento debe promover políticas que tomen en cuenta este desarrollo, que incluyan las oportunidades que ofrece y limiten los efectos potencialmente dañinos, de tal forma que se pueda asegurar que estas oportunidades tengan un efecto favorable en la salud, bienestar y calidad de vida de todos los consumidores y las generaciones venideras.
- La globalización de la economía de mercado ha fortalecido el poder d elos intereses de las empresas globalizadas y ha creado instituciones que poco o nada responden a los intereses de la comunidad y del público en general. El movimiento de consumidores debe operar como parte de un movimiento ciudadano fuerte y participativo que insista que el mercado está al servicio de los derechos y necesidades humanas y que los intereses de las personas están emplazados en el centro de las actividades de negocio y de gobierno. La gobernabilidad tanto de las actividades de gobierno como de negocios debe mejorarse. Ha habido cierto progreso en este sentido gracias al desarrollo de códigos sobre Responsabilidad Social Empresarial (Nota: la ISO 26.000 surgida a iniciativa de Consumers International en el marco de ISO COPOLCO, se empezó a elaborar al año siguiente año, aunque llevaban realizándose trabajos previos desde 2001, culminando sus trabajos en el 2010 con la aprobación como Norma no certificable, -Guía de buenas prácticas- para concitar el consenso de todos los agentes -incluyendo los empresariales- intervinientes).
- Los patrones de consumo y de producción tienen un impacto en el medio ambiente de hoy y del futuro y una estrecha relación con las necesidades y los derechos de los consumidores. Nuestro movimiento debe formular políticas orientadas a promover patrones de producción y consumo éticos y sustentables.
- La corrupción y los bajos estándares de gobernabilidad afectan negativamente al bienestar de los consumidores y compromete el ejercicio de sus derechos. Los gobiernos deben comprometerse y fortalecer su capacidad de gobernabilidad. El movimiento de los consumidores debe crear alianzas con organizaciones de la sociedad civil a nivel nacional e internacional orientadas a ejercer un control sobre las prácticas corruptas y el mejoramiento de la capacidad de gobernabilidad”
La Declaración final del Congreso de Consumers International de 2003, venía sustentada por la constatación de una serie de cambios y factores, producidos en el ámbito del consumo, que si los analizamos desde su perspectiva sociológica, veremos que hoy, unas décadas después todavía son válidos:
Empresa:
- Liberalización del comercio
- Internacionalización empresarial
- Modernización de los canales de comercialización
- Homogeneización de las políticas públicas (Tendencia)
- Homogeneización de los indicadores económicos
- Ampliación de mercados
- Convergencia económica y homogeneización de los estilos de vida, comportamiento y actitudes del consumidor
Consumidor:
- Disminución de la unidad familiar
- Incorporación de la mujer al mundo laboral
- Menor necesidad de actividad doméstica
- Importancia tiempo libre
- Incorporación de comportamientos sociales y ambientales en la compra de productos y contratación de servicios
- Diversidad en opciones de compra
- Nuevos modo de consumo: servicios online y comercio electrónico
- Nuevas modalidades de consumo: economía colaborativa
Este marco de relaciones empresa/consumidor genera consecuencias desde la perspectiva del consumidor:
- La apertura de los mercados, las liberalizaciones del comercio y servicios. Aceso a las nuevas tecnologías de la información.
- Esto produce mayores niveles de competencia, ahorro de tiempo, comodidad, “mejores” precios y “mayor” calidad.
- Produce igualmente disminución de la seguridad de los productos y servicios, de las garantías de los mismos y de la capacidad del ejercicio de nuestros derechos como consumidores. Los gobiernos legislan o regulan mucho después de que las nuevas fórmulas estén presentes en el mercado, perjudicando de forma concreta a los consumidores, debido a la asimetría existente en el mercado entre empresas y consumidores.
- Este mercado nucleado en torno a grandes corporaciones multinacionales, producen opacidad en los mercados y eliminación de los controles democráticos sobre sectores estratégicos a nivel nacional.
Es por lo tanto y ha sido desde hace muchos años, una reivindicación para el movimiento organizado de consumidores a nivel nacional e internacional, el fomento de un consumo responsable, todo ello, mucho antes de que se aprobara en septiembre 2015, por la Asamblea General de Naciones Unidas el Objetivo 12 (Producción y consumo responsable) en el marco de la Estrategia 2030
Los aspectos negativos del consumo no responsable son los siguientes:
- Consumo sin freno (hasta la crisis de hace unos años, que ha supuesto un replanteamiento individual y colectivo). Este consumismo genera: un aumento de las diferencias sociales, genera bolsas de pobreza, deteriora el medio ambiente y produce confusión, pero sobre todo es injusto, insolidario y deshumanizador.
- El consumismo es: caro, inviable, injusto y sin futuro
- El consumismo produce la ruptura del equilibrio hombre-naturaleza
- Genera desigualdades profundas entre Norte y Sur
La Declaración Oficial de la Cumbre de la Tierra de Naciones Unidas de 2002 en Johannesburgo, puso de relieve que “para lograr el desarrollo sostenible a nivel mundial es indispensable introducir cambios fundamentales en la forma en que producen y consumen las sociedades” y hace un llamamiento a los gobiernos y las organizaciones internacionales competentes, el sector privado y todos los grupos principales para “desempeñar un papel activo con miras a modificar las modalidades insostenibles de consumo y producción”
Es evidente por lo tanto que es absolutamente necesario Otra forma de Consumir: y solo hay una alternativa: El Consumo Responsable o Sostenible.
