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AGNESE MARRA / NUEVATRIBUNA.ES - 25.06.2010

Han pasado seis meses desde que un terremoto destrozó la vida de millones de haitianos. Después de medio año gran parte de las ayudas se han cortado, los medios no miran al país y la comunidad internacional ya no se siente tan responsable de su reconstrucción. Amnistía Internacional ha viajado al país otra vez olvidado, y sus cooperantes han elaborado un informe para recordar cuál es la realidad de las millones de personas que vuelven a ser abandonadas por los gobiernos.

Después de siete días en el pequeño territorio isleño, y después de varias entrevistas, los trabajadores de AI denuncian que los haitianos se sienten completamente desamparados y traicionados: “Las personas desplazadas que viven en campos provisionales no han visto ninguna mejora de sus condiciones de vida en los seis meses transcurridos desde el terremoto, y en algunos casos su situación se ha agravado. Se preguntan si hay todavía autoridades que se ocupen de las cosas y si recibirán alguna vez ayuda”, dicen desde la ONG de Derechos Humanos.

En la mayoría de los casos, la presencia del Estado se hace visible por medio únicamente de impopulares decisiones. A principios de abril, el gobierno anunció el final de la distribución de alimentos, por considerar que creaba dependencia y bloqueaba la economía nacional. Desde entonces todos los meses aparecen nuevos informes que alertan sobre malnutrición, y la situación roza tal desesperación que muchas niñas sufren explotación sexual para poder comer. Mientras, las familias tienen que elegir entre alimentar a sus hijos e hijas o mandarlos a la escuela.

La decisión del gobierno de interrumpir la distribución de ayuda alimentaria se ha difundido ampliamente por la radio. En cambio, parece haber poca información, por no decir ninguna, sobre los planes oficiales de traslado y reasentamiento de los centenares de miles de personas internamente desplazadas. Según AI la falta de información se debe a la falta de planificación: “Probablemente no existe ninguna estrategia concreta”.

Los miles de desplazados tienen que elegir casas improvisadas como las plazas públicas, los campos de fútbol o los patios de las escuelas, a la espera de que las autoridades los puedan reubicar. Desde AI aseguran que los haitianos son muy consicentes de que “las cosas van a ir a peor”. Muchos de ellos se han instalado temporalmente en terrenos privados corriendo el riesgo de que en cualquier momento sean expulsados o que los propitarios les reclamen un dinero.

La ONG denuncia que muchas personas ya han sido desalojadas o han tenido que huír tras sufrir intimidaciones, así lo confirmó una mujer desplazada: "El Estado tiene que preparar un plan para la gente que está en terrenos privados. Si el Estado no tiene ningún plan, la gente acabará otra vez en la calle", contaba para AI.

VIOLENCIA SEXUAL A LA ORDEN DEL DÍA

La falta de asentamientos es una de las princiaples causas del acoso y las violaciones que sufren a diario las mujeres haitianas. Desde los días inmediatamente posteriores al terremoto, muchas organizaciones humanitarias y de derechos humanos advirtieron sobre el aumento del riesgo de violencia de género y sexual.

Los temores estaban bien fundados. Miles de personas desplazadas en espacios públicos duermen en sólo un metro cuadrado, incluso en menos; las mujeres se ven obligadas a asearse casi desnudas bajo la mirada de otros residentes y transeúntes; niños y niñas duermen solos por la noche porque no tienen a nadie que los acompañe o porque sus madres trabajan fuera de los campos para poder alimentarlos.

Sin embargo, desde el terremoto las organizaciones de mujeres han registrado una drástica reducción de las denuncias de casos de violencia sexual. Los comités autoorganizados para la gestión de los campos confirmaron a Amnistía Internacional que la violencia sexual no es un problema y que se han establecido comisiones de seguridad que patrullan los campos por la noche.

Pero las mujeres a las que entrevistó AI no ofrecieron ni mucho menos esa realidad, más bien mostraron miedo y reconocieron que la violencia sexual era una práctica cotidiana. Sin embargo, el temor a nuevas amenazas las ha alejado de organizaciones como KOFAVIV que se encarga de las necesidades médicas y psicológicas de las víctimas de violación.

Esta organización haitiana asegura que en los dos últimos meses 19 mujeres y niñas que vivían en su sector del campo denunciaron a KOFAVIV casos de violación y agresión sexual. Ninguna de ellas quiso ir a la policía a contar lo ocurrido: “Tenían demasiado miedo, porque los agresores vivían en el campo, o en zonas cercanas, o porque no tenían otro lugar adonde ir. No confiaban en que la policía las protegiera y sabían que el sistema de justicia está paralizado desde el terremoto, por lo que preferían guardar silencio”, le contaba la ONG a AI. Las mujeres que tienen familiares en otras zonas del país preferían marcharse. Las víctimas huyen mientras los perpetradores siguen allí, impunes y en busca de su próxima víctima.

La ausencia de un sistema centralizado para el registro de los casos de violencia sexual, hace de las organizaciones de base que trabajan en los campos la única fuente de información, ya que viven junto con las mujeres y niñas y pueden determinar quién necesita ayuda.

Margaret, trabajadora social de la organización Zanmi Timoun (Amigos de los Niños), ha atendido a decenas de niñas que viven en campos y que han sido víctimas de violación o incesto antes o después del terremoto.

Aministía Internacinal entrevistó a cinco de las víctimas. “La tristeza de estas niñas, su voz baja, su aflicción y sus miedos hablan más claro y más alto que cualquier dato o cifra. Una de ellas está embarazada, otra teme que pueda estarlo, algunas tienen terror de que sus agresores las maten. Parecen resignadas y sumisas”. Cuando AI les preguntó qué era lo que más deseaban en la vida, todas respeondieron con firmeza que querían seguir asistiendo a la escuela. Una de ellas transmitió un mensaje para que la ONG lo hiciera llegar a las autoridades: “Tienen que proteger a las niñas, porque no quiero que nadie sufra lo que yo he pasado”.

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