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NUEVATRIBUNA.ES - 26.01.2010

Los retos para la reconstrucción de Haití son muchos. Empezar de cero es el planteamiento de su Gobierno, pero el pasado acecha sobre el país más pobre de América Latina, y si se deja atrás su historia poco se podrá hacer con su futuro.

Si antes del trágico 12 de enero el 80% de la población haitiana vivía bajo el umbral de la pobreza y el 54% en la pobreza más absoluta, hoy las cifras se multiplican. Si antes había 150.000 niños huérfanos, hoy hay por lo menos 250.000. Las ‘bajas’ que ha sufrido el país han sido muchas. Según los últimos datos del ministro de Sanidad haitiano, han fallecido alrededor de 150.000 personas, a las que se añaden unas 200.000 que todavía estarían bajo los escombros.

Las infraestructuras están hechas cenizas. Ni siquiera los edificios del Gobierno se tienen en pie. Más de 250.000 haitianos vagan por las calles buscando un refugio que las inclemencias les arrebataron hace ya quince días. Y la economía del país, con más de un siglo en números rojos, se ha terminado por hundir. El terremoto destruyó el 60% de su PIB.

CUMBRE, PALABRA MÁGICA

Una cumbre de Montreal no puede combatir todo lo expuesto. A pesar de todo, los mandatarios internacionales tienen especial cariño por las cumbres, como si por pronunciar esa palabra se fueran a solucionar los males del mundo. Las experiencias en G-20, G-8, o la última Cumbre contra el Cambio Climático, demuestran que el término será muy simbólico pero nada efectivo.

En el caso de Haití, y de la reunión del lunes sobre el futuro de este pequeño país, los resultados no han sido los peores. Pasadas dos semanas de la tragedia, el Gobierno haitiano resucitó de su letargo o de su extenso estado de shock, y ha planteado sus necesidades y lo que es más importante, su forma de hacer las cosas. Esta toma de posición es una de las mejores noticias que se extraen de la reunión de ayer.

El primer ministro haitiano, Jean-Max Bellerive, fue muy claro: “‘Reconstrucción’ no es el término más adecuado para explicar lo que Haití necesita porque implicaría volver a las condiciones que existían antes del sismo”. La frase se podría traducir en una petición más rompedora de lo que parece: menos asistencialismo y más políticas estructurales, dando así en el talón de Aquiles de la cooperación internacional y del estilo de ayuda que les gusta dar a los países desarrollados.

Haití se convierte así en uno de los mayores retos de la cooperación internacional: conseguir ser eficaz. Aunque parezca paradójico, el presupuesto nunca ha sido el primer problema de la cooperación. Conseguir resultados ha sido hasta ahora su principal caballo de batalla. La falta de conocimiento de las zonas de conflicto, el desinterés por la cultura de los ciudadanos a los que ayudan o los convenios de reconstrucción en los que salen más favorecidos los países donantes que los receptores, son algunos de los errores habituales de la cooperación internacional. Por todo ello llama la atención la claridad manifiesta por el Gobierno haitiano, a la que todos los países respondieron con unanimidad: “La reconstrucción de Haití siempre estará en manos de los haitianos”. Esperemos que no se queden en sólo una declaración de intenciones.

IDEAS CLARAS

Sin olvidar la ayuda de emergencia (puramente asistencialista) que esperan solventar con un presupuesto de 1.200 millones de dólares, la principal preocupación del Gobierno haitiano es que este trágico terremoto al menos sirva para generar un nuevo desarrollo en el país. Para ello antes hay que saldar las cuentas y soltar la soga que Haití lleva en el cuello desde hace más de cien años. "Exigimos a los gobiernos y a las organizaciones internacionales la anulación inmediata e incondicional de la deuda externa reclamada a Haití” pedían un grupo diversos movimientos sociales a los mandatarios reunidos ayer en Montreal.

