sábado. 20.04.2024

En el momento de difundir este artículo, con medio mundo – el que manda, en todo caso – reunido en París y aparentemente resuelto a mantener su respaldo a la rebelión tras dar por definitivamente amortizados al coronel Gadafi y su régimen, subsisten dudas curiosas sobre qué está sucediendo realmente en Libia, qué consideraciones geopolíticas proponen las potencias interesadas y los poderes regionales y qué clase de porvenir aguarda al país.

Tres son las incógnitas centrales: a) dónde está Gadafi y cómo es posible que pueda ocultarse y moverse con cierta holgura; b) cuándo podrá la fuerza rebelde completar la conquista del territorio nacional, incluyendo la ciudad de Sirte, tan significativa política y psicológicamente; c) quién manda, si alguien manda, en el “Consejo Nacional de Transición” y el peso del factor islamista en el mismo.

Sobre los dos primeros interrogantes es difícil añadir nada útil y solo se puede remitir al lector a la curiosa divergencia que se observó desde el miércoles con las declaraciones tan distintas y contrapuestas de dos de los hijos del coronel: Saadi se dice dispuesto a una negociación para terminar con la sola condición de obtener garantías físicas y (se supone) jurídicas para Gadafi mientras Saif al-Islam está listo para “luchar hasta la cercana victoria” y promete un severo castigo para los adversarios y traidores. Ambos dicen hablar en hombre y con autorización de su padre.

EL FACTOR ISLAMISTA

Mientras el régimen sobrevivía a duras penas en el interior del país tras perder por completo el control de Trípoli en la semana del 22 al 30 de agosto y se producían cambios diplomáticos de envergadura, como el reconocimiento de hecho por Moscú o Argel del Consejo interino como el gobierno libio legal, algunos medios, tal vez más sutiles y menos atados a los requerimientos fácticos del día, intentaban ver más allá y comenzaban a interrogarse sobre qué cosa será el próximo Estado libio en su registro constitucional.

De modo un poco extraño, pues se produjo el miércoles pasado, es decir solo 24 horas antes de la apertura de la gran conferencia de socios, amigos, donantes y padrinos de la nueva Libia, el presidente del Consejo, Mustafá Abdul Jalil, declaró que la sharía (ley islámica) será en su día la fuente de la jurisprudencia del nuevo régimen (se sobreentiende régimen constitucional) y aunque añadió que habrá elecciones libres y una democracia parlamentaria en menos de un año en un proceso bajo control internacional, eso bastó para que ciertos medios advirtieran algo parecido a un timo.

Occidente habría ayudado al islamismo yihadista o poco menos a ganar la guerra. Comentarios jocosos llegaron a sugerir que pronto se echará en falta a Gadafi. Un argumento, por cierto, que algunos círculos neocon manejan ya con desenvoltura desde criterios de pura realpolitik: una vez que Gadafi, de modo realista, arregló con indemnizaciones y un proceso el asunto del atentado de Lockerbie (210 civiles muertos en 1988) y canceló su incipiente programa nuclear y balístico, nada había que reprocharle puesto que su otra función, la de enemigo del islamismo político radical, ya la cumplía a plena satisfacción. Recuérdese la visita de normalización que hizo a Trípoli en 2007 Condoleezza Rice, Secretaria de Estado del presidente Bush. Ese hombre, se preguntan algunos, ¿por qué debería ser derrocado?

EL GENERAL SARKOZY

Es sabido que la administración Obama se unió al esfuerzo contra Gadafi más bien tarde, sin entusiasmo, aduciendo limitaciones presupuestarias y dejando – una vez no son veces – el liderazgo, el ímpetu y la batalla de la opinión a los europeos. Se podría incluso decir que al presidente Sarkozy quien sufrió con Libia una suerte de transformación en general Sarkozy, bajó a los detalles militares, llevó a cabo las acciones decisivas de ayuda a los insurgentes (envíos de armas y municiones por avión a través de aeródromos de fortuna) y cuya fuerza aérea, con la británica, llevó el peso central de los ataques aéreos.

Sus adversarios políticos en Francia en seguida dijeron que, de hecho, el presidente quiere dorar su blasón con un perfume claramente pre-electoral, a ocho meses de las presidenciales. Si fue así, lo ha conseguido. Y la conferencia del jueves en París fue, en ese sentido, una cierta apoteosis para Sarkozy quien, literalmente, se apoderó del interés informativo internacional y apareció como el líder de la situación. Los americanos enviaron a París a Hillary Clinton, Secretaria de Estado.

Tal es la realidad formal, pública y oficial de lo que sucede. El fondo de la cuestión entre bastidores en el escenario interior libio es tal vez diferente y más difícil de digerir. El potencial factor islamista no está en la declaración del presidente interino libio porque todas las Constituciones árabes empiezan declarando que la sharia es la referencia obligada de la legislación. Está sobre el terreno: no ha tenido gran eco la noticia de que el jefe yihadista Abdel Hakim al-Hasani ha sido nombrado nada menos que gobernador militar de Trípoli. Y lo ha sido, que se sepa, porque sus milicianos, numerosos, aguerridos y – se dice – bien armados por Qatar, lo han decidido….

Misterios libios