martes. 16.04.2024
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La falta de una solución justa a la causa del pueblo palestino es la gangrena que todo lo pudre. Ya es hora de imponer la instauración de dos estados que vivan en paz y respeto mutuo. Mientras eso no ocurra, el germen de la inestabilidad continuará instalado en la región

Los diferentes rivales libios en pugna por el poder afrontan en Marruecos un periodo de negociación calificado de decisivo por el mediador de la ONU, Bernardino León. El ministro de Exteriores británico ha dicho que en esas negociaciones se juega la seguridad del Magreb. Personalmente pienso que del  resultado depende la estabilidad y la integridad  de la propia Libia y del Magreb pero también de toda la región mediterránea. La intervención de la OTAN en Libia con el visto bueno de la UE, radiotelevisada en directo por un tal Bernard Henri Levy, son los principales responsables de la actual situación de inestabilidad, demostrándose así, por enésima vez, que las “transiciones”  que se imponen a  bombazo limpio nunca han sido, ni son, soluciones de nada.

La cercanía geográfica con Libia y su inestabilidad contribuye al escenario de vulnerabilidad que vive Túnez. Esa vulnerabilidad se debe principalmente a las reacciones de los sectores opuestos al triunfo de la revolución del pueblo tunecino, victorioso del niño mimado de occidente, el derrocado Ben Alí. Conviene no olvidar aquel consejo de la ministra de exteriores francesa, proponiendo al presidente huido que aguantara mientras le prometía  una inminente llegada de  material antidisturbios. Esa es la mentalidad que ha regido entre los dirigentes occidentales y es esa mentalidad la que nos ha llevado al punto donde estamos ahora. ¿Ha cambiado esa mentalidad?

El modelo de transición tunecino es, sin ninguna duda, diana prioritaria de los terroristas pero, no nos equivoquemos, no solo de ellos, es también el objetivo de todos los regímenes opresores cercanos a Túnez y de  otros no tan cercanos. Ni a Arabia Saudí, ni a Egipto y  mucho menos a Argelia les hace gracia la presencia de un estado democrático  viable en la región.

Arabia Saudí pretende “islamizar” España tal cómo denunció una reciente investigación periodística basada en los cables de wikileaks. El gobierno español de turno, en vez de tomar las medidas que impone esa evidencia, les “gratifica” otorgándoles una licencia para el canal de televisión “Córdoba Internacional Tv” que dedica gran parte de su programación a predicar el islam más rancio y retrógrado. ¿A cambio de qué el gobierno español concede dicha licencia?

Un medio de comunicación tan potente lo que debería hacer es enseñar a los musulmanes que viven en España cuales son los valores del  sistema  democrático, en que consisten los derechos de las mujeres y la igualdad, el respeto a la libre elección de la opción religiosa, a hablar de la orientación sexual y de la educación laica y plural. En lugar de ello, se menosprecia el pluralismo y la laicidad y se pasa a pie juntillas cuando se aborda algún sujeto que tenga que ver con la democracia.

Nada de esto puede extrañar, cuando sabemos que hasta hace poco predicaba en ese canal el mismísimo  imam de Ceuta, sí, el que afirmaba que  las mujeres que se visten de pantalón vaquero o que se calzan con zapatos de tacón son fornicadoras y pecadoras. Y si la concesión de la licencia otorgada por España sorprende a propios y extraños ¿alguien entiende qué hacen algunos periodistas españoles de “prestigio” en tertulias políticas o programas organizados por ese canal? ¿A cambio de qué participan en esas tertulias televisivas y en esos programas?

Al régimen militar egipcio  le molesta sobremanera el éxito de la revolución tunecina. El golpe militar en Egipto fue contra otra revolución, semejante a la de Túnez, que acarreó el derrocamiento del general Mubarak y el inicio de un proceso de transición encabezado por los Hermanos Musulmanes. ¿Acaso esos musulmanes no son aptos para la democracia? No nos dejaron averiguarlo, como tampoco los que ostentan el poder real en Argelia nos lo dejaron averiguar después de la victoria del FIS en las elecciones de 1992.

Hoy por hoy, los únicos que demuestran alergia hacía la democracia son los militares y no los musulmanes moderados. A la vista están los ejemplos de Marruecos, de Turquía y de la propia Túnez donde las formaciones políticas de matiz musulmán están demostrando una adaptación  de manera  satisfactoria en algunos casos, y a regañadientes en otros  a la práctica de la gobernabilidad, aceptando con normalidad la ineludible erosión que provoca el ejercicio del poder. Los últimos resultados electorales en Turquía  son una clara demostración de ello.

No es ninguna casualidad que el general Sisi de Egipto efectúe la primera visita al exterior precisamente a Argelia, seguramente para inspirarse de su modelo y su modus operandi,  calcándolo hasta en sus mínimos y nefastos detalles, en vez de aceptar el dictado de las urnas.  Amnistía Internacional acaba de publicar un informe demoledor sobre Egipto. El informe describe su transformación en un  tiempo record en estado policial y su mutación inmediata en auténtica dictadura, en la que se están batiendo todas las marcas de veredictos de cárcel a perpetuidad y de sentencias de muerte, de la que no se libró ni siquiera el legítimo presidente electo. 

Argelia, por su potencial económico y por su ubicación geográfica, tenía todos los ingredientes para convertirse en la locomotora del Norte de África. Sin embargo, unos  dirigentes cegados por los enormes excedentes de gas y de petróleo y movidos por un desvergonzado afán hegemónico, en vez de velar por  los intereses de su pueblo y los de todos los pueblos de la región, han optado por la senda del enfrentamiento, reinstalándose  en la trasnochada  dinámica de la guerra fría que les está llevando a un callejón sin salida. En la coyuntura regional e internacional actual estas políticas pueden acarrear consecuencias catastróficas en la zona.  Los dirigentes argelinos no pueden convertir todo el Magreb  en rehén de sus fantasías.

La comunidad internacional y particularmente la Unión Europea pueden y deben propiciar la creación de un espacio mediterráneo de paz y de prosperidad para todos. Para los países ribereños es la prioridad de las prioridades. La UE debería realizar nuevas y audaces propuestas, creíbles y realizables para todos. Esto ha de pasar, necesariamente, por un cambio radical de planteamientos de los países de la orilla norte del mediterráneo, se han de  dejar de lado de una vez por todas, las doctrinas obsoletas de aparente seguridad ante peligros inexistentes y  la política de impermeabilidad de las fronteras frente a  supuestas amenazas de los bárbaros. Remánguense y  pónganse a trabajar en vez de seguir haciendo experimentos virtuales.

La falta de una solución justa a la causa del pueblo palestino es la gangrena que todo lo pudre. Ya es hora de imponer la instauración de dos estados que vivan en paz y respeto mutuo. Mientras eso no ocurra, el germen de la inestabilidad continuará instalado en la región.

La conquista y la preservación de la dignidad de los pueblos de los países de la orilla sur del mediterráneo y su desarrollo económico y social, son la vía, la senda a recorrer inevitablemente, para garantizar la tan deseada estabilidad para todos. Eso pasa necesariamente por una real e inequívoca ayuda al desarrollo de los pueblos del sur, apostando por los valores de la democracia, de la equidad en el comercio, de la igualdad y de la pluralidad, y no protegiendo a gobiernos o dirigentes incapaces, despóticos y obsoletos que no ven más allá de sus propios intereses personales o de clan.     

Libia y el contexto mediterráneo