viernes. 19.04.2024
yihadismo
Imagen del periodista estadounidense Steven Sotloff supuestamente decapitado por un miliciano suníe.

La inesperada creación de un Califato integrista en Oriente Medio así como la inusitada violencia que practica, han provocado una ola de temor en las principales capitales europeas. Estos partidarios de la versión más intransigente del Islam, están comprometiendo la seguridad de Occidente tanto desde un punto de vista político como económico.

Permitimos que la guerra civil siria se enquistará hasta desembocar en lo que hoy conocemos como Estado Islámico de Irak y Levante (EIIL), una nueva generación de yihadistas con una hoja de ruta similar a la de Al-Qaeda. Este nuevo movimiento viene a sumarse a otros ya conocidos como Bokko Haram en Nigeria, Al-Shabab en Somalia o Al-Qaeda del Magreb Islámico en Argelia. Su entrada en el escenario internacional ha cambiado radicalmente nuestros puntos de vista. Bashar Al-Assad se ha convertido en una amistad valiosa, mientras que la ayuda militar a los rebeldes queda prácticamente descartada a excepción del kurdistán iraquí. La proliferación de estos grupos en zonas con abundantes recursos naturales no es en absoluto casual. Su éxito militar podría comprometer el suministro de materias primas a Europa, e incluso arrebatar mercados en beneficio de otros compradores como China. Afortunadamente no disponen ni de la fuerza ni de la capacidad organizativa para lograrlo, pero no debemos bajar la guardia. Fue este el principal motivo que llevó a Francia a  intervenir en el Sahel, ya que su economía necesita tanto el uranio maliense y como el gas argelino.

Sin embargo las repercusiones del yihadismo no terminan aquí, su ejemplo ha vuelto a movilizar un creciente número de voluntarios incluso en la UE. Según cifras oficiales habría unos 2400 ciudadanos europeos luchando con los radicales, un 80% de ellos al servicio del mismísimo Estado Islámico. Ante esta circunstancia siete países de la Unión han formado un grupo de emergencia para diseñar medidas que contrarresten esta peligrosa tendencia: Francia, Gran Bretaña, Alemania, Bélgica, Holanda, Dinamarca y España. Propuestas como el endurecimiento de la ley, tener acceso a listados de pasajeros de vuelos comerciales, retirar pasaportes o negar la reentrada en el país de origen, se han puesto sobre la mesa para neutralizar tanto la salida como el regreso de estos combatientes. Tampoco Rusia es del todo ajena a esta amenaza, ya que la relativa proximidad del Caucaso a la zona de conflicto y la naturaleza islamista del nacionalismo checheno, podría provocar la reactivación del terrorismo en la región. Conscientes de ello, las autoridades federales comenzaron a suministrar armamento al ejército iraquí desde junio, apoyando decididamente la lucha contra el EIIL. Los rusos también han tenido su 11M particular, como  el teatro Dubrovka de Moscú o la escuela de enseñanza secundaria Número Uno de Beslán.

No obstante la cuestión que a todos nos inquieta es si bastará con la opción alemana de enviar equipamiento militar, o habrá que volver a mandar tropas terrestres a Irak. No podemos ignorar los devastadores efectos de la invasión anglo-americana de 2003, pero si las tropas locales son incapaces de revertir la situación a corto o medio plazo, tendremos que replantear nuestras opciones. Conviene recordar que para conquistar Faluya a la insurgencia suní en 2004, los marines de los Estados Unidos necesitaron dos largos y sangrientos meses. ¿Podrá el ejército Iraquí desalojar sin ayuda ciudades como Mosul, Qaraqosh, Tikrit, o la propia Faluya? Y de no ser así ¿Podrá la economía europea costear una segunda invasión? En este indeseable supuesto volveríamos a contar muy seguramente con la negativa rusa, cuyo objetivo sería  evitar que Occidente vuelva a tomar las riendas de Oriente Medio. Para lograrlo apostaría por incrementar el peso político y militar de Irán, todo un verdadero revés para quienes han criticado duramente los riesgos de su programa nuclear. 

El último de los aspectos que debemos afrontar en nuestra lucha con el yihadismo, es de naturaleza social. El rechazo que sentimos ante las repetidas violaciones de los Derechos Humanos por parte del EIIL, no puede ni debe conducirnos a un brote de islamofobia. La crisis ha provocado la aparición de partidos xenófobos en todo el continente, dispuestos a  utilizar cualquier estereotipo racial o cultural en su propio beneficio. A ello debemos añadir que la convivencia en ciertas ocasiones no ha sido fácil, basta recordar los salvajes incendios de mezquitas e iglesias en Holanda a finales de 2004. Precisamente por ello debemos estar vigilantes y no repetir tan luctuosos acontecimientos. Otro de los puntos esenciales es conocer el alcance de las medidas que puedan tomarse en Bruselas. Éstas deben adaptarse a los más elementales principios de justicia y equidad, sin lesionar derechos fundamentales. Así pues debemos evitar caer en el discurso del miedo y aceptar acríticamente cualquier iniciativa que suponga un paso atrás en nuestro sistema de libertades. Ganar la batalla moral al terrorismo es tan importante como derrotar a las milicias de Abu Bakr al-Baghdadi  en el campo batalla... ¿Sabremos reaccionar adecuadamente ante este enorme reto?

Europa y el reto del Yihadismo