viernes. 29.03.2024
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La historia de Pakistán (“país de los puros”, reza su denominación oficial) constituye una enorme e interminable tragedia. Es el sexto país más poblado del mundo y el segundo en fieles musulmanes, dotado de arma nuclear y vivero de grupos extremistas islámicos

Las recientes elecciones legislativas en Pakistán parecen haber confirmado el triunfo de una populista tercera vía o, dicho de otro modo, el alejamiento de las opciones políticas tradicionales. Se trataría de un cambio sólo en apariencia. En realidad, se impone el único poder que cuenta en el país: el Ejército.

El vencedor formal de las elecciones es el nacional populista Imran Khan, excapitán del equipo nacional de cricket y campeón del mundo en 1992, venciendo en la final a la expotencia colonial, Inglaterra, en una gesta que le convirtió, desde entonces, en una especie de héroe nacional. Aquel éxito remoto no fue ajeno a la intervención militar. El entonces todopoderoso presidente-general (golpista, por supuesto) Zia Ul-haq lo había convencido unos años antes para que tomara de nuevo los palos tras una prematura retirada, con tal fortuna que su regreso significó el mayor éxito internacional de su país.

Khan era por entonces una celebridad... pero muy lejos de la patria. Se había educado al gusto de las élites, en Oxford. Frecuentaba círculos de la alta sociedad británica, se labró reputación de bon-vivant y play-boy y se esposó con la hija del multimillonario James Goldsmith, con quien tuvo dos hijos (1)

El pedigrí de Khan le sirvió para dejarse seducir por la tentación de la política, empeño para el que no parecía destinado. Pero una cosa era acertar con la bola y otra con el arte de canalizar votos. Khan era demasiado ajeno al laberinto de favores, clientelas y resortes del poder en su país y fracasó. A finales de los noventa, además, el Ejército se cansó de permitir a las plutocracias políticas que pretendieran gobernar y tomó de nuevo las riendas, sin disimulo ni figuras interpuestas.

El excapitán de cricket no se rindió nunca del todo y siguió intentándolo, no tanto por la solidez de sus propuestas, confusas, erráticas, contradictorias, sino por la debilidad de sus rivales, las dos grandes familias (dinastías/empresas) políticas del país: los Sharif y los Bhutto, centro derecha y centro izquierda, respectivamente (2).

La historia de Pakistán (“país de los puros”, reza su denominación oficial) constituye una enorme e interminable tragedia. Es el sexto país más poblado del mundo y el segundo en fieles musulmanes, dotado de arma nuclear y vivero de grupos extremistas islámicos, socio a la vez de Estados Unidos y de China en ese gozne geoestratégico que une el Extremo Oriente con el Oriente Medio. Nació de la herida original de la India independiente, para establecerse como la patria de los musulmanes. Pero lejos de ser religiosamente puro, tuvo que afrontar la diversidad religiosa y étnica y lo hizo al modo trágico. La segregación de Bengala Oriental (Bangladesh) fue uno de los episodios más espantosos de las últimas décadas.

Antes y después de esa enorme catástrofe, Pakistán era, fundamentalmente un Estado cuartel. La democracia política no ha dejado de ser una mera apariencia, un instrumento de los militares para administrar su omnímodo poder, según las circunstancias. Cuando ciertas élites políticas cobraron más autonomía de la otorgado, los militares no dudaron en acabar con sus pretensiones. Ocurrió con la familiar Bhutto, primero en los setenta, con el sangriento derrocamiento de Zulfikar Alí Bhutto, líder de un proyecto popular construido desde arriba. Parecida suerte corrió su hija Benazir, destituida primero y asesinada después (tanto da por quien, ya que es imposible concebir un complot sin el conocimiento/aquiescencia militar, debido a los alargados tentáculos del Ejército entre los grupos extremistas islámicos que odiaban a la carismática líder pakistaní.

