martes. 23.04.2024

Ex soldado israelí: "Estamos creando generaciones de terroristas"

AGNESE MARRA
Breaking the Silence es una ONG formada por soldados israelíes que denuncian las atrocidades que vivieron y ejecutaron en sus años en el ejército. En Israel son considerados traidores a la patria. Estos días están en Madrid presentando una exposición fotográfica realizada por los propios soldados donde se ve el infierno que se vive en los territorios ocupados. Nuevatribuna.es habla con ellos y nos constatan la facilidad con la que un hombre puede convertirse en verdugo.
NUEVATRIBUNA.ES - 10.06.2010

Simcha Levental tenía 19 años cuando le enviaron a Hebrón. Su misión era proteger a los colonos israelíes. “Tenía que defender a mi país, eso fue lo que me enseñaron en el ejército". Asegura que llegó a la zona con “buenos valores” que no pretendía hacer mal a nadie. Pero las buenas intenciones se truncaron.

“Todavía me acuerdo de la primera casa palestina que registramos en Hebrón. Entramos con nuestras armas y los niños empezaron a llorar, estaban asustados. Durante dos semanas no me pude quitar sus ojos de la cabeza. Después me olvidé y dejé de ver a las personas”, dice Levental.

Este ex soldado hoy tiene 28 años, conoce mundo y es consciente de sus errores. Ha conseguido aceptar que no estaba allí para proteger a su país sino para coaccionar a los palestinos. La asociación de ex soldados israelíes Breaking the Silence, tiene mucho que ver con estas reflexiones, le han ayudado a comprender lo que vivió durante sus tres años en el ejército. Ahora necesita contarlo. No entra en detalles escabrosos y admite con la boca muy pequeña que ha necesitado ayuda psicológica para superar lo vivido, pero insiste: “Estoy aquí para darle un lugar a los palestinos que son las únicas víctimas de todo esto”.

Simcha Levental e Itamar Shapira tenían 19 y 21 años cuando tuvieron que ir a Hebrón durante la Segunda Intifada, en noviembre del año 2000. “Éramos demasiado jóvenes para llevar un arma”, dice Levental. “Humillábamos a los palestinos y no nos dábamos cuenta”, dice Shapira. Y es que lo más duro de sus testimonios es entender que bajo determinadas circunstancias cualquiera podría llegar a convertirse en un verdugo.

EL APARTHEID ISRAELÍ

Levental dice que es la “razón militar” la que les confundía. Este soldado israelí que habla un español con marcado acento mexicano, se refiere al razonamiento, a las normas del ejército: “Una orden es una orden, teníamos que cumplirlas”. “Es otra forma de pensar y de vivir”, y presume con mucha seriedad que su ‘razón’ ya es la misma que la de un civil.

Repite tres veces que él nunca ha pegado a un palestino, pero reconoce que ha visto cosas terribles. “No es el momento de contarlas” –matiza- pero si hay otros detalles “más cotidianos” que quiere dar a conocer: “Contar lo que sucede es lo mínimo que puedo hacer después de lo que viví”.

Itamar Shapira, su compañero, apenas dos años mayor que él, dice que antes es necesario explicar cuál era la situación de Hebrón y por qué este territorio es considerado uno de los más conflictivos: “Allí viven 800 colonos en medio de 200.000 palestinos. Nosotros teníamos que defender a los colonos, esa era nuestra misión”.

Pero el ex soldado insiste en un detalle que todavía le perturba: “En esa zona hay una ley para los palestinos que básicamente consiste en vulnerar todos los derechos humanos. La otra normativa es la del Estado de Israel, bajo la que se rigen los colonos”. Los soldados no pueden decirles nada a los colonos, sólo pueden protegerles. Esta desigualdad marca el inicio del horror que vivieron y que hoy muestran en Madrid a través de una exposición fotográfica realizada por los propios soldados que estaban en el territorio.

Shapira se vale de las fotos para volver al pasado. “Aquí por ejemplo vemos como unos niños, hijos de colonos le tiran piedras a una tienda palestina. En esta otra se ve la ventana de una casa palestina con dos niños mirando tras unas rejas. Aquí hay un palestino sentado en la calle con la cabeza tapada. Eso lo hicimos nosotros, y él no era ningún terrorista, sólo había vulnerado el toque de queda y había decidido salir de su casa”. El ex soldado se emociona cuando lo cuenta y no duda al admitir: “Estamos creando generaciones de terroristas”.

