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NUEVATRIBUNA.ES- 29.09.2009

El presidente golpista, Roberto Micheletti, está desorientado. Desde la inesperada llegada deManuel Zelaya a territorio hondureño, el golpista no da pie con bola. Su primera respuesta fue el ataque (en todos los sentidos) hacia la embajada brasileña que acogía al presidente electo democráticamente. Amenazas, insultos y represión han sido las herramientas empleadas por Micheletti. No se podía esperar otra cosa.

La semana pasada se caracterizó por los fuertes altercados contra los zelayistas. Gases lacrimógenos y tóxicos en la embajada brasileña y un restrictivo toque de queda. Pero fue durante el pasado fin de semana cuando la represión llegó a su punto álgido. Micheletti cerraba dos medios de comunicación afines a Zelaya y arrasaba en cuestión de segundos con cinco derechos fundamentales. Entre ellos la libertad de expresión y de circulación.

“He visto tantos cuerpos castigados a garrotazos, mujeres que me mostraban sus brazos, horriblemente golpeados”, decía el sacerdote Fausto Milla, enemigo de la cúpula eclesiástica hondureña. Milla, en una entrevista para el diario argentino Página 12, señalaba que la manifestación contra el cierre de los medios “tuvo muchos menos” manifestantes, alrededor de 5.000. “Las amenazas de muerte son cada vez más fuertes y además estamos con entera desinformación, porque los únicos medios que llegaban al pueblo fueron clausurados y destruidos. Los militares rompieron las puertas y se llevaron los equipos”.

El domingo por la noche, Michelleti demostró que no es necesario ser militar (parte de la derecha le justifica por no serlo) para ejercer como un golpista en toda regla . Hasta el propio Congreso de Honduras, de quien ha recibido pleno el apoyo, pidió al presidente ‘de facto’ que calmara sus ímpetus dictatoriales.

Ayer cambiaba de discurso. Las amenazas contra la embajada de Brasil se transformaron en “un abrazo para el pueblo brasileño” y la garantía de no invadir su sede diplomáticas. De su boca salieron promesas de diálogo y hasta le pidió disculpas a su pueblo por haber declarado el estado de sitio.

Ni el propio Micheletti parece saber por dónde tirar. Los apoyos que tiene le piden sosiego para poder llegar a sus esperadas elecciones del 29 de noviembre. Un estado dictatorial no es el mejor escenario para unos comicios y la burguesía hondureña piensa que la comunidad internacional no lo permitiría. Sin embargo la opción de abrir mucha la mano tampoco es buena, los zelayistas saldrían con más fuerza a la calle y se mostraría la debilidad de un Gobierno ilícito.

LA OEA NO SE PONE DE ACUERDO

La comunidad internacional también está a la espera de nuevos movimientos. Pero nadie toma actitudes claras. Después de diez horas de debate en el Consejo Permanente de la OEA en Washington, no se consiguió consensuar una resolución condenatoria sobre la dictadura de Honduras.

Los puntos de discrepancia entre los diplomáticos fueron dos: aceptar o no la legitimidad de las elecciones previstas para el próximo 29 de noviembre y el lenguaje a utilizar para condenar al régimen de facto. El acuerdo, únicamente, sobrevino al momento de insistir acerca de la inviolabilidad de la embajada brasileña en Tegucigalpa.

Las posturas más antagónicas fueron las de Brasil y Estados Unidos. El representante brasileño en la OEA, Ruy Casaes, solicitaba firmeza para acabar con el Gobierno de Micheletti: “Ha llegado el momento de decir basta y eso significa impedir que continúe este estado de facto que tal vez pueda extenderse a otros países de la región”. El representante de Lula da Silva alertó que la gravedad de la situación de Honduras podría necesitar de una acción contundente por parte del Consejo de Seguridad de la ONU. “No me cabe duda de que existen las condiciones para decir que hay una amenaza a la paz internacional”.

El representante estadounidense, Lewis Anselem, ofreció una postura muy diferente y alejada de los primeros entusiasmos que mostró Hillary Clinton cuando se enteró del retorno de Zelaya. Anselem criticó duramente a Micheletti pero no se quedó corto con Zelaya: “Tiene que portarse como un líder y enviar mensajes claros. Tiene que dejar de hacer acusaciones y actuar como si fuese una estrella de cine”. “El regreso de Zelaya ha sido responsable e idiota”, afirmó el estadounidense.

Los organismos internacionales no se ponen de acuerdo. La postura de Micheletti es impredecible y Zelaya continúa llamando al diálogo y denunciando el maltrato al pueblo hondureño. Pero el regreso a su país no ha generado grandes cambio. El conflicto parece alargarse y los manadatarios latinoamericanos no saben cómo ponerle freno. Un temor sobrevuela en la región latinoamericana. Si este golpe triunfa, si se llega a las elecciones del 29 de noviembre sin ningún cambio. La acción de Micheletti será un ejemplo devastador para otros países de la región.

Micheletti entre la represión y el diálogo