La otra familia ilustre, los Sharif, han corrido una suerte menos dramática, pero no más afortunada. El jefe del clan, Nawaz, rival de los Bhutto desde posiciones mucho más conservadores, musulmán nacionalista, pretendió seducir a los militares y quizás lo hizo durante un tiempo, pero su gran error consistió en poder actuar por su cuenta. Pagó por ello, con pena de oprobio y destierro. Más recientemente, la filtración de existencia de cuentas opacas en paraísos fiscales publicadas por Wikileaks, quizás inducida desde el poderoso aparato de inteligencia militar, el ISI, le condujeron a prisión y a su inhabilitación política, apenas una semanas antes de las elecciones. En compañía de su hija, para abortar cualquier tentación dinástica. Fue su hermano el encargado de liderar la debilitada Liga Musulmana, presa fácil de un Imran Khan, ya a lomos de la yeguada militar. (3)

En efecto, la estrella legendaria del cricket parece ser la nueva marioneta de los generales. Algunos investigadores, como Christina Fair, de Georgetown, han acreditado la variedad de artimañas e incluso de groseras manipulaciones para favorecer el triunfo de Khan (4) Sin descartar el fraude puro y duro, según denuncias bastante creíbles. Casi 400.000 soldados controlaron los colegios electorales, oficialmente para prevenir disturbios, pretensión inútil ya que los grupos terroristas se emplearon con la aparente impunidad acostumbrada (5).

Khan se había ganado el favor militar en años anteriores regresando al Islam. Hizo ostentación de su condición de renacido, enterrando su vida casquivana de los noventa. Después de divorciarse de la multimillonaria británica (con quien sigue manteniendo buenas relaciones) se casó dos veces más. Su actual esposa es una devota musulmana que parece haberle influido en la adopción de políticas ultraconservadoras. A pesar de que su base electoral son las clases medias urbanas, hastiadas de la corrupción, y supuestamente más occidentalizadas, Khan ha apoyado leyes sumamente retrógradas en materia de género, lo que le ha ganado el favor de partidos y movimiento ultraconservadores. También le ha hecho guiños de complicidad a los talibán pakistaníes. No han faltado tampoco demostraciones de brutalidad de algunos de sus seguidores, como denuncia en un artículo espeluznante la nieta de Zulfikar Alí Bhutto (6).

En cuando a sus propuestas exteriores, se ha refugiado en la ambigüedad. Para no irritar a los militares, ha mantenido un discurso de firmeza frente a la India, la archienemiga existencial del país, sin cerrar del todo la puerta a la negociación, para no incurrir en el error que le costó el puesto a Sharif. Con Estados Unidos ha jugado al caliente y al frío. Ha sorteado con cierta habilidades las embestidas de Trump, sin entrar demasiado al trapo de las provocaciones. Después de todo, en Pakistán hay quien dice que Khan guarda una cierta semejanza con el presidente hotelero, aunque suavizada por su educación británicas y sus maneras suaves (7). Con China tendrá que mantener la relación de dependencia crónica. No le bastará con eso. Pakistán necesita urgente financiación internacional (se habla de un inminente préstamo de 15 mil millones de dólares del FMI) para sostener una divisa ultra devaluada y salvar infraestructuras, en particular la eléctrica, al borde del colapso.

Khan tendrá que hacer tragables esos ineludibles compromisos internacionales a sus inevitable socios internos. A pesar de su victoria, está obligado a pactar con varios grupos pequeños de orientación religiosa y conservadora, inspirados y pastoreados por el Ejército. Aunque algunos analistas apunten la posibilidad de sorpresas (8), lo más probable es que la gestión del futuro primer ministro se vea fuertemente condicionada, tutelada, vigilada. A la postre, lo de siempre.


NOTAS

(1) “Au Pakistan, la revanche del ‘capitan’ de cricket Imran Khan. LE MONDE, 27 de julio.
(2) “The rise, fall and rise again of Imran Khan, Pakistan’s next leader”. THE NEW YORK TIMES, 26 de julio.
(3) “Is Democracy Dying in Pakistan”. AHMED RASHID. FOREIGN AFFAIRS, 19 de julio.
(4) “Pakistan’s sham election. How the Army chose Imran Khan”. C.CHRISTINE FAIR. FOREIGN AFFAIRS, 27 de julio.
(5) “Pakistan election in disarray as incumbent rejects result”. THE GUARDIAN, 26 de julio.
(6) “Imran Khan is only a player in the circus run by Pakistan’s military”. FATIMA BHUTTO. THE GUARDIAN, 24 de julio.
(7) “After Pakistani heated election, key parties lend support to Imran Khan”. THE NEW YORK TIMES, 28 de julio.
(8) “¿Did Pakistan’s Imran Khan win a ‘dirty’ election or a real mandate?”. MADIHA AFZAL. BROOKING INSTITUTION, 27 de julio. 

Pakistán: el ejército elige el populismo