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AGNESE MARRA / NUEVATRIBUNA.ES - 06.08.2009

La noticia ha desatado desconfianza y recelo en América Latina. A principios de la semana el presidente colombiano, Álvaro Uribe, anunciaba que Estados Unidos instalaría cinco bases militares terrestres y dos navales en territorio colombiano, con un máximo de 800 militares y 600 civiles. La excusa, la lucha contra el narcotráfico. Más armas, más militares y más guerra, la previsible consecuencia.

Los mandatarios de Venezuela y Ecuador fueron los primeros en poner el grito en el cielo. Estas nuevas bases tienen como objetivo sustituir la base de Manta en Ecuador, el más importante centro de operaciones estadounidense en la región tras la entrega de Panamá, y cuya vigencia se ha negado a prolongar el presidente, Rafael Correa. Lo que no esperaba el presidente ecuatoriano es que su vecino abriera todas sus puertas a Estados Unidos.

Evo Morales y Lula Da Silva no tardaron en transmitir su insatisfacción. El presidente boliviano mostró su desazón ante la noticia y señaló que “permitir más bases estadounidenses en Latinoamérica es una agresión a los gobiernos y democracias del continente". El mandatario brasileño y una de las máximas influencias en la región, mostró su tajante oposición al trato que ha firmado Uribe con Estados Unidos. Es más, tanto Lula como la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, solicitaron que este problema fuera tratado a escala continental.

Por ello, ambos mandatarios han pedido que el tema de las bases estadounidenses se trate el próximo 10 de agosto en la cumbre de UNASUR que se celebrará en Quito. “No me agrada la idea de bases americanas en Colombia" dijo Lula, que declaró que quiere una reunión con Obama para hablar sobre el tema. Mientras, Bachelet aseguró que “la decisión de Colombia inquieta a Latinoamérica”.

La primera reacción de Álvaro Uribe fue la de huída. Sus primeras declaraciones tras conocer la animadversión creada entre sus vecinos fue la de anunciar que Colombia no asistiría a la Cumbre de UNASUR porque “no quería ser juzgada por un problema de soberanía interna”. Estas declaraciones desataron todavía más preocupación y Evo Morales no tardó en expresar su inconformidad ante la repuesta del presidente colombiano: “Espero que con el hecho de no asistir a la Cumbre de Quito no signifique que Uribe quiera dividir a UNASUR”.

GIRA DESENFRENADA

Después de una primera huida, Álvaro Uribe decidió enfrentarse y dialogar con sus vecinos. Por lo que el presidente colombiano acompañado de su canciller, Jaime Bermúdez, inició una gira frenética por seis países latinoamericanos para explicar que “las bases estadounidenses no afectarán a ningún otro país que no sea el colombiano”.

Sin embargo Uribe se ha quedado sin aliados. Hasta el momento el único país que le ha a poyado ha sido Perú, cuyo presidente, Alan García, lamentó que "Colombia sufra situaciones enojosas" y manifestó la "profunda amistad" que le une a su homólogo colombiano.

BRASIL Y OBAMA

El presidente brasileño, Lula Da Silva, fue uno de los primeros mandatarios en declarar su enojo ante la decisión tomada por Uribe, y también ha sido el primer presidente en pedir una reunión bilateral con Estados Unidos para expresar su disconformidad ante la instalación de las cinco nuevas bases terrestres y las otras dos navales.

Washington ha intentado explicar al Gobierno de Lula la “poca importancia” de dichas bases y que no dará marcha atrás en este objetivo. La respuesta de la diplomacia brasileña fue contundente.

El asesor de Barack Obama escuchó la reprobación de su homólogo brasileño, Marco Aurelio García, quien comparó el aumento de las bases en Colombia como "un resquicio de la Guerra Fría" y que no beneficiará a las relaciones entre el Pentágono y la mayoría de países latinoamericanos.

América Latina le planta cara a Uribe