Entendiendo por Consumo Responsable “la elección de productos y servicios no solo en base a la relación calidad/precio, sino también en base a los impactos sociales y ambientales y a la conducta de las empresas que nos los ofrecen”. Esta afirmación se basa en dos argumentos:
- Que detrás de los productos de consumo existen problemas de alcance planetario de naturaleza social, política y ambiental
- Que los consumidores pueden inducir a modificaciones en las conductas de las empresas mediante la elección en su compra y/o contratación de servicios, contribuyendo de esta forma, a hacer del consumo, un motor de justicia social y equilibrio ambiental.
El Consumo Responsable: FOMENTA la creación de empresas y productos innovadores, y la Responsabilidad Social de las Empresas, FACULTA a los consumidores a opinar sobre los productos y servicios que compran o contratan y a reflexionar sobre como las empresas conducen sus negocios e INDUCE a la compra de productos ecológicos, al consumo de productos de proximidad, de Comercio Justo y a Valorar (siempre que se disponga de información) a las empresas socialmente responsables.
Los consumidores son/somos el último eslabón del sistema económico, pero no por ello se debe pensar que son/somos menos importantes. Las decisiones de compra y la forma de consumir, suponen una influencia decisiva que puede orientar a las empresas a la hora de definir sus estrategias y plantearse sus negocios. La suma de la Responsabilidad y el Poder de los consumidores, pueden y deben producir impactos positivos para toda la sociedad.
Hoy los consumidores buscan/buscamos algo más que las ofertas en precio. En Cinco días, en febrero del 2019 Josep-Francesc Valls afirmaba: “Por primera vez desde la crisis de 2008 no se evidencia la disposición de los consumidores a pagar más si lo que se les ofrece dispone de una serie de atributos. El precio sigue siendo determinante, aunque se matiza frente a otros aspectos no tenidos en cuenta desde hace años. Los consumidores siguen teniendo en cuenta el precio, pero en el horizonte aparecen valores que lo matizan, lo mitigan, lo confunden. Están soltando amarras. Nos referimos a valores como los componentes de los productos, se impone el kilómetro 0:
Al servicio: no se acepta un espacio de compra que no sea atractivo
A la cercanía: la comodidad de comprar en proximidad frente a las superficies comerciales de la periferia
A la variedad de gama: con el mejor de cada una
A la practicidad: fresco, envasado, pre-preparado o listo para comer in-situ
A la multicanalidad: comprar y recogerlo indistintamente en el establecimiento, en casa o en el punto de entrega o consigna”
Una vez comentadas algunas de las tendencias que se concretarán en la tercera década del siglo XXI, es importante ponerlas en relación con la disponibilidad económica de los hogares españoles para hacer frente a las mismas, es cierto que existe un % importante de ciudadanos españoles que va incorporando valores a su acto de compra o contratación de productos y/o servicios, pero también es verdad, que las consecuencias de la crisis económica, siguen pesando mucho en la economía familiar y ese salto que era previsible que se hubiera producido hace 10 años, todavía está en fase de concretarse, es evidente que una persona cuyos ingresos económicos, según se destaca en el blog de Bankinter se sitúen en 17.482 € anuales si eres hombre o 13.518 € si eres mujer, como salario más frecuente en España, y si lo comparamos con los precios de alquileres de vivienda que van en una horquilla de 475 € a 1.742 €/mes dependiendo de ciudades y barrios de las grandes ciudades la disponibilidad para incorporar valores al acto de consumo se complica en exceso. Según los datos recogidos en el último informe publicado por la Red Europea de Lucha contra la Pobreza (EAPN), Un 26,4% de las personas que están trabajando, viven en la pobreza en España. Según esta plataforma europea el desempleo ya no se puede considerar un elemento definitorio de la pobreza en España. Por el contrario, el perfil de personas que atraviesan estas situaciones es en muchos casos el de población de clase media con estudios: cerca del 23% que está en riesgo de pobreza y exclusión social cuentan con estudios de bachillerato, mientras que entre los que tienen algún título de educación superior el porcentaje asciende al 13,4%. Por lo tanto hoy todavía al iniciarse una nueva década y entrar en el año 2020 podemos seguir hablando de que existe un consumidor dual: el que puede permitirse el comprar productos que pueden ser un poco más caros que los habituales porque incorporan valores en su fabricación o producción y comercialización y los que no pueden.
La desigualdad en la sociedad española actual es abrumadora y mientras se sigue incrementando el número de ricos y ultrarricos en nuestro país, “En el Informe sobre la riqueza mundial que elabora el departamento de investigación de Credit Suisse, Global Welth Report 2019, España aparece con titulares destacados, ya que se convirtió en el octavo0 país del mundo donde más crecieron los millonarios, es decir, las personas que tienen un patrimonio de más de un millón de dólares (algo más de 897.000 € al cambio) De acuerdo con los cálculos del banco suizo, España cuenta con 979.000 personas con un patrimonio de más de un millón de dólares (897.000 €) Eso significa que hay 33.000 más que en 2018, La mayoría de los 979.000 millonarios españoles se ubican en el primer umbral dentro de los considerados ricos, que comprende patrimonios de entre uno y cinco millones de dólares, pero Credit Suisse también detalla el número de ultrarricos, quienes superan los 50 millones de dólares. Según sus estimaciones en España hay 2.198 ultrarricos y de ellos, 61 tienen patrimonios por encima de los 500 millones de dólares”, sin embargo no desciende el 30% de personas que están en riesgo de exclusión social (cifras comparables a las de cualquier país en vías de desarrollo y desde luego no comparables con las del entorno geográfico en el que estamos).