El toque de queda impuesto por Israel no permite que durante días los palestinos salgan de sus casas: “Sus hijos ven como sus padres no pueden salir a trabajar y traer dinero, todas las tiendas palestinas están cerradas, cualquiera que se atreva a vulnerarlo es interrogado y puede demorar días hasta que se les deja volver a sus casas”. Mientras, los 800 colonos pasean a sus anchas por las calles, van al trabajo y si quieren tirar una piedra a un palestino nadie les puede decir nada. “Hubo un día que un soldado le dijo a una madre israelí que no dejara que su hijo tirara piedras a la tienda de los palestinos. La madre se enfureció y le contestó que lo que hacía su hijo estaba muy bien hecho. Esa fue la primera vez que me pregunté: ¿A quién estamos defendiendo?”, nos cuenta Shapira.

Levental también vivió varias situaciones que le dieron que pensar, pero en esos momentos prefería no analizarlas. “Hay una foto en esta exposición en la que se ve como los soldados entraron a una casa palestina para ver un partido de fútbol. No tenían otro sitio donde ir. Simplemente querían ver un partido. Ese es el abuso de poder en el que es tan fácil caer, es terrible pero muy normal”.

Ambos recuerdan como durantes los años en el ejército conceptos como el bien y el mal eran impensables: “No lo podíamos distinguir, estábamos cansados, con hambre, a veces con miedo, dejamos de sentir nada por el otro”, dice Shapira. Su amigo le responde: “Lo peor de todo era cuando pensábamos que eran nuestros compañeros los que hacían cosas malas, nos justificábamos nosotros. Uno mismo es el último en darse cuenta de lo que ha hecho porque en el ejército te meten en la cabeza la justificación moral, defender el derecho del pueblo de Israel”.

ABURRIMIENTO, TEDIO, TERROR

“Tienes que imaginarte que estás controlando un check point, pidiendo documentación a los palestinos. Llevas diez horas de pie, no has comido, y de repente llega un palestino gritando, diciendo que no quiere esperar más la cola porque tiene que ir a un funeral, o a una entrevista de trabajo. A ti ya no te importa nada, sólo quieres comer y darte un baño, y si estás de malhumor le detienes, le tapas los ojos y le dejas diez horas esperando a poder pasar el check point. Eso se hace”.

Lo mismo sucede con los registros de casas. Entran por la noche, por el día, a veces arrasan con todo lo que tienen, o se llevan a comisaría a algún familiar. En otras ocasiones lo que confiscan son coches. La exposición da muestra de ello a través de un centenar de llaves de automóviles palestinos que están colgadas en la sala del Círculo de Bellas Artes: “Ese tipo de cosas hemos llegado a hacer”, y dice Shapira: “Lo peor de todo es que no hay ninguna razón para hacerlo”.

Las horas de vigilia y vigilancia van minando entre los soldados. Levental lo define de forma muy precisa: “Lo que la principio era tener un arma para protegernos, después de varios días se convierte en un juguete. Eso es terrible y muy difícil de olvidar”.

“ENEMIGOS” DE ISRAEL

Estos dos soldados que han venido a Madrid como miembros de Breaking the Silence, son considerados para una gran parte de la población israelí como traidores a la patria. En realidad esta ONG que comenzó su andadura en 2004 se ha convertido en la conciencia de un país que todavía no está dispuesto a escuchar.

Algunos colonos han llegado a definir a Levental como un “Hitler”. “No hemos recibido amenazas directas del Gobierno de Israel, pero sí indirectas, por no hablar de todas las leyes que están sacando para cerrar determinadas ONG, entre ellas la nuestra”, dice Shapira.

Las amenazas no les incomodan. Están convencidos de lo que hacen e insisten que su único objetivo es reconocer que las víctimas son los palestinos, y sobre todo dar a conocer lo que pasa cada día en los territorios ocupados. Por eso cuando se les pregunta por el ataque israelí a la flotilla humanitaria de la semana pasada, ellos prefieren no contestar: “No sabemos exactamente lo que sucedió, pero eso no es lo importante. Lo que la gente se tiene que preguntar es cuántos barcos de palestinos son hundidos diariamente en la franja de Gaza, los medios se tiene que preocupar por las atrocidades diarias, ese ataque al final se quedará en una anécdota muy mediática, pero hay que conocer el fondo de las políticas de Israel y los constantes ataques que reciben los palestinos”, defiende Levental.

Breaking the Silence seguirá con sus acciones informativas. Ahora están en Madrid con una exposición en el Círculo de Bellas Artes que seguirá viajando por Europa. En su día a día también dan charlas en algunos colegiosde Israel: “Los adolescentes se enfadan con nosotros porque les decimos todo lo contrario de lo que han estudiado. Se les rompen los esquemas y nos preguntan qué hacer. Pero nosotros no tenemos la respuesta, sólo podemos decir lo que hemos vivido”. En ese momento le señalo la ventaja de que los jóvenes conozcan la realidad que ellos les cuentan. Y entonces Levental me responde con el gesto más pesimista visto hasta el momento: “Tú crees…. Al menos hablar con ellos es algo”.

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