jueves. 18.04.2024

Argentina tuvo el sistema ferroviario más importante de América Latina. Pero la última dictadura militar (1976-1983) lo destruyó y el gobierno de Carlos Menem (1990-2000), acabó la misión

Al menos 50 muertos y 676 heridos es el balance del accidente ferroviario de este miércoles, 22 de febrero, cuando un tren que llegaba a la estación de Once, en el centro de Buenos Aires, no pudo parar y se estrelló contra el tope de la estación. Aunque hay una investigación en marcha y, por tanto, no hay todavía una versión oficial de qué paso, el sindicato Unión Ferroviaria denunció que la formación accidentada había estado dos meses parada por problemas de freno. Y en los últimos días habría circulado con solo 3 de los 8 compresores necesarios para el buen funcionamiento del sistema de frenado.

Y no habrían sido los únicos trenes que circularon con problemas similares, según los sindicatos. Que además denunciaron que en ocasiones anteriores, cuando se negaron a operar trenes con problemas de seguridad, recibieron sanciones disciplinarias por parte de la empresa. Este accidente desnuda, una vez más, el estado lamentable de la red ferroviaria argentina, que en algún momento fue el orgullo del país.

Aproximadamente un millón trescientas mil personas usan a diario los trenes que unen el conurbano bonaerense con la capital argentina. Son personas que viajan en las peores condiciones imaginables, en trenes destruidos, de pie, a veces hasta colgados del estribo, a veces con las ventanas rotas. Para los trabajadores humildes que usan este servicio, y que son la mayoría de los usuarios, es su única posibilidad de acceder al centro de la ciudad, ya que el transporte en colectivo (autobús), o en combis, les resultaría más costoso en términos de tiempo, para el primer caso, o dinero, en el caso del segundo.

Argentina tuvo el sistema ferroviario más importante de América Latina. Pero la última dictadura militar (1976-1983) lo destruyó y el gobierno de Carlos Menem (1990-2000), acabó la misión. Los militares vaciaron la empresa y Menem la malvendió en el mismo paquete de privatizaciones que acabó con otras empresas estatales, como la petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, la telefónica Entel y las prestatarias de servicios como luz, gas y agua.

Antes de vender la empresa Ferrocarriles Argentinos, Menem amenazaba a los sindicatos que protestaban contra los planes privatizadores con que “ramal que para, ramal que cierra”. Con la privatización se cumplió en parte la amenaza, ya que fueron muchos los tramos que cerraron por no ser rentables para los privados, dejando cientos de pueblos fantasmas. Y también desaparecieron los talleres ferroviarios, que daban empleo a miles de operarios.

El fallecido ex presidente Néstor Kirchner, llegó a decir en su campaña en el 2003 que habría que reestatizar el ferrocarril para evitar la vergüenza de ese servicio

El menemismo ultraliberal consideraba que el Estado no debía ocuparse de lo que los privados pudieran gerenciar. Y en el caso de los trenes, argumentaba además las enormes pérdidas que daba la empresa, un millón de dólares diarios.

Hoy, las pérdidas son de 4 millones de dólares diarios, y el Estado es el que las asume, otorgándoles subsidios a las empresas concesionarias. El Grupo Cirigliano, que opera el ramal que tuvo el último accidente, aprovechó para expandir de forma exponencial su flota de autobuses, mientras dejaba caer la línea que administraba por falta de las inversiones a las que se había comprometido. Claudio Cirigliano, por cierto, fue investigado por haber (presuntamente) pagado numerosos viajes en avión del anterior secretario de Transportes, Ricardo Jaime, aún procesado por decenas de causas por corrupción.

Además, como las tarifas se congelaron tras la debacle económica que vivió Argentina en el 2001, las empresas dependen de los subsidios. Datos de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) indican que el 55 % de lo que ingresan las empresas concesionarias es por subsidios, y solo el 45 % restante por la recaudación.

El fallecido ex presidente Néstor Kirchner, llegó a decir en su campaña en el 2003 que habría que reestatizar el ferrocarril para evitar la vergüenza de ese servicio. Solamente volvió al Estado en 2007 el ramal Roca, que une la capital con el sur del conurbano, con la modalidad de que los empleados son estatales y la operación privada.

Muestra del estado del deterioro del sistema ferroviario argentino es este dato que aportaba hace unos meses el diputado Rodolfo Fernández: cuando los ferrocarriles eran operados por el Estado, los trenes que comunicaban Buenos Aires con Misiones y Posadas, en el noreste del país, alcanzaban una velocidad media ponderada de 91,6 kilómetros por hora; hoy, solo pueden hacerlo a 53,2. Y los kilómetros en actividad representan apenas el 45 %.

Ir de Buenos Aires a Mar del Plata, la gran ciudad turística del país en la Costa Atlántica, puede ser una aventura de muchas horas, con final incierto, tanto por el horario como por las frecuentes averías de las formaciones.

La última compra importante de material ferroviario fue en 1981, cuando Argentina adquirió 120 coches japoneses nuevos. Desde entonces, solo se han comprado coches usados, muchos de ellos a España. Y circulan por las vías argentinas muchas formaciones que datan de las décadas del ´50 y ´60.

El último accidente ha vuelto a provocar numerosos pedidos de que el Estado se haga nuevamente con los ferrocarriles. Se argumenta que recuperar el entramado ferroviario argentino, con los trenes metropolitanos (los que dan servicio al Gran Buenos Aires) y los trenes de larga distancia, con la reconstrucción de 10.000 kilómetros de vías, costaría unos 20.000 millones de dólares a 15 años, un dinero que no van a poner los privados.

El accidente de Buenos Aires fue causado por el abandono y la desidia