Hemos perdido una década en el camino hacia un consumo responsable
Los datos económicos y la situación socio-económica de un país hace que los ciudadanos de los mismos, y a pesar de confluir en tendencias con otros consumidores de nuestro entorno geográfico, no concreten realidades a corto plazo. La crisis económica ha impactado fuertemente en la vida cotidiana, no obstante, la coincidencia en tendencias se afianza, pero las dificultades económicas, inherentes a la desigualdad existente en este momento y que supera con mucho la que estaba instalada al inicio de la crisis económica en el 2008, impiden su concreción al mismo tiempo que en otros lugares de Europa. Hemos perdido una década en el camino hacia un consumo responsable.
Por lo tanto es absolutamente necesario que las empresas incorporen esos valores en sus procesos de fabricación/producción para que los aumentos posibles de precio que pudieran derivarse de los mismos, sean asumidos por las mismas y no se trasladen al consumidor. Al mismo tiempo la recuperación de los salarios y mejoras en las columnas básicas del estado del bienestar (educación, sanidad…) favorecerán un consumo responsable por parte de los ciudadanos. Es necesario, también, reflexionar sobre el modelo clásico de producción actual (lineal), teniendo en cuenta que “este modelo genera residuos en todas las etapas productivas, así como en la fase de consumo, la economía circular propone un uso más eficiente de los recursos garantizando un futuro más sostenible, entre otros avances, la economía circular reduce al mínimo la generación de residuos, prolonga la vida económica útil de los materiales, propicia la reparación de los bienes de consumo e introduce hábitos de consumo alternativos, como el uso compartido”.
La evolución en los hábitos de consumo de los ciudadanos es una constante histórica, si bien los mismos no se ven a corto plazo, a medio resultan visibles, si comparamos la situación actual, con la década de los 80 del siglo pasado, los avances han sido enormes, aunque no suficientes. Lo más importante para iniciar un proceso de cambio es ser consciente de su necesidad. En la situación actual, en la que a través de diferentes medios se visibilizan los cambios que está sufriendo nuestro planeta y cómo influye en nuestra vida cotidiana cualquier compra o contratación de servicios que realicemos y los impactos globales que tiene cualquier “acto de consumo” que realicemos en España en otras áreas geográficas del mundo, es un avance hacia esa nueva sociedad diferente que está surgiendo y que poco a poco “pide paso” es evidente que frente al consumismo existente en este momento es necesario un consumo responsable y la puesta en marcha real de una economía circular. Para ello es necesario que las empresas diseñen y fabriquen productos duraderos, reparables y reciclables, sin obsolescencia en los mismos, para que su duración no esté limitada y al mismo tiempo que el producto pueda ser reparable, desmontable, eliminaríamos de ese modo una enorme cantidad de residuos
En todo caso, analicemos las confluencias en tendencias con los consumidores europeos:
Según Informe Retail Revolution de Coto Consulting, los consumidores cambian su mentalidad, son más conscientes y son más responsables con su entorno, con la sociedad y con el medio ambiente.
Según el estudio “Marcas son Valores: El poder del Consumidor-Ciudadano, Agencia 21 gramos: “el 80% de los españoles ya compra en función a otros valores más allá de una buena calidad o precio y tiene muy en cuenta los valores que desprende una marca. Crece un 10% respecto a 2015”, Un 60% afirman que premian o prefieren una marca que respete el medio ambiente, se preocupe por aspectos sociales cercanos o que cuiden a sus trabajadores” También como tendencia se reduce el consumo y se utiliza menos el coche y se buscan medios de transporte más sostenibles. Igualmente y según Euromonitor Global Consumer Trends Survey 2017, citado en el Informe de Coto Consulting “cuando se les pregunta por creencias y preferencias aproximadamente el 55% de los consumidores afirma sentir que puede realizar algún cambio en el mundo a través de sus elecciones y acciones”.
Emerge a pesar de las dificultades económicas un consumidor consciente, responsable y crítico
Emerge por lo tanto, y a pesar de las dificultades económicas, un consumidor consciente, responsable y crítico. Un consumidor que exige diferentes formatos teniendo en cuenta que muchas personas (jóvenes y mayores) viven solas y que por lo tanto consumen de forma diferente. Es importante constatar que hoy los consumidores están más conectados, internet se ha convertido en un fiel aliado, tanto para ver productos como para efectuar reclamaciones y sugerencias a las empresas, además co0mo nuevas fórmulas de consumo, la compra de productos de segunda mano se empieza a generalizar, e igualmente los consumidores de esta tercera década del siglo actual son más cooperativos, por ejemplo más partidarios de compartir un coche que de comprarlo.
