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NUEVATRIBUNA.ES / AGENCIAS - 22.9.2009

La "jungla" de Calais es un campamento de inmigrantes clandestinos, un vertedero más bien, donde se hacinan afganos e iraquíes que huyen de los conflictos que desangran sus respectivos países. Calais está situada en el norte de Francia, a tan sólo 34 kilómetros de Gran Bretaña, y año tras año, cientos de inmigrantes siguen llegando a la zona con el fin de colarse en los ferrys o de introducirse en los bajos de los ferrocarriles o de los camiones que circulan por el Eurotúnel, el túnel construido bajo el Canal de la Mancha que une por ferrocarril Francia y Gran Bretaña.

La "jungla" es un lugar insalubre, que carece de las mínimas condiciones de habitabilidad, pero cuando el ministro de Inmigración francés, Eric Besson, anunció el desalojo, hace unos días, las ONG se apresuraron a protestar. Sylvie Copyans, miembro de una de ellas, Salam, cuyo fin es ayudar a estos inmigrantes, lo explicó de una forma muy gráfica: “La “Jungla” está lejos de ser un camping de cuatro estrellas. Es un lugar inmundo que no debería existir, pero cerrarla no cambiará nada. Volverán a instalarse aquí más tarde o un poco más lejos, pero regresarán”.

De hecho, desde hace una semana, los "sin papeles" habían comenzado a huir a otros países como Bélgica o Noruega. Mathieu Quinette, coordinador de Médicos del Mundo en Dunkerque, cree que el anuncio del ministro galo fue intencionado: "No es lo mismo desalojar a 300 inmigrantes que a 800" y critica duramente el desalojo: "Esa no es la solución. La medida va a provocar más mal que bien. Los "sin papeles" son víctimas de los conflictos en sus países de origen, víctimas de las mafias de seres humanos y, ahora, víctimas de una operación policial".

El Gobierno de Nicolas Sarkozy se ha escudado en que su objetivo era enviarr un duro mensaje a los traficantes de personas para que no utilicen esta ciudad francesa, frontera Schengen con el Reino Unido, para colar a inmigrantes clandestinos. Besson ha insistido en que la operación de este martes no era para "detener al mayor número de inmigrantes" sino contra "la logística de los traficantes de personas", y ha considerado que "una de las principales causas de la situación en Calais reside en las incoherencias entre las políticas nacionales de inmigración y asilo en el seno de la propia Unión Europea".

Lo cierto es que los que no han podido ser detenidos durante el desalojo vagan ahora en busca de otros campamentos de la zona donde poder refugiarse.

Al final, el desalojo se ha saldado con un total de 276 inmigrantes ilegales detenidos por las fuerzas de seguridad francesas entre los que hay 135 "que se declaran menores aislados". Son palabras del ministro de Inmigración francés que ha añadido: "Para aquellos que siguen rechazando las propuestas de un retorno voluntario, tenemos previsto un procedimiento de retorno obligatorio al país de origen". Además, ha aclarado que todos ellos serán llevados a "centros de retención". En el caso de los menores aislados, han sido trasladados a cinco albergues especializados.

Por otra parte, el ministro ha informado de que, ante la presencia de militantes antiglobalización del grupo "No Border" (sin fronteras) que intentaron impedir la evacuación de los inmigrantes, "han tenido que ser alejados y uno de ellos ha sido detenido". Sin embargo, los inmigrantes no ofrecieron ninguna resistencia a los gendarmes y policías que llegaron hasta el campamento.

UNA TRAGEDIA QUE SE REPITE

El tráfico de inmigrantes se ha convertido en una de las pandemias del siglo XXI. Situaciones como las de Calais se han producido en otras ocasiones y los resultados de este tipo de operaciones ni mucho menos aseguran que las mafias se reduzcan. En el año 2002 Francia cerró el centro de acogida de Sangatte, y las cosas sólo empeoraron.

La desesperación en sus países les obliga a emprender una aventura en la que los riesgos y peligros son el pan de cada día. Las pateras que llegan a costas españolas (y tantas otras que se quedan en el camino) son la visión que tenemos desde España del problema. Sin embargo los ‘cayucos’ se repiten a diario en varias zonas del mundo.

Esta vez ha tocado Calais. Una zona del norte de Francia, cerca de Bretaña, que se convierte en lugar de paso (gracias a la cercanía del eurotúnel, los ferrocarriles y camiones) para que cientos de sin papeles intenten llegar a El Dorado.

Muchos de los clandestinos fracasan en el intento como aquellos 58 chinos que murieron asfixiados en el año 2000 en un camión refrigerador holandés, al llegar al puerto británico de Dover.

En esta zona, el engranaje de las mafias es sólido. Los "sin papeles", en su mayoría de origen asiático, empeñan sus propiedades y pagan hasta más de 10.000 euros a los traficantes por llegar hasta Calais. Allí llega lo más difícil del viaje después de una travesía de varios meses desde Irak o Afganistán pasando por Turquía, Grecia, Italia y Francia...

El ejecutivo francés piensa que desmantelando el campamento de la zona se acaba con el tráfico de personas. Pero ‘junglas’ como la de Calais se reproducen con facilidad. Mientras las medidas estructurales nunca se llevan a cabo, las cortoplacistas, como la de hoy, se aplican sin escrúpulos.






La "jungla": ¿Detener a inmigrantes asesta un golpe a las mafias?