La deuda haitiana está estimada en 960 millones de euros. La asociación de acreedores conocida como el Club de París, en la que se encuentran representados EEUU, España y Francia, ha anunciado que cancelará la deuda de sus miembros. Lo que dejaría a Haití con una deuda de 310 millones de euros con el Banco Interamericano de Desarrollo; de 200 millones con Venezuela, y de 63 millones con Taiwán, entre otros. Estos últimos todavía tienen que manifestar su decisión.

Si las cuentas salen bien, el Gobierno haitiano ya tiene algunos planes para el futuro de su país. Jean- Max Bellerive planteó el lunes una reorganización demográfica para redistribuir a la población haitiana y evitar la superpoblación que ha caracterizado a su capital, donde se concentra el 40% de la población del país.

El sector agrícola será otro de los objetivos. Para ello el Ejecutivo haitiano ha planteado una política de reforestación y diversas subvenciones para promover entre sus ciudadanos una vuelta al campo. El primer ministro canadiense, Stephen Harper, apoyó la tormenta de ideas y sugirió una más: utilizar parte de la ayuda en el desarrollo de fuentes alternativas de energía, como la eólica.

DINERO INCIERTO Y MÁS MILITARES

No todo ha sido positivo en Montreal. Más allá de pequeñas anécdotas como el hecho de que la Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, prefiriera no asistir a la primera parte de la conferencia, lo más preocupante del encuentro es que finalizara sin cifras sobre la mesa.

El Gobierno haitiano pretendía pedir 3.000 millones de dólares para saldar una reconstrucción que tiene por delante por lo menos diez años. La mitad del presupuesto estaría destinada a la ayuda de emergencia, y el resto a las nuevas políticas estructurales. La comunidad internacional ha dado la callada por respuesta y ha preferido dar a conocer su postura dentro de 60 días. Como suele pasar en estas ‘cumbres’ lo más importante se negocia en la siguiente. Estados Unidos será el país que acoja el nuevo encuentro el próximo mes de marzo en New York.

Sin embargo los números sí han salido en materia de ‘control y seguridad’ del país. Una vez más Estados Unidos está a la cabeza de este tipo de ‘ayuda’. Hillary Clinton anunció el envío de 3.700 nuevos soldados en el país caribeño, a los que se añaden 9.000 más en aguas del Mar Caribe. Este control por tierra y agua, fue definido por la secretaria de Estado norteamericano, como ‘apoyo humanitario’, un gran eufemismo para no decir control migratorio .

Por su parte, la Unión Europea enviará no menos de 300 policías con formación paramilitar, en apoyo de la Misión de la ONU para la Estabilización de Haití (Minustah). Las cifras barajadas el lunes no son definitivas. Francia enviará un centenar de gendarmes, Italia entre 120 y 140 carabineros, Holanda 60 agentes y España, una sección de la Guardia Civil al mando de un teniente (23 hombres con siete vehículos de transporte y un vehículo armado), ya a bordo del buque Castilla, que prevé llegar a Haití dentro de una semana. Portugal y Rumania contribuirán con personal en un volumen aún por determinar.

Ni la UE ni la ONU, ni Estados Unidos han hecho caso a las peticiones hechas por diversas ONG y movimiento sociales: "Rechazamos la militarización de Haití como una falsa respuesta al creciente desastre y a la medida unilateral de EEUU de enviar más de 20.000 soldados a resguardar sus intereses económicos y geopolíticos", denunciaban los firmantes de la carta, encabezados por el Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel.

En la Cumbre de Montreal se escucharon algunos objetivos que molestan ya de tanto oírlos. Frases hechas como ‘fortalecer las instituciones’ o “mantener el respeto y la estabilidad por el Estado de derecho” resuenan en la boca de los mandatarios con un eco hueco de contenido, pero siempre adecuado en este tipo de reuniones.

Haciendo balance de los resultados de Montreal se puede pensar en un ajustado empate. El Gobierno haitiano ha resucitado y parece tener ganas de cambiar el rumbo de su futuro. Por otro lado la comunidad internacional no habla de cifras y sigue apostando por la militarización del país. Como dijeron ayer los invitados a la cumbre: “Los primeros resultados los veremos en marzo, en nuestro próximo encuentro”.


El futuro de Haití se juega en la lucha contra el asistencialismo