Es necesario avanzar hacia la sostenibilidad social y ambiental, y para eso el sector empresarial es el fundamental:
Mi opinión es que, en la actualidad, el mercado está garantizando tímidamente las preocupaciones y tendencias de modificación de hábitos de consumo del consumidor, según Carmen Valor (Universidad Pontifica de Comillas) “Los fallos de mercado le quitan el poder al consumidor, con lo que pierden eficacia sus actos de (no) consumo. Estos dos fallos de mercado son las asimetrías de la información y las asimetrías de poder, las primeras reducen el poder experto del consumidor, las segundas su poder sancionador y su poder legítimo. Las asimetrías de información se producen porque una parte (la empresa) conoce su desempeño social y ambiental, pero la otra parte (el consumidor) no. Este desempeño no puede ser evaluado con la mera experiencia del producto, por lo que el consumidor debe procurarse esta información por otros medios. Ahí es donde la dificultad: como no es obligatorio que las empresas entreguen esta información al mercado (o sólo lo es en unos pocos países y limitado a un perfil de empresas grandes y cotizadas) o la empresa decide ponerla a disposición de la opinión pública /y lo hará en la cantidad, forma y tiempo que ella quiera) o terceros agentes recaban la información de la empresa y la entregan al consumidor”. “El informe de sostenibilidad o de Responsabilidad Social Corporativa es de limitada utilidad para el consumidor final. Sigue estando pendiente el problema de la exactitud y veracidad de lo que dice la empresa. Esa exactitud y veracidad no está hoy garantizada. En la práctica el problema no es tanto que la empresa mienta sobre un indicador, sino que oculta información”.
Coincidiendo totalmente con las afirmaciones de Carmen Valor, me gustaría afirmar que, si bien los objetivos no se han conseguido, es cierto que estamos mucho mejor que estábamos hace 20 años. En el año 2001 Consumers International lanzó a nivel mundial, con motivo del Dia Mundial del Consumidor (15 de marzo) la campaña Responsabilidad Empresarial en el Mercado Global: La perspectiva de los consumidores, partía de la base de que ”el poder de las corporaciones y, en especial, de las empresas multinacionales e un factor importante en el desequilibrio que existe entre productores y consumidores en el mercado. Debido a las fusiones las multinacionales se han expandido y fortalecido más que nunca durante la última década. Tanto es así, que hoy manejan más recursos que muchos gobiernos nacionales, especialmente en países en vías de desarrollo. Por otra parte, continúan los abusos de poder en el mercado, siendo ignorados tanto los derechos del consumidor como las normas ambientales y laborales. Asimismo, las prácticas monopolistas promueven el alza desmedida de los precios o facilitan la creación de cárteles. Es necesario emprender acciones tanto a nivel nacional como internacional para asegurar una mayor equidad en la economía de mercado. En este sentido, el movimiento de consumidores está bien posicionado para presionar a las empresas a asumir su responsabilidad, que va más allá de maximizar sus beneficios, demandando normas adecuadas y una fiscalización efectiva” Se iniciaba, desde el movimiento de consumidores, el camino para avanzar hacia una Norma que garantizara información suficiente a los consumidores sobre las conductas de las empresas, se propuso esta iniciativa en ISO COPOLCO y se empezó a trabajar el 2004 (¿quién ha dicho que los procesos son rápidos?) en el proyecto de Norma que culminó en el 2010 con la aprobación de la ISO 26.000 aunque no como norma certificable, sino como Guía de Buenas Prácticas, una oportunidad perdida por las presiones de las organizaciones mundiales empresariales que se negaron a que la misma se pudiera certificar, por cierto…, hoy muchas de esas organizaciones y por supuesto las empresas (grandes, medianas y pequeñas) que las integran, están muy arrepentidas de aquella decisión, pero a pesar de todo y puesto que no hay coincidencia a nivel de las organizaciones empresariales mundiales, en la revisión de la Norma ISO 26000 en el 2015, por escasísimos votos no se pudo cambiar esa decisión, habrá que esperar a la próxima revisión de la ISO 26000 a ver si se puede concretar su certificación, a los consumidores les vendría bien, podrían comparar de forma homogénea las diferentes actuaciones que las empresas están realizando en el marco de los diferentes apartados que se contemplaban en la misma: Derechos humanos, prácticas laborales, medio ambiente, prácticas justas de operación, asunto de consumidores y Participación activa y desarrollo de la comunidad, tal y como aparecen en el texto de la ISO 26000.
La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) , según la definición adoptada por el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa, trasladada al Foro de Expertos del Ministerio de trabajo (2005-2007) y aprobada en el marco del mismo: “es, además del cumplimiento estricto de las obligaciones legales vigentes, la integración voluntaria en su gobierno y gestión, en su estrategia, políticas y procedimientos, de las preocupaciones sociales, laborales, medioambientales y de respeto9 a los derechos humanos que surgen de la relación y el diálogo transparentes con sus grupos de interés, responsabilizándose así de las consecuencias y los impactos que se derivan de sus acciones”.
