viernes. 29.03.2024

Sensibilidades a prueba de bombas que se doblegan ante Israel

AGNESE MARRA
El discurso del presidente de Irán en la inauguración de la Conferencia sobre el Racismo de Ginebra ha provocado la reacción indignada de algunas delegaciones que ni siquiera se han quedado a escuchar toda su intervención. Sin embargo, el documento que saldrá de la reunión no hace ni siquiera mención al conflicto de Oriente Medio.
NUEVATRIBUNA.ES - 20.4.2009

Ni siquiera lo políticamente correcto ha funcionado en las filas de la ONU. La Conferencia Mundial del Racismo que se celebra en Ginebra comenzaba con mal pie, por no decir desastrosamente, incluso antes de arrancar.

El boicot comenzó con Estados Unidos, cuando el sábado anunció que se mantendría al margen, argumentando que el texto que estaba preparado para la cumbre de Ginebra “era objetable”. Rápidamente Australia y Holanda secundaron al Gobierno de Obama, y más tarde Italia, Alemania, Canadá y Nueva Zelanda confirmaron que no enviarían delegaciones a la reunión alegando las mismas razones.

Israel y la asistencia a la Cumbre del presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, quien la tenía que inaugurar, han sido la fuente conflictos. Pero según argumentan los países ‘rebeldes’ las razones de no asistir a esta reunión se remontan a la última cumbre sobre el Racismo que se celebró en Sudáfrica en 2001. En el último encuentro las delegaciones de EE UU e Israel abandonaron porque consideraron que el documento a presentar tenía un marcado tono antiisraelí.

En esta ocasión Israel llamó a consultas a su embajador en Suiza como medida de protesta por la asistencia de Ahmadineyad, Francia confirmó que iría pero que se marcharía de allí "ante la mínima provocación del presidente iraní” y el secretario general de la ONU Ban Ki-Moon, se limitó a hacer algunos mohínes declarándose "profundamente decepcionado por la ausencia de determinados países”.

Finalmente, el presidente iraní cumplió con los pronósticos y aprovechó su intervención inaugural en la conferencia para arremeter contra Israel. Durante su discurso, Ahmadineyad acusó a Occidente de dejar "a toda una nación sin hogar bajo el pretexto del sufrimiento judío", en referencia a los palestinos, con el fin de "establecer un gobierno totalmente racista". Concretamente, el presidente iraní criticó la creación del Estado de Israel después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, y afirmó que tras el conflicto "ellos, recurrieron a la agresión militar para privar de tierras a una nación entera con el pretexto del sufrimiento judío". "Ellos han enviado emigrantes de Europa, Estados Unidos y del mundo del Holocausto para establecer un Gobierno racista en la Palestina ocupada", añadió. En su opinión, el sionismo "persofinica el racismo" y reprochó a los israelíes que se aprovechen de los recursos políticos y económicos para silenciar a sus oponentes.

Sus palabras fueron recibidas con gritos por parte de algunos delegados, que acusaron al propio presidente iraní de ser "un racista", mientras que otros prefirieron abandonar la sala. Sin embargo, también hubo quien aplaudió su intervención.

En definitiva, los autores de las protestas que ya habían expresado sus recelos ante el texto a debatir en el cónclave se sintieron reforzados en su postura en cuanto Ahmadineyad empezó a hablar. Lo que llama la atención es que ya antes de su intervención, estos países se preocuparan tanto por el lenguaje, por cuidar las acusaciones contra Israel, que definitivamente no existen en el documento, y no lo hicieran por frases del tono "muerte a los árabes" o como “a los árabes habría que ahogarlos en el Mar muerto”. Este estilo tan jocoso de hacer política es el que le gusta al ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman.

Los países tan exquisitos con los bueno modales, que se muestran tan indignados por el discurso del presidente iraní, que tanto temen que se hable mal de Israel, no le tienen miedo a que el señor Lieberman proponga que los árabes ciudadanos de Israel acepten trasladarse de por vida a un Estado palestino o a Jordania, que los detenidos musulmanes sean untados con grasa de cerdo, o simplemente que le diga al Presidente egipcio Hosni Mubarak que se “vaya a la mierda”. Estas lindeces parecen no herir los oídos de Estados Unidos, Holanda, Canadá, Italia�.etc.

Parece evidente que este tipo de declaraciones tan propias del ministro israelí podrían ser calficadas de racistas por cualquiera con un mínimo de coherencia. Sin embargo el documento que se presenta en la Conferencia de Racismo de Ginebra, en ningún momento recuerda estas miserias, ni alude al conflicto de Oriente Medio, ni cita a Israel, ni al sionismo, ni tan siquiera hace referencia a los territorios ocupados de Palestina. Es más, la alta Comisionada de Derechos Humanos de la ONU, Navy Pillay, aseguró que “la delegación palestina fue muy generosa al aceptar retirar el párrafo sobre los territorios ocupados, en aras del consenso”.

Entonces ¿Cuáles son los puntos “objetables” del documento? ¿Qué hay detrás de la negativa a suscribirlo para defender a un determinado país? ¿Por qué todos se preocupan tanto por no herir la sensibilidad de Israel y permanecen indiferentes ante las sensibilidades de otros? ¿Qué futuro le espera a la lucha contra el racismo?

Sensibilidades a prueba de bombas que se doblegan ante Israel