martes. 23.04.2024

Obama se la está jugando

JOSÉ LUIS EGIDO
Dentro de (su) programa está la universalización de la asistencia sanitaria. (...) La cuestión es tan importante que Obama la ha llevado nada menos que al discurso ante las dos Cámaras. (...) De ese discurso ha trascendido una frase que me deja pensativo: “No soy el primer presidente en adoptar la causa de la reforma sanitaria, pero estoy decidido a ser el último”.
NUEVATRIBUNA.ES - 14.9.2009

Cuando se estaban celebrando las elecciones presidenciales en EE.UU., yo era de los escépticos ante las informaciones que daban a Obama como favorito. No confiaba en el electorado estadounidense pensando que en un mundo preeminentemente conservador no se atreverían a poner a un presidente negro; que dejarían tal hipótesis a la imaginación de cineastas y guionistas de cine. Por cierto, un paréntesis: soy un admirador de algunas de las características de la democracia norteamericana como la de fabular en películas retratando a un presidente capaz de involucrarse en un asesinato por un escándalo amoroso o colocar en el despacho oval de la Casa Blanca a un presidente negro. Me resulta impensable ver en España semejante atrevimiento con el Rey de España o el actual presidente del Gobierno por no remontarse al anterior.

A la vista de los resultados me equivoqué…afortunadamente. He aquí que sí se atrevieron y han colocado a un presidente negro al frente de la primera potencia mundial, con la amenazadora intención de cumplir su programa. Y dentro de ese programa está la universalización de la asistencia sanitaria, algo que en la Europa del bienestar nos resulta un poco incomprensible porque no le damos importancia a algo que consideramos tan normal como el apellido. Semejante intención resulta cuasi revolucionaria en el país de los contrapoderes. Y no es el menor el de las compañías de seguros que se encargan, para quienes tienen dinero, de la atención que en España nos resulta gratuita.

La cuestión es tan importante que Obama la ha llevado nada menos que al discurso ante las dos Cámaras, algo que en los EE.UU. es casi sagrado, en medio de duras críticas hasta en su partido, pero sobre todo en el republicano y en los sectores más conservadores del país. Apenas lleva unos meses gobernando y esos sectores no soportan el color de su piel ni mucho menos que su esposa se atreva a tener una personalidad y una elegancia muy por encima de la cultura de esos sectores. Aunque para los retrógrados, la política es más importante que la piel, sobre todo cuando la política trae consecuencias económicas desastrosas para sus intereses.

Además del concepto de sanidad para todos nos han llegado varios argumentos para apoyar la reforma a cual más peligroso. Como que el coste para las arcas del estado sería menor que el de las guerras de Irak y Afganistán. Peligro, argumentar eso en un país que desde la explosión del Maine en la bahía de La Habana ha hecho de la provocación cuestión principal para su política exterior, puede resultar suicida. Porque si al lobby de las compañías de seguros se une el del armamento, la cosa se complica.

De ese discurso ante las cámaras ha trascendido una frase que me deja pensativo: “No soy el primer presidente en adoptar la causa de la reforma sanitaria, pero estoy decidido a ser el último”. Cuidado con ese último vocablo tan peligroso en política. Volviendo a la fantasía de las películas me viene a la memoria el magnicidio de Dallas y llevado por la lectura de algún periódico donde se escribe que ya hay sectores del conservadurismo que se están planteando el asesinato, mi imaginación echa a volar.

No soy un experto polítologo y mucho menos en la política norteamericana, aunque si sé lo suficiente para recordar que es una cierta tradición asesinar a su presidente cada ciertos mandatos y ya han pasado algunos sin que semejante desgracia ocurra. Evidentemente ya no estamos en la guerra fría y el mundo parece que está en una cierta línea de estabilidad aunque en medio de una crisis económica de la que no se sabe su alcance a ciencia cierta. Sin embargo me parece que el Sr. Obama está tocando algunas teclas del piano que pueden llevar a un baile muy peligroso, sobre todo para él. Y no me refiero a los evidentes riesgos políticos que afronta, me estoy refiriendo a su propia vida. Aunque lo mejor es olvidarse de esos temores, dejarlos para una mente calenturienta animada por tanta fantasía de película y pensar que nadie mejor que él para saber lo que hace y con los medios suficientes para protegerse.

José Luis Egido - Periodista.

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