La RSE se refiere a cómo las empresas son gobernadas respecto a los intereses de sus trabajadores, sus clientes, proveedores, sus accionistas y su impacto ecológico y social en la sociedad en general
La RSE, según el Observatorio RSC, organización de la que formo parte a través de su Consejo Asesor afirma “la RSE tiene como objetivo la sostenibilidad basándose en un proceso estratégico e integrador en el que se vean identificados los diferentes agentes de la sociedad afectados por las actividades de la empresa. Para su desarrollo deben establecerse los cauces necesarios para llegar a identificar fielmente a los diferentes grupos de interés y sus necesidades, desde una perspectiva global y se deben introducir criterios de responsabilidad en la gestión que afecten a toda la organización y a toda su cadena de valor. Las políticas responsables emprendidas desde la empresa generan unos resultados, medibles a través de indicadores, que deben ser verificados externamente y comunicados de forma transparente. Una empresa es socialmente responsable cuando responde satisfactoriamente a las expectativas que sobre su funcionamiento tienen los distintos grupos de interés. La RSE se refiere a cómo las empresas son gobernadas respecto a los intereses de sus trabajadores, sus clientes, proveedores, sus accionistas y su impacto ecológico y social en la sociedad en general, es decir, a una gestión de la empresa que respeta a todos sus grupos de interés y supone un planteamiento de tipo estratégico que debe formar parte de la gestión cotidiana de la toma de decisiones y de las operaciones de toda la organización, creando valor en el largo plazo y contribuyendo significativamente a la obtención de ventajas competitivas duraderas. De ahí la importancia de que tanto los órganos de gobierno como la dirección de las empresas asuman la perspectiva de la RSE”.
Es evidente que esa filosofía es justo todo lo contrario (de hecho es la reacción a la misma) de lo que en la década de los años 70 a 90 del siglo pasado se impuso como filosofía predominante de las empresas siguiendo las directrices de Milton Friedman –premio nobel de Economía 1976 y asesor de los gobiernos de Richard Nixon y Ronal Reagen en EE.UU-, según Friedman el objetivo principal de una empresa era incrementar los beneficios de sus accionistas, dejando que el mercado modelase la economía y según Tomás Rubió en La Vanguardia, “si era posible, aspectos importantes de la propia vida humana, como la salud y la educación. Se abría el camino a la globalización y al liberalismo económico. Ahora ya se pueden apreciar los resultados de algunas de aquéllas políticas liberales que, junto al proceso tecnológico y de internacionalización, han creado una economía de mercado global. Este nuevo mundo caracterizado por la digitalización y las grandes corporaciones ha generado la desindustrialización de pequeñas ciudades y pueblos, el desmantelamiento del estado del bienestar, empobrecimiento de las clases medias, concentración de la riqueza, etc.” No es una opinión aislada, el 24 de octubre 2019 Alex Prats escribía en El Confidencial, “las consecuencias de la doctrina Fredman han sido nefastas. La búsqueda cortoplacista de la maximización de los beneficios para los accionistas, a costa de todo lo demás, es una de las causas principales que explican el desarrollo de oligopolios que comprometen la libre competencia que las mismas empresas tanto reclaman, el crecimiento exponencial de la concentración de la riqueza, la pérdida de poder de negociación y de calidad de vida de la clase trabajadora, y la erosión de la cohesión social. En otras palabras, aquellos que más han comulgado con la proclama de Friedman con quienes más han contribuído a generar la galopante crisis de desigualdad que hoy padecemos”
De ahí que la incorporación de criterios de RSE en las empresas y últimamente acompañarlos con los que se derivan de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (septiembre 2015) sea un factor importante de competitividad empresarial, si bien como apunta Laura Bautista “la integración de la Responsabilidad Social Corporativa en las empresas es un factor importante para su éxito y su permanencia en el mercado, con especial relevancia en temas tendencia como el cambio climático y los derechos humanos, la calidad de vida de los trabajadores y la equidad salarial. Sin embargo no son los únicos asuntos de relevancia, ya que han tomado importancia también la apuesta por la tecnología y la descarbonización de la economía, la responsabilidad y transparencia fiscal, el activismo empresarial y la diversidad e inclusión social. Además de estos puntos, se han convertido en ámbitos estratégicos la apuesta por claúsulas sociales y contratación pública, la economía colaborativa, circular y responsable con el medio ambiente”
Es evidente que se están produciendo cambios en las relaciones económicas, la ética ha empezado a entrar en las empresas al hilo de los cambios que se han producido en el mundo e incluso en el pensamiento económico, las nuevas orientaciones a la economía y su relación con otras disciplinas. En definitiva los aspectos éticos incorporados en la ISO 26000 son una guía para actuar. Y van mucho más allá de las actuaciones de acción social que algunas empresas están poniendo en marcha (bienvenidas sean) como si con esas acciones estuvieran cumpliendo todos los requisitos de una empresa socialmente responsable. No, es así, una empresa socialmente responsable, tiene que te tener una buena política de derechos humanos (incluyendo la cadena de valor) unos buenos criterios (más allá de lo que establece la legislación) hacia sus trabajadores, hacia sus consumidores/clientes, hacia el medio ambiente y hacia los territorios donde están instaladas.
