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NUEVATRIBUNA.ES / AGENCIAS - 28.8.2010

Hace cinco años que el Katrina destrozó la ciudad y ésta aún se recupera a dos velocidades: una para blancos y otra para negros, y así se espera que lo proclame Obama. Las huellas más visibles de la tragedia han desaparecido de gran parte de la ciudad pero en la periferia negra sigue habiendo señales bien evidentes, las de la discriminación. Los 143.000 millones de dólares enviados por el gobierno a la ciudad se aplicaron también en dos velocidades durante estos cinco años. "El renacimiento de Nueva Orleans es la historia de dos renacimientos distintos", ha dicho James Perry, director ejecutivo del Greater New Orleans Fair Housing Action Center, la más importante asociación de la ciudad que reconstruye viviendas.

Según Perry, quienes estaban bien financieramente antes de Katrina en su mayoría volvieron a sus casas y trabajos y tienen acceso a una buena asistencia sanitaria. Los más pobres, que estaban en dificultades antes, lo siguen estando ahora. Los que estaban bien son en su gran mayoría blancos, y los segundos son en su gran mayoría negros, reproduciendo una escala de separación que es típica y se mantiene en el país, aunque un negro haya llegado a la presidencia.

La disparidad es tan evidente que un juez federal de Louisiana calificó de "discriminatorio" un programa de subsidios preparado por el estado para aquellos cuyas casas resultaron dañadas o destruidas. Se trata de la continuidad de los crímenes gravísimos contra personas negras que se cometieron en los días de la inundación y que no se han conocido hasta ahora, colocando a unos cuantos policías en el banquillo de los acusados.

El devastador huracán Katrina causó 1.800 muertos, un millón de evacuados e inundó 80 por ciento de la ciudad a orillas del Golfo de México. Ante la cercanía del poderoso huracán, con vientos de 240 km/h, los cerca de 1,4 millones de habitantes del sur de Luisiana (sur) recibieron la orden de evacuar, pero decenas de miles de ellos no quisieron o no pudieron salir y fueron atrapados por la furia del fenómeno.

Azotados por los vientos y las lluvias torrenciales, los diques alrededor de la ciudad colapsaron. Las olas gigantes arrancaron de sus cimientos manzanas enteras de casas de madera con ocupantes y todo. Otros perecieron en circunstancias horribles, atrapados en sus áticos por la crecida de las aguas que rápidamente llegaron al borde del Barrio Francés, el centro histórico de esta ciudad famosa en sus buenos tiempos por el jazz y el ambiente de bohemia.

Los hombres llevaron a las mujeres, los niños y los ancianos a los tejados para evitar que se ahogaran. Pero en el Lower Ninth Ward, la parte más pobre de la ciudad construida en una hondonada y poblada en un 99% por negros, los cuerpos flotaban a la deriva en las aguas de la inundación.

Muchos sobrevivientes fueron trasladados al Superdome, el estadio de fútbol americano, pero allí se encontraron con 10.000 personas que ya habían llegado buscando refugio. Y poco después el sitio también quedó aislado por el agua. Los servicios de rescate se vieron superados por la magnitud del desastre y la Policía de Nueva Orleans prácticamente desapareció.

Aquella catástrofe repercutió a escala nacional por la tibia reacción del Gobierno federal personificada en el entonces presidente George W. Bush, que no se acercó a la zona hasta el 2 de septiembre y cuando lo hizo fue para sobrevolarla sin poner un pie en tierra.

Durante los últimos cinco años, no han cesado las tragedias. Ha habido nuevos huracanes sobre la ciudad y, este mismo año, se abatió sobre ella una catástrofe provocada por la mano humana: la peor marea negra de la historia de Estados Unidos tras la explosión de una plataforma petrolera en el Golfo de México. La gran pregunta es si la ciudad aprendió la lección y está ahora mejor preparada, tras invertir 15 billones de dólares para un nuevo sistema de diques que debería estar listo para junio del año próximo.

Nueva Orleans, año 5