jueves. 25.04.2024
NUEVATRIBUNA.ES / AGENCIAS - 3.11.2010

...por un margen que podría superar la histórica victoria legislativa que consiguió el partido en 1994, y haya recortado significativamente la ventaja demócrata en el Senado.

El presidente Barack Obama ha experimentado el mayor varapalo desde su llegada a la Casa Blanca hace dos años. Con una economía apenas saliendo de la recesión, un desempleo del 10 por ciento, la continuidad de la guerra en Afganistán y las dificultades que encontró para capitalizar políticamente las reformas implementadas desde hace dos años, la interpretación de estos resultados es que los ciudadanos americanos han castigao al Partido Demócrata y a su líder por los efectos de esta 'Gran Recesión'.

Y ¿ahora qué?, es la pregunta que se hacen analistas y observadores. Estos resultados electorales significan que el presidente Obama tendrá más dificultades para aprobar su legislación sobre gastos aunque, eso sí, el Congreso no tendría el apoyo necesario -dos tercios- para aprobar sus propias propuestas de ley. Es decir, Obama mantendrá el poder de veto. Esencialmente, se espera una situación denominada gridlock, una parálisis administrativa. Por un lado, el mercado suele considerar esto como “positivo” porque evita nuevas medidas fiscales desfavorables a la inversión, pero a la vez imposibilitaría cualquier tipo de legislación que podría resultar beneficiosa para los inversores.

Lo prioritario es que al gobierno de Obama le quedan 58 días para pasar una prueba clave. Al cabo de ese período vencen las exenciones impositivas que el gobierno de Bush impulsó con apoyo demócrata y que favorece de forma exponencial a los niveles más altos de ingreso. El proyecto que impulsó Obama durante la campaña consiste en cambiarlo por otro sistema que prolongue las exenciones para las familias con ingresos menores a los 250 mil dólares y reponga la carga para los que se ubican más arriba de esa cifra. Por ese cambio sobre todo, Obama carga desde hace más de dos años con el mote de socialista. Todo indica que la nueva conformación del Congreso favorecerá la renovación total de la medida propuesta por los republicanos, lo cual no sólo volverá a reforzar la debilidad presidencial, sino que lo dejará con menos recursos fiscales.

Pero los republicanos no se conformarán con el recorte. Desean dar la vuelta a las iniciativas legislativas desarrolladas por Obama y tienen en mente sus dos grandes proyectos: la reforma sanitaria y la reforma financiera. La revocación de la reforma sanitaria es muy difícil, ya que necesita el acuerdo del Senado, que quedará en manos de los demócratas. Pero a los republicanos siempre les queda la opción de cortar el grifo a la financiación de programas federales como Medicare, aunque medidas de ese tipo también podrían ser vetadas por el presidente.

En el caso de la reforma financiera lo tienen más fácil, porque los republicanos pretenden eliminar cualquier fondo para la nueva agencia de consumo que Obama considera esencial en su reforma de Wall Street.

Tampoco tendrán excesivas dificultades para bloquear los grandes proyectos legislativos pendientes de la Administración Obama, entre los que destacan una nueva ley de inmigración reclamada por los latinos y el límite a las emisiones de gases de efecto invernadero, esencial para cualquier acuerdo internacional que pretenda sustituir a Kyoto.

La conocida como ley ‘cap-and-trade’ fue uno de los compromisos más innovadores de Obama respecto a Bush, aceptando por primera vez que Estados Unidos debía reducir sus emisiones para evitar el cambio climático. Sin embargo, la ley quedó en segundo plano frente a la reforma financiera y la sanitaria y permanece estancada en el Senado, de donde es poco probable que salga. Los republicanos están en contra de cualquier medida de control de emisiones, más aún, tienen entre sus nuevos miembros del ‘Tea Party’ un puñado de negacionistas del cambio climático. Por el contrario, están dispuestos a dar un nuevo impulso a la energía nuclear y a la exploración petrolífera en los océanos pese a la catástrofe de BP, resaltando la importancia de la independencia energética.

Además, el nuevo impulso a la ley de inmigración reclamado por Obama -al que los latinos acusan de incumplir sus promesas- se quedará en nada ante unos republicanos que siempre han sido reacios a tratar esta cuestión y más ahora, poseídos por el ‘espíritu’ de la ley de Arizona. Y no hay que olvidar que esa ley, conocida también como la "del odio", criminaliza a los inmigrantes sin documentos y considera sospechosos de crímenes a todos los que por su aspecto puedan parecer inmigrantes, ya sean ciudadanos norteamericanos o inmigrantes legales o ilegales.

Por último, otro debate estancado en el Senado es la revocación de la ley que prohíbe a los gays manifestar su opción sexual en el ejército.

Con este panorama, el hombre con quien tendrá que vérselas Obama es John Boehner, hasta hoy líder de la minoría republicana y que asumirá la Presidencia de la Cámara de Representantes en sustitución de Nancy Pelosi. "Obama ha recibido un mensaje: cambia el rumbo", ha proclamado Boehner, tras conocerse la victoria de su partdo. "Es momento de arremangarse, de dar los primeros pasos para construir el futuro", ha dicho también entre lágrimas. Pero quien espere que se abra algún espacio de negociación entre republicanos y demócratas para salvar algunos muebles de la actual administración puede llevarse una tremenda decepción.

Boehner ya anunció durante la campaña junto a sus compañeros republicanos cuál es su espíritu para los dos próximos años: "Éste no es un momento de acuerdos". El futuro líder de la mayoría republicana en la Cámara, Eric Cantor, ha dado algunas pistas sobre lo que signiica ponerse a "trabajar inmediatamente": recortar el déficit público y el gasto federal "hasta los niveles de 2008". Más claro aún ha sido el líder de la que seguirá siendo minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell: “Nuestro principal objetivo es que Obama sea un presidente de un solo mandato”.

La explosión del movimiento Tea Party ha galvanizado la oposición contra el presidente Barack Obama. Dos de los grandes vencedores de la noche, el senador por Kentucky, Rand Paul, y el senador por Florida, Marco Rubio, son grandes defensores de esta corriente, y han prometido trasladar su ideario antigubernamental hasta los pasillos de Washington. Los analistas pronostican, no obstante, que el movimiento se irá diluyendo progresivamente en favor de la aparición de grupos de presión con mayor poder económico, y más integrados en el organigrama de Washington.

Así las cosas, el panorama para los votantes progresistas descontentos con Obama no puede ser más desesperanzador: más recortes sociales, menos medio ambiente y derechos a las minorías y más crispación política. Obama expresará este miércoles su opinión sobre el resultado de los comicios en un discurso que pronunciará a las 13.00 h. --18.00 h. en España--. A partir de ese momento comenzará a discernirse si el presidente estadounidense será capaz de aplicar sobre su propio partido el eslogan de 'cambio', que le llevó hace dos años en volandas a la Casa Blanca, para llevar a buen puerto una política de reformas cuyo desarrollo se acaba de volver más complicado que nunca.

La victoria republicana apaga las aspiraciones progresistas en EEUU