Es evidente que se han iniciado durante estos últimos 20 años pasos importantes, y además aspectos como los relacionados con la gestión estratégica de compra en las empresas, están hoy, también, en el debate actual, según Paloma Lemonche, en su ponencia Compras y Sostenibilidad en julio del 2016: “Cuando hablamos de modelos de negocio, es inevitable hablar de la “función de Compras” como síntesis estratégica de las actividades empresariales de compras, contratación y aprovisionamiento. Según AERCE (Asociación Española de Profesionales de Compras, Contratación y Aprovisionamientos) el volumen promedio de las compras equivale en las empresas a más de un 60% de sus ingresos y prácticamente a un 75% de sus gastos. La gran responsabilidad de gestión de estos importantes activos por parte de los gerentes de compras lleva aparejado un nivel equivalente de responsabilidad en la transmisión de los valores y requisitos corporativos de RSE a las empresas proveedoras y en consecuencia, en la gestión de los riesgos asociados para el negocio. La gestión estratégica de compras ha evolucionado paralelamente a la de los sistemas de gestión empresarial, en un contexto de economía globalizada con gran competencia en el mercado, altos niveles de deslocalización en entornos de bajo coste laboral y rápida evolución tecnológica, el gestor de compras debe afrontar de manera sistemática grandes retos:
- Los productos se especializan y sofistican según la demanda que determina un mercado altamente segmentado, lo que complica las especificaciones de compra
- Las previsiones de demanda son inciertas y los precios de venta están contenidos, lo que aumenta las exigencias de ahorro en los costes de adquisición
- Los clientes y consumidores exigen un creciente nivel de servicio, lo que reduce los márgenes de maniobra en la selección de proveedores y ofertas
- Responder a una legislación exigente en aspectos como cumplimiento normativo, riesgos laborales y protección del medioambiente, obliga a una actualización constante de los gestores de compras en estas materias.
- En este camino de sofisticación de los procesos y de mejora contínua, la Alta Dirección se encuentra con la decisiva tarea de sincronizar la integración en la gestión empresarial de diversos modelos estratégicos que aseguren a la vez el óptimo desarrollo del negocio, la rentabilidad de las inversiones de los propietarios, el cumplimiento de los requisitos normativos en sus diversos ámbitos de operación, la respuesta a los retos globales del desarrollo (materializados desde 2015 en los Objetivos de Desarrollo Sostenible como hoja de ruta global) y la respuesta eficaz a las crecientes demandas sociales de ética, transparencia y diálogo. En suma, el equipo directivo se enfrenta al reto de integrar la sostenibilidad en la estrategia corporativa a través de su integración efectiva en los procesos de negocio en toda la cadena de valor.
Con este objetivo se ha elaborado la norma ISO 20400 de Compras Sostenibles, inspirada en su predecesora británica BS 8903 y que profundiza en el detalle que aporta como base la ISO 26000 ofreciendo un marco consensuado e integrados en materia de compras y sostenibilidad”
Donde las empresas están avanzando más rápidamente, junto con el recorrido en Compras Sostenibles en las actividades empresariales, es en las acciones que tienen que ver con el medio ambiente, y todo ello obedece a que hay un campo de Normas ISO (entre otras la 19.001) que de abajo arriba y de arriba abajo se requieren para poder operar en el mercado. Además los consumidores están más concienciados en este aspectos ya que pueden “conocer” y “medir” sus resultados, al mismo tiempo que ellos mismos se implican/nos implicamos en acciones a favor del clima. Un ejemplo: el 9 de enero 2019 Ecoticias se hacía eco del resultado del estudio del BEI (Banco Europeo de Inversiones), que a la pregunta de acciones en favor del clima que los españoles tienen intención de iniciar o están dispuestos a seguir realizando en 2019, contestaban:
Reciclar/clasificar los residuos siempre que sea posible: 69%
Reducir la cantidad de residuos producidos: 44%
Utilizar más a menudo el transporte público en lugar del automóvil: 42%
Utilizar más a menudo la bicicleta en lugar del automóvil: 19%
Comprar alimentos locales y de temporada siempre que sea posible: 42%
Dejar de comprar productos fabricados con materiales plásticos: 38%
Consumir menos electricidad: 34%
Consumir energía ecológica: 23%
Consumir menos en general: 29%
Al hilo de estos resultados es interesante analizar la postura de algunas multinacionales para ir adaptándose poco a poco a esos resultados, también con la incorporación, para mejorar su ranking en el mercado, de medidas destinadas a los consumidores, porque si algo está claro es que los consumidores están cambiando. Hoy a las empresas se les exige que contribuyan a una mayor equidad en el mercado, que dejen de pagar salarios mínimos que no permiten vivir a los trabajadores una vida digna, que se avance en la eliminación de las brechas de género, que cumplan aspectos medioambientales para contribuir a la lucha contra el cambio climático, que establezcan mecanismos de reparación de daños a los consumidores y servicios de atención al cliente, que paguen sus impuestos, dejando de lado las ingenierías fiscales, en todos y cada uno de los países en los que operan, quizás, en definitiva de lo que se trata es de poner en marcha un nuevo Contrato Social entre las empresas y los ciudadanos, con el auspicio de los Gobiernos.
Un nuevo contrato social entre ciudadanos, empresas y gobiernos
“Reequilibrar las fuerzas entre oferta y demanda pasa por cambiar en parte el paradigma económico y su base en el consumo postfordista: La Revolución. Pero potenciar el consumo responsable exige hacer unos cuantos ajustes en el mercado: La Reforma y la ésta debe venir de una acción, también, de los poderes públicos. Las diferentes Administraciones deben tomar conciencia de que es ineficaz esperar que la protección de los derechos humanos y del planeta recaiga sobre los consumidores y solo sobre ellos. El mercado imperfecto hace que el esfuerzo de los consumidores sea ineficaz para traer cambios para todas las empresas, en todas las industrias. Pero, además o sobre todo, es moralmente inapropiado. El enfoque actual supone considerar que los derechos humanos (los derechos de los consumidores son derechos de tercera generación) son bienes privados y como tales bienes privados, se puede comerciar con ellos en el mercado. El consumidor que quiera, consiga la información, y esté dispuesto a pagar un Premium, puede comprar productos o marcas que aseguran un (mejor) nivel de protección de esos derechos. Pero esos derechos son bienes públicos, deben, por tanto, ser protegidos por el Estado, garante último del bien común. No se pueden proteger solo con mecanismos de mercado, sino que habrá que usar otros (leyes, incentivos, alianzas) para asegurar un nivel máximo de protección” Carmen Valor (Universidad Pontifica de Comillas)
La situación económico y política de nuestro país ha propiciado una inacción generalizada del Gobierno a nivel estatal, pero tampoco las Comunidades Autónomas han despuntado en defender los derechos de los consumidores durante los últimos 8 años, llevamos casi una década de retraso.
