viernes. 26.04.2024
templanza

La palabra templanza etimológicamente deriva del latín temperantia y este del verbo temperare (en origen atemperar), hacer que algo modere su temperatura con arreglo al tiempo, también moderar), verbo derivado de tempus, temporis, la misma palabra que nos dio tiempo. El DRAE habla de la templanza como moderación, sobriedad y continencia.

La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales de la Iglesia Católica junto a la prudencia, fortaleza y justicia. Dicha virtud mantiene el equilibrio y el dominio sobre la voluntad del individuo, logrando él mismo moderar los instintos, sublimar las pasiones, y controlar los impulsos y deseos.  Para Aristóteles, la templanza tiene un sentido general, como sinónimo de virtud, y un sentido especial o propio. Es aquella virtud que modera el disfrute de los máximos placeres, de los placeres más vehementes o atrayentes, que son los placeres del tacto: bebida, comida y placeres venéreo. Para Sócrates, la templanza es la virtud consistente en el disfrute moderado de los placeres o bienes sensibles, que adquiere distinto valor según los sistemas morales en los que se encuadre. Para Epicuro, la templanza es la virtud propia de la parte concupiscible del alma, ayudando al hombre a poner orden y moderación en las actividades del cuerpo. Finalmente decía Santo Tomás que la templanza es una disposición de la mente que contiene los impulsos.

Ante la crisis de valores que vive la sociedad actual, se hace necesaria la promoción de una educación en valores desde los primeros años de la vida. Se trata de que a partir de la adolescencia los sujetos comprendan los valores y actúen en consecuencia puesto que las valores/virtudes orientan el comportamiento humano hacia una transformación social y la realización de la persona. Uno de los valores que tiene que ponerse en práctica a nivel familiar y educativo es el valor de la templanza. Este valor se caracteriza por el hábito de poner en orden a nuestras grandes fuerzas interiores para lograr el equilibrio del comportamiento humano. Los instintos nos pueden llevar a la evolución o a la destrucción como es el caso de la sexualidad, la ira, el comer o el beber; pero, para enfocarlos positivamente tienen que ser controlados, temperados, puestos en equilibrio a través de la educación, tanto de la familia como de la escuela. En este sentido, el impacto de una sociedad en la que predomina el consumo hace más difícil la práctica de la templanza.

Así por ejemplo, en la Industria de la Metalurgia, el temple es el tratamiento térmico al que se somete el acero para aumentar su dureza, resistencia y tenacidad. En las personas, alguien que ha logrado el dominio de sí mismo es una persona que tiene temple. Por su parte, para controlar los instintos y deseos al dominio de la razón es imprescindible educar nuestra voluntad. A diferencia de los animales que tienen en su naturaleza reguladores automáticos de sus instintos, el hombre cuenta con su razón y con su inteligencia. Así, la templanza, es la virtud que nos capacita para controlar y canalizar inteligentemente nuestros impulsos. Cabe reseñar, que, desde la antigüedad clásica, se destacaron cuatro valores fundamentales: la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. La prudencia y la justicia se relacionan con la toma de decisiones en cuanto permiten decidir cómo obtener bienes concretos y qué responsabilidades y beneficios se obtienen. La fortaleza, se refiere a la fuerza de voluntad que se necesita para conseguir esos bienes y la templanza nos da la fuerza para no quedarnos a medio camino con bienes inferiores a los elegidos. Dentro de esta perspectiva, la templanza no es solo dominarse, sino que es un valor ordenador en la armonía y perfección del interior del hombre porque todos los seres humanos tienen necesidad de responder a los principios éticos que facilitan la evaluación de sus propios actos.

Bajo este contexto, resulta interesante señalar que se hace difícil vivir la sobriedad o templanza porque la necesidad de consumo de nuestra sociedad hace complicado distinguir entre lo que es necesario y lo que son caprichos. Por este motivo, para lograr el temple o dominio de sí mismo hay que practicar esta virtud/valor; es decir, llevar a cabo acciones repetidas de moderación y sobriedad hasta hacerlas hábitos ante los placeres y los apetitos que van más allá de satisfacer las necesidades legítimas. El filósofo Sabater refiere que en esta época que vivimos hay que formar para la templanza no para la abstinencia, porque se vive en una sociedad basada en la tentación, por lo que suponer que los sujetos van a carecer de tentaciones o van de dejar de estar asediados por los numerosos estímulos materialistas que les rodean, es absurdo.

Es muy probable que retomar la palabra templanza en nuestro vocabulario, su profundidad en nuestras actitudes y su valor en la capacidad de disfrutar correcta y placenteramente de lo bello que nos brinda la vida, no sea una mala idea. En el ámbito personal, y social la templanza es una virtud/valor necesario para restaurar la paz, la seguridad y la alegría de bien ser y bien estar, en definitiva, para tratar de alcanzar la felicidad (ver en Nueva tribuna. Aspectos cuasiexistenciales de la felicidad).

La autoregulación es producto de un modelo social disciplinante y la regulación emocional no proviene tanto de recursos internos (que se usan), sino del temor a la sanción social, moral o religiosa. Es ese tradicional “portarse” bien porque si no pasan cosas malas. La psicología en general dedica tiempo y recursos a la investigación y desarrollo de instrumentos y herramientas en torno a la autorregulación. En el caso de la Psicología Positiva resalta un concepto, la autoregulación, muy importante y relacionado con la virtud/valor de la templanza. La Templanza es un poco más amplia que la autorregulación en sí, ya que incluye fortalezas como el auto control, la humildad y l modestia, el perdón y la prudencia. Cuando hoy se habla en la consulta psicológica de la templanza, se habla también de la autorregulación como una habilidad necesaria para el bienestar. Se ha comprobado que la adecuada autorregulación de las emociones contribuye significativamente al bienestar de las personas, sus vínculos y relaciones.

Por último, compartir esta reflexión de Aristóteles:” la excelencia moral es resultado del hábito: Nos volvemos justos realizando actos de justicia, valientes realizando actos de valentía y templados realizando actos de templanza.

Aspectos cuasiexistenciales de la templanza