viernes. 29.03.2024

José Pedraza es el secretario general de la Unión Ferroviaria desde hace 18 años, aunque los diez años anteriores fue ya secretario administrativo del sindicato, en el que se encuadran los trabajadores del ferrocarril, excepto los maquinistas que tienen el suyo propio, La Fraternidad. Pedraza comenzó su vida sindical en 1967 y fue un dirigente combativo que llegó a proponer la creación de un Frente Obrero contra el reformismo, la conciliación y las claudicaciones de los dirigentes.

Hoy está acusado de instigar el homicidio de Mariano Ferreyra, un joven militante del Partido Obrero, en un hecho que conmovió a la Argentina hace 19 meses. Su imagen, entrando esposado al juicio que comenzó en Buenos Aires, es inédita, a pesar de una larga tradición de poderosos sindicalistas de tipo mafioso, acostumbrados a moverse rodeados de guardaespaldas armados y a disfrutar de riquezas imposibles de justificar.

Su trayectoria le condujo por variados caminos: fue menemista cuando se destruyó el entramado ferroviario y se convirtió en el clásico burócrata sindical que hace negocios, al punto de ser uno de los habitantes del exclusivo barrio de Puerto Madero, donde está el metro cuadrado más caro de Buenos Aires. Cuando se privatizaron los ferrocarriles, en la década del ´90, pudo colocar a alguno de sus hombres en los directorios de las empresas concesionarias. Con la llegada de los Kirchner, se acomodó a los nuevos vientos y, hasta el crimen de Ferreyra, fue otra vez aliado del gobierno de turno, con una relación privilegiada con el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, que antes había sido su abogado.

Una relación que se mantuvo después del asesinato de Ferreyra, como demuestra una grabación efectuada tres meses después del hecho, y que denota un grado de familiaridad preocupante. El ministro de Trabajo le aconsejaba al principal sospechoso del crimen: “la mejor defensa es un buen ataque”.

Todo esto le posibilitó seguir siendo un próspero sindicalista-empresario. Una condición que no es exclusiva de Pedraza: otros altos dirigentes sindicales, como Hugo Moyano, también tienen negocios paralelos. Pero Pedraza cruzó una frontera que lo ha llevado a los tribunales por asesinato.

Siendo, como era, un influyente dirigente sindical, tras su detención movió todos los hilos posibles para lograr que la causa cayera en un juez determinado, que consideraba influenciable o comprable. E intentó sobornar a tres camaristas para que decretaran la libertad a la espera del juicio. Pero las maniobras se frustraron. La vista oral y pública comenzó este lunes, 6 de agosto, menos de dos años después de los sucesos, lo que constituye un proceso inusualmente rápido.

Era el 20 de octubre de 2010 cuando un centenar de personas protestaban contra el despido de trabajadores tercerizados del ferrocarril Roca, línea que conecta la capital con el sur del gran Buenos Aires, y que llega hasta Mar del Plata. Pero en su camino se cruzó un grupo de choque de la Unión Ferroviaria que, con la ayuda de barras bravas (hinchas violentos de varios clubes de fútbol) y la pasividad y complicidad de la policía, que estableció una “zona liberada”, mataron al joven Mariano Ferreyra e hirieron a otras tres personas, una de las cuales quedó tetrapléjica.

El asesinato de Mariano Ferreyra golpeó duro al gobierno y especialmente al ex presidente, Néstor Kirchner, que falleció poco después. Desde que los Kirchner llegaron al poder siempre repitieron que nunca iban a criminalizar la protesta social, recalcando así su diferencia con el gobierno de Eduardo Duhalde, que entró en crisis por el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, dos piqueteros del Movimiento de Trabajadores Desocupados que participaban en una manifestación y que cayeron por disparos de la policía.

En el juicio por el asesinato de Ferreyra están acusados el citado Pedraza y otras dieciséis personas, entre ellas su segundo en el sindicato, Juan Carlos “Gallego” Fernández, siete policías y dos barras bravas que fueron los autores materiales de los disparos. Uno de ellos, Cristian Favale, aspiraba a un empleo ferroviario, pero entre tanto hacía méritos con este tipo de trabajos sucios. En su página de Facebook figuraba una foto con el vicepresidente, Amado Boudou, que logró en una charla partidaria.

La relación de barras bravas con la política y los sindicatos es algo usual en Argentina. Estos grupos violentos sirven de fuerzas de choque, actúan de guardaespaldas, participan de movilizaciones políticas y hasta le hacen publicidad al mejor postor: son numerosas las ocasiones en las que han desplegado en las canchas de fútbol gigantescas pancartas con lemas partidarios. Generalmente están ligados al peronismo, pero no de manera exclusiva.

Según la acusación que presentó la fiscalía, el asesinato de Ferreyra tenía por objeto dar una lección a los grupos que pretendían torcerle el brazo al sindicato con el tema de los tercerizados. Su ingreso como trabajadores de plantilla del ferrocarril pondría en duda el poder de decisión de la Unión Ferroviaria, además de acabar con un importante negocio. Fruto de las negociaciones de Pedraza con el gobierno de Menem, que privatizó los ferrocarriles, él, sus hombres y hasta su esposa, consiguieron pingües negocios que todavía manejan.

Menem, por ejemplo, le otorgó al gremio la concesión del Belgrano Cargas, empresa de trenes de carga que une Argentina con Bolivia y Chile y a cuyo frente Pedraza colocó a su segunda esposa. Además, los propios dirigentes de la Unión Ferroviaria armaron empresas tercerizadas, como la Cooperativa Unión del Mercosur, que trabajan para el ferrocarril. Sus trabajadores no pueden tener afiliación sindical y reciben salarios precarios. Si a esto se le añade el uso de facturas falsas y empresas fantasma para cobrar los multimillonarios subsidios del Estado, el negocio era perfecto. 

Claro que no fue este el único asunto turbio. Antes del asesinato de Ferreyra, Pedraza estaba siendo investigado por un fraude a los propios miembros de su sindicato: los afiliados, sin ser consultados, fueron obligados a financiar su propio entierro, mediante pequeños descuentos en sus salarios. Pero gran parte de ese dinero se perdió y todavía se investiga a qué bolsillos fueron a parar.

El juicio durará varios meses y todo el mundo espera una sentencia ejemplificadora. La familia de Mariano Ferreyra dijo que espera que “la justicia tome nota de la condena social al sindicalismo empresario”. Y recalcó que espera que este caso trascienda los muros de los tribunales y contribuya a terminar “con prácticas de sindicato empresario, de patotas (matones) sindicales y de la precarización de las tercerizaciones que no se deben volver a repetir”.

El juicio, como una parábola, comenzó el mismo día que otro accidente ferroviario, en la estación porteña de Retiro, provocó más de 30 heridos. Es el accidente más grave desde el pasado mes de febrero, cuando un tren no pudo frenar en la estación de Once, provocando 51 muertos. Ambos son ejemplo del lamentable estado de la red ferroviaria, que llegó a ser la más importante de América Latina, pero que sufrió décadas de desidia y abandono.

Juicio por asesinato a uno de los más poderosos sindicalistas argentinos