El 24 de octubre 2019 la Ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Maria Luisa Carcedo, presidió la Conferencia Sectorial de Consumo, el órgano de cooperación y coordinación en materia de consumo entre la Administración del Estado y las Comunidades Autónomas, la Conferencia Sectorial se constituyó formalmente el 12 de enero de 1987 con el objeto de asegurar la necesaria coherencia, coordinación y colaboración entre la Administración del Estado y las CC.AA en materia de consumo. Hacía siete años que no se reunía. De las conclusiones de la reunión una es más que importante, según la Nota de Prensa emitida por el Ministerio “el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social ha propuesto a los responsables de consumo de las comunidades autónomas la elaboración de una Estrategia Marco de Protección al Consumidor 2020-2024. El último plan se aprobó para el periodo 2006-2009. “transcurrido un largo periodo sin un marco estratégico de protección a los consumidores, en estos momentos resulta imprescindible su capacidad orientadora", expuso la ministra. ”El crecimiento de la digitalización de la economía, la aparición de nuevas formas de comercialización o la transformación de los aspectos medioambientales y sociales en valores de mercado "van a requerir cambios radicales en las formas de gestionar una política orientada a la protección de los consumidores”.
Desde el año 2009 no existe en España una política global integradora entre el Estado y las CCAA
Increíble, pero cierto, desde el año 2009 no existe en España una política global integradora entre el Estado y las CC.AA. ¿Tenemos alguna semejanza con la sociedad española del 2009? Ha pasado una crisis económica sin precedentes, de la cual todavía no hemos terminado de salir, cambios profundos en las estructuras productivas y de comercialización y compra, también en los hábitos de consumo la transformación es más que evidente hacia un nuevo modelo económico en el que se respeten aspectos sociales, y medioambientales, se han aprobado en el año 2015 las Directrices de Protección al Consumidor (base sobre la cual, y después de la aprobación por la Asamblea General de Naciones Unidas en diciembre 2015 los Estados debían posicionarse en la misma dirección para garantizar los derechos de los consumidores) también la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible en septiembre 2015.
Y ¿porqué?, se preguntan a veces algunos observadores ¿Qué pasa en el mundo del consumo?, la desidia es más que evidente, y la importancia que los gobiernos que hemos tenido durante ese periodo, han dado a los aspectos relacionados con la protección de los derechos del consumidor queda suficientemente claro a la vista de su inanidad. El Instituto Nacional de Consumo creado en 1975 fue incorporado a la Agencia Española de Consumo, Seguridad Alimentaria y Nutrición en el año 2014, dejando de cumplir los objetivos que hasta esa fecha había venido teniendo.
En abril del 2018 la Comunicación de la Comisión al Parlamento Europeo, al Consejo y al Comité Económico Social Europeo (Bruselas 11.4.2018 COM 173 final: Un nuevo Marco para los Consumidores, afirmaba “A raíz del trabajo de la Comisión, las condiciones para los consumidores han mejorado en el conjunto de la UE, y las empresas se han beneficiado de actividades de aplicación de la ”ventanilla única” en determinados ámbitos (por ejemplo, compras desde la App en juegos en línea, alquiler de coches o contenido ilegal en plataformas de medios sociales. Sin embargo, sigue habiendo retos en materia de política de los consumidores. Las recientes prácticas abusivas a gran escala que afectan a los consumidores del conjunto de la UE han socavado la confianza de los consumidores en el mercado único, Estos hechos a gran escala, incluyen el “Dieselgate” (cuando algunos fabricantes de automóviles instalaron en los vehículos tecnologías para falsear las pruebas de emisiones) y un uso generalizado por parte de los bancos de claúsulas contractuales abusivas en contratos hipotecarios. Estos hechos también han suscitado un debate sobre si la UE cuenta con mecanismos suficientemente sólidos para hacer frente a estos problemas, en concreto para reforzar eficazmente las normas de protección de los consumidores y resarcir a los consumidores perjudicados. El nuevo Marco para los consumidores se basa en el actual marco de la política de consumo y supone un paso adelante al proponer normas modernas, adecuadas para los actuales mercados y prácticas comerciales en evolución, herramientas de aplicación pública y privada más sólidas y mejores oportunidades de recurso.
