nuevatribuna.es
7 de febrero de 2011, 6:06
nuevatribuna.es | Johari Gautier Carmona | 04.02.2011
…La corrupción que carcome el Estado entero, desde sus estratos más bajos hasta los lugares más inesperados, impide el crecimiento de un país rico en recursos naturales. La extrema pobreza de ciertas clases y el analfabetismo de un 30% de la población son otros elementos que provocan un creciente descontento en el segundo país más poblado de África.
A lo largo del río

La imagen es desgarradora, pero no extraña. La ciudad de Asuán también evidencia ese estado precario con viviendas derruidas y calles inacabadas. Parece que un ciclón hubiera arrasado toda la ciudad pocas semanas antes, sin dejar otra alternativa a sus habitantes que trabajar con más ahínco en sus oficios habituales. Los niños de poco más de cinco o seis años venden collares y gorritos por las calles del centro, sin la presencia de sus padres y se pegan a los turistas en las terrazas del centro como si ellos fueran los salvadores. Con ese panorama, el sabor de la cachimba se amarga. Los carteles que claman “Te queremos” al líder incontestado, Hosni Mubarak, pierden su significado. Pero, ¿acaso tuvieron sentido alguna vez?
En el puerto de la ciudad de Edfu, unas balsas abordan nuestro crucero. Esta vez, los comerciantes son de una edad más avanzada pero la desesperación en sus ojos sigue siendo la misma. Se organizan en grupos de cuatro o cinco embarcaciones para acercarnos y el ataque ––parecido al de unos piratas del Caribe––, es letal. En pocos segundos, nos avasallan tirándonos artículos con una desconcertante puntería. Alfombras, djellabas y otras prendas caen sobre la borda para obligarnos a comprarlas. Desde el río, los gritos de los comerciantes se suceden, se avivan, nos zarandean hasta que, finalmente, acabamos arrojando un billete a los asaltantes en una bolsa de plástico a cambio de cualquiera cosa. La experiencia de un regateo a distancia en el río más grande del mundo nos sorprende. A estas formas de comercio no estamos acostumbrados. La supervivencia grita con más fuerza.
Un panorama insostenible

Las condiciones laborales no suavizan el trago. Pese al miedo que le genera las manifestaciones de El Cairo, Rafa, un guía egipcio de 47 años y padre de dos hijos, las entiende y las respalda. “Esto va ir a más. ¡Es inevitable!”, exclama. “La gente lo está pasando mal. Algunos trabajan sin sueldo en cafeterías del centro de El Cairo y sólo viven de las propinas que reciben”. Los salarios no son todavía objeto de una reglamentación y permanecen a un nivel irrisorio, sin ajustarse a las alzas de precios de los productos básicos. “No se puede vivir con 700 libras egipcias [100 euros] por mes”, sostiene Rafa indignado. Ahora, el descontento no sólo es de uno: es de todos y se manifiesta vivamente en las calles de El Cairo, como un grito incontenible.
Las estadísticas publicadas por UNICEF corroboran algunas de estas declaraciones. Con una tasa total de alfabetización del 72% para los adultos, la situación de Egipto contrasta netamente con la de España (del 97%). De la misma forma, aunque Egipto se coloca en un lugar favorable dentro de los países árabes, su ingreso nacional bruto de 1800 dólares per cápita se distancia mucho del español (31960 per cápita). Son cifras altisonantes y alarmantes. Cifras que no significan nada si no se indaga en el daño ocasionado por la corrupción, siempre más difícil de cuantificar.
La corrupción omnipresente

Egipto es un país rico en recursos que, además de los ingresos del Canal de Suez y de la ayuda millonaria prestada por Estados Unidos, produce gas y petróleo, vende electricidad a sus vecinos y atrae a más de 15 millones de turistas anuales. Sin embargo: “El gobierno se lleva gran parte de los ingresos”, clama con rabia Ahmet, el joven comerciante. Luego nos explica que los militares y la policía son los más beneficiados por el régimen. “Reciben los sueldos más altos, tienen privilegios que otros trabajadores o funcionarios no disponen”. Por eso, se muestran tan leales a Hosni Mubarak. Y por eso también siguen a su lado después de todas las protestas de un pueblo desquiciado.
El futuro pasa por otro régimen, eso defiende Islam, un guía que nunca ha conocido otro presidente que el actual. “Cualquier cosa es mejor que Mubarak”, repite con insistencia. Y en sus ojos brilla el sueño de un cambio justo para la inmensa mayoría.