martes. 23.04.2024

Hace años, mayo del 2001 creo recordar, pronuncié una conferencia en Caracas en el marco de un evento latinoamericano contra la deuda externa (qué tema tan vigente en Europa hoy y que pocos eventos celebramos aquí). En el ambiente había ya un inevitable clima de polarización chavismo/antichavismo a cargo de participantes en el evento de origen adeco o copeiano. Recuerdo el papel destacado en el evento de Marcela Maspero, años después referente puntero en el espacio sindical bolivariano, cuyo padre, Emilio Maspero, inolvidable amigo y maestro, consumía por entonces sus últimos días de vida.

Inevitablemente, en medio de aquella polarización, yo tenía un poco repartidos mis afectos y preferencias. La tal polarización en torno al “fenómeno Chavez”, que continuó hasta nuestros días, consistía en: “Chavez no es demócrata, tiene vocación de dictador y no cree en la democracia”, aducían los anti. “Chavez es revolucionario y su santo y seña es la lucha contra la pobreza y la exclusión”, clamaban los pro. Yo eché mano de un recurso dialectico, basado en mi profunda convicción, para aliviar la polarización y salvar mis afectos diversos ente el auditorio:

“Sin las libertades fundamentales, individuales y colectivas, no se puede vivir dignamente; pero con ellas sólo no se puede comer (dignamente, también). Por lo tanto, es abusivo, y ridículo incluso, llamarle “democracia” a un país y a una sociedad donde haya superávit de pobres, excluidos y hambrientos. Del mismo modo que sería abusivo catalogar de “democracia” países o sociedades donde, resueltas las necesidades vitales materiales, se degradara la dignidad individual y colectiva por falta de libertades básicas. Visto así, la Democracia con mayúscula, como una síntesis indivisible de libertad y justicia, es un proceso perpetuo de construcción y perfeccionamiento en todos los campos; en consecuencia, casi nadie puede dar lecciones de democracia a nadie. Desde luego, nadie en esta Venezuela y en esta America Latina de principios de siglo, puede constituirse en adalid de la democracia ignorando estos derroches inhumanos de pobreza, exclusión, hambre, injusticia en suma…”.

(Por cierto, esta fusión entre libertad y justicia para definir la Democracia no la inventé yo. La aprendí de la Carta Fundacional de la USO, publicada en forzosa clandestinidad en 1961, y que definía dicha síntesis como la DEMOCRACIA SOCIALISTA)

Reconozco que esta parte de mi conferencia fue balsámica. No pocos intervinientes después tuvieron que atemperar sus posiciones extremas pro o contra Chavez. Es más, la clausura del evento corrió a cargo del ministro de trabajo del gobierno de Venezuela presidido por Chavez, que hizo suyas públicamente mis formulaciones sobre la democracia integral. En un aparte conversamos unos minutos y me insistió en que ése era el afán del electo Presidente Chavez, fusionar libertad y justicia, y que sería muy bueno que pudiéramos compartir con él un rato de charla sobre todo esto. Le agradecí sinceramente, en especial el honor que supondría para mí conocer y darme a conocer al carismático presidente de Venezuela.

Con el transcurso del tiempo tuve ocasión de conocerlo y departir unos minutos con él. La primera en Porto Alegre, en el 2004, creo, en el Foro Social Mundial. En un multitudinario Foro Sindical Mundial, yo pronuncié un durísimo discurso contra la oposición venezolana, incuyendo su brazo sindical, y su deriva golpista contra un gobierno y un presidente electos. Por supuesto, el chavismo militante me llevó a hombros y cuando llegó el presidente como figura estelar de aquel Foro Mundial, allí estaba yo en primera fila en aquel teatro donde compareció Chavez y que había tenido que despejar la entrada la policía de Porto Alegre, y no con buenos modos precisamente, pues eran miles y miles de personas, jóvenes, sobre todo, los que querían entrar a toda costa en un teatro en el que ya no cabía ni un alfiler…

Algunos años después pegamos brevemente la hebra en Asunción, en el marco de una gran conferencia de mandatarios latinoamericanos.

No obstante, no me costó nada censurar duramente a Chavez y a su gobierno en otras ocasiones. Por ejemplo, cuando dijo cosas absurdas como que en el socialismo no tendrían cabida los sindicatos de trabajadores, o impulsó leyes contra la libertad sindical.

Recuerdo que en las dos ocasiones de encuentro a las que me referí, Chavez me ubicaba básicamente; sabía que era español y me asociaba a la síntesis entre libertad y justicia. Y lo hacía con esa simpatía arrolladora innata. Y yo pensé qué bien asesorado o que buena memoria tiene este hombre, o ambas cosas. La verdad es que nunca me pareció un militar. Claro que en España, hasta hace cuatro días en términos históricos, militar quería decir fascista y liberticida; nada que ver con Chavez.

Bueno, concluyo. A mí no me compete hacer balance sobre el aporte y la trayectoria del Presidente Chavez en Venezuela y en America Latina. Y mucho menos, hacerlo con un enfoque acrítico y bobalicón o con un criticismo íntegramente descalificador. No es lo mío. En todo caso, ese balance lo están haciendo millones de venezolanos y latinoamericanos dándole en las calles el último adiós a Chavez.

Tampoco me pondré a especular sobre el futuro, ¿incierto?, de Venezuela y del “chavismo”. Eso ya lo hacen doctos periodistas y notables, españoles y europeos, con las dosis habituales de arrogancia, ignorancia y mala fe, ¡Están España y Europa para darle lecciones a nadie, por la parte de los cojones!, que diría el castizo (a mí no se me ocurriría ser tan grosero).

Ojalá que Venezuela y America Latina, el continente más rico e injusto cuando llegó Chavez y que hoy, también por el concurso de otros mandatarios que tuvieron en Chavez inspiración e impulso, sigue siendo el más rico pero bastante menos injusto y dependiente… ojalá que el pueblo venezolano y los pueblos latinoamericanos, lejos de estrecheces chavistas o antichavistas, sigan con firmeza construyendo su destino en libertad y justicia y confirmen en la práctica lo que yo planteo como una opinión personal en el título de estas líneas.

Descanse en paz, Presidente Chavez, y si ello fuera posible, cerca de ese Jesucristo al que usted invocaba siempre.

Manuel Zaguirre | Ex secretario general de USO

Presidente Chávez, yo creo que usted perdurará