En la práctica el Nuevo marco para los consumidores, pretende:
- Modernizar las normas actuales y colmar las lagunas en el acervo existente en materia de consumo
- Ofrecer mejores oportunidades de recurso para los consumidores, apoyar la aplicación eficaz y una mayor cooperación de las autoridades públicas en un mercado único justo y seguro
- Reforzar la cooperación con los países socios que no pertenecen a la UE
- Asegurar la igualdad de trato para los consumidores en el mercado único y garantizar que las autoridades nacionales competentes estén facultadas para abordar cualquier problema de “calidad dual” de los productos de consumo
- Mejorar la comunicación y el desarrollo de capacidades para que los consumidores conozcan mejor sus derechos y ayudar a los comerciantes, especialmente a las pequeñas y medianas empresas, a cumplir más fácilmente sus obligaciones
- Analizar los retos futuros de la política de consumo en un entorno económico y tecnológico en rápida evolución”
¡Menos mal que la Unión Europea nos ha obligado a poner en marcha algunas normas que benefician a los consumidores (Resolución de litigios en Línea, por ejemplo), aunque haya sido mucho más tarde de lo que debería y siendo España el último país en ponerlas en práctica y además ahora de cara a la elaboración de la nueva Estrategia Marco de Protección al Consumidor 2020-2024 se podrán recoger los frutos de los avances en materia de protección al consumidor que han sido propuestos por la UE!
Solo un paréntesis para comentar que las leyes y normativas de defensa del consumidor se fundamentan en un modelo de defensa de derechos que ha logrado introducir derechos básicos en muchos países del mundo. Los derechos del consumidor se componen de ocho puntos fundamentales: satisfacción de necesidades básicas, seguridad, información, libre elección, representación, compensación, educación del consumidor y el derecho a un medio ambiente sano y sostenible, por lo tanto queda claro que la inactividad en aspectos relacionados con la protección del consumidor no favorece una mayor equidad social en las relaciones que se establecen en el mercado entre empresas y ciudadanos. Con motivo del Día Mundial de los Derechos del Consumidor en 1999 (si, antes de que se iniciara el siglo XXI) Consumers International, elaboró un documento sobre la Protección del Consumidor y su situación por aquél entonces. Se partía de la base de que “las políticas de consumo no son, como muchos piensan, políticas para “los que tienen”. Son instrumentos que ayudan a todos los ciudadanos y especialmente a los más desfavorecidos, a consumir más inteligentemente, libre de riesgos para la salud y la seguridad, previniendo los desechos y asegurando que la naturaleza y los recursos naturales no sean destruídos por el comportamiento irresponsable de productores, fabricantes, empresas, gobiernos y otros”, se hacía referencia al Informe de Desarrollo Humano 1998, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo “el consumo claramente contribuye al desarrollo humano cuando potencia las capacidades y enriquece la vida de las personas sin afectar adversamente al bienestar de los demás. Pero los vínculos (entre el consumo y un mayor desarrollo humano) a menudo se rompen, y cuando esto sucede, los patrones y tendencias de consumo son adversos al desarrollo humano. El consumo actual está minando la base de recursos ambientales. Está exacerbando las desigualdades”.
Las políticas de consumo son herramientas que juegan un importante papel en la integración de la sociedad civil al proceso de desarrollo, promoviendo no solo economías de mercado justas, sino fortaleciendo la democracia misma
Por aquella misma época (1998) Emma Bonino, Comisaria para Asuntos Humanitarios y Políticas de Consumo de la UE afirmaba; ”las políticas de consumo son herramientas que juegan un importante papel en la integración de la sociedad civil al proceso de desarrollo, promoviendo no solo economías de mercado justas, sino fortaleciendo la democracia misma”.
Confirmando esa frase en el año 2000 en el Congreso de Lisboa y en la Declaración del XVI Congreso Mundial de Consumers International se decía “El movimiento de consumidores inicia este milenio con un sólido compromiso hacia los principios fundamentales que nos inspiraron en el siglo XX. Nuestro movimiento no solo se preocupa de que los consumidores obtengan productos seguros y de calidad a cambio de un precio justo, sino que sitúa los derechos y las opciones de los consumidores en el contexto de una justicia social y económica para todos”.
Para ir terminando me gustaría afirmar que los consumidores están/estamos inmersos en un debate social y político con un nivel bajo, que hemos perdido capacidad para influir en las diferentes políticas del país a nivel organizado (a través de las asociaciones de consumidores) y tampoco se ha conformado una alternativa a nivel individual, con proyección social, que pueda influenciar en las mismas. Se vive los conflictos desde el día a día, desde la cotidianeidad con el mercado y su evolución, se proponen en artículos en medios de comunicación cambios que se necesitan para cumplir con el sueño de una sociedad más justa, donde, como se decía en un documento del 2000 de Consumers International “el acceso al consumo de los más pobres o la seguridad en los productos estén sujetos a una ética que conjugue las necesidades del bienestar de las personas y el desarrollo humano con el crecimiento económico-productivo y el avance de la tecnociencia” “la finalidad de los consumidores y de toda la ciudadanía es, finalmente, construir un mundo más humano y sustentable”.
Iniciamos una nueva década, década de cambios, espero, significativos, desde el mundo empresarial y sobre todo desde las políticas que las diferentes Administraciones en España pongan en marcha, también cambios en los hábitos de los consumidores, es cierto que cada día y a pesar de las dificultades, los consumidores son/somos más críticos, conscientes, responsables y solidarios, quizás no avancemos al ritmo que se preveía a finales de la década de los 90 del siglo anterior, pero a pesar de ello y por ello, hay que continuar trabajando para conseguir una sociedad mejor, como decía una vieja canción sudamericana “La estrella de la esperanza, continuará siendo nuestra”.
María Rodríguez | Socióloga | Experta en Consumo Responsable y RSE | Consejera del CERSE (Consejo Estatal de Responsabilidad Social)
Artículo publicado en la Revista